El día que Platja d'Aro creyó que había sufrido un atentado yihadista

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GUILLEM SÀNCHEZ / PLATJA D'ARO

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David Puertas, el jefe de la Policía Local de Platja d’Aro, el martes sobre las diez de la noche ya tenía el plato sobre la mesa y se disponía a cenar. Sonó su teléfono móvil: “Hay un hombre con una arma larga disparando contra la gente en el paseo”. Platja d'Aro es un pueblo turístico de la Costa Brava que no encaja entre los candidatos de alto riesgo a sufrir un atentado yihadista. Pero quien estaba al otro lado del teléfono era uno de sus agentes. No había margen de dudas.

El jefe Puertas se levantó de la mesa y salió disparado hacia la comisaría. Allí coincidió con el resto de agentes. Se pusieron el chaleco antibalas y corrieron hacia el centro. Algunos policías, empuñando la pistola. Desde las diez y hasta las diez y media lo que vivieron fueron momentos de “mucho nerviosismo” durante los cuales la posibilidad de toparse en cualquier instante con un hombre que disparaba parecía más factible que lo que terminó ocurriendo, que dos alemanas se acercaron a los policías y les dijeron: “hemos sido nosotras”.

LA POLÉMICA FLASH MOB

La empresa alemana Ruf Reisen organiza vacaciones para jóvenes, muchos de ellos menores de edad, a Platja d’Aro. Los más pequeños estaban alojados en el hotel Rosamar y los más mayores en el Cámping Vall d’Or. Cinco monitoras del grupo del hotel montaron un juego, una Flash Mob, consistente en salir corriendo al paseo simulando que eran paparazzis -o fans- que asediaban a un supuesto famoso. 

En la terraza del restaurante La Calma cenaban a esa hora sobre todo clientes franceses que, al escuchar el griterío de casi cien chicos de la Flash Mob, se asustaron. Todos están con la sensibilidad “a flor de piel” a causa de los últimos atentados terroristas, asegura el propietario de este bar, Josep Vidal. Pero lo peor, vino después. Porque las primeras reacciones de miedo, se propagaron hasta las terrazas siguientes. En el restaurante M&B todos los clientes se refugiaron en el interior.

La histeria se contagió desde el paseo de la playa hasta la avenida S’Agaró, el eje comercial de Platja d’Aro. Una espiral de pánico que generó una estampida de gente corriendo y gritando que había disparos. Se llevaron mesas y sillas por delante. Hubo once heridos leves, entre ellos un brazo roto, ataques de ansiedad y alguna taquicardia.

El 112 recibió más de 50 llamadas durante estos primeros minutos de terror realizadas por ciudadanos que aseguraban haber oído disparos o que afirmaban incluso que era un hombre de aspecto árabe quien abría fuego. Hablaban de diversos heridos graves. Se activaron los equipos médicos e incluso el Centre de Coordinació d’Emergències de Catalunya (CECAT) envió un mensaje interno a las 22.16 alertando de que había recibido ya casi cien avisos sobre un tiroteo en Platja d'Aro. 

CONTAGIO COLECTIVO

Ingeborg Porcar, directora técnica de la Unidad de Trauma, Crisis y Conflictos de la Univeristat Autónoma de Barcelona (UAB), aclara que antes de concluir si la sociedad teme de un modo patológico la llegada de un atentado conviene analizar en qué consistió exactamente la Flash Mob y cómo se propagó el pánico. “Si hubo personas que gritaron que alguien estaba disparando, es normal que el resto se echara a correr”. Por eso esta experta habla de una cadena “contagiosa” más que de una sociedad en estado de pánico.

Fuentes jurídicas subrayan que lo que hicieron las cinco monitoras, que la jueza esta tarde ha dejado en libertad imputadas por un delito de desórdenes públicos, difícilmente terminará en una sentencia condenatoria. Porque este tipo de delitos, regulados en el Código Penal por los artículos 557 y 561, exigen que exista intencionalidad de generar los disturbios. Según parece, solo estaban jugando cuando activaron una locura que ha terminado apareciendo en el Washington Post

Platja d'Aro se recupera hoy del día que creyó que había sufrido un atentado. Más allá del susto y de los heridos leves, los cajas registradoras de los restaurantes son las que más lamentan el mal entendido. En el restaurante M&B, por ejemplo, más de 15 grupos desaparecieron sin pagar y solo uno ha regresado este miércoles a saldar la cuenta. No hay ni un solo casquillo de bala por el suelo del municipio, afortunadamente todo quedó en un 'sinpa' colectivo impecable. 

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