Una sangre muy valiosa

El plasma de quien ha sobrevivido a una infección de ébola contiene anticuerpos contra el virus, unas proteínas de la sangre que pueden atenuar la enfermedad de otros contagiados

La hermana Paciencia Melgar, en  una rueda de prensa en Madrid, ayer.

La hermana Paciencia Melgar, en una rueda de prensa en Madrid, ayer.

ÀNGELS GALLARDO / BARCELONA / MANUEL VILASERÓ / MADRID

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Ante un virus para el que no existe tratamiento curativo ni vacuna, como el del ébola, la única defensa de que dispone quien se ha infectado es conseguir que su sistema inmunológico lo elimine o inactive, como hace a diario con múltiples microorganismos poco poderosos. Quienes han sobrevivido al ébola -un 45% de los infectados en el actual brote, unas 5.000 personas- lo lograron generando de forma espontánea anticuerpos neutralizantes que acabaron con las miles de copias del virus que contuvo su sangre. Esos anticuerpos se concentran en grandes cantidades en el plasma -el líquido que envuelve a los glóbulos rojos y blancos de la sangre- de quienes han sanado, y en él centran sus esperanzas los científicos que buscan de forma acelerada remedios contra el ébola.

La auxiliar de enfermería Teresa Romero recibió dos transfusiones de plasma con anticuerpos contra el ébola procedente de la sangre de Paciencia Melgar, la religiosa guineana que enfermó en Monrovia (Liberia) el pasado agosto, en el mismo hospital que el español Miguel Pajares, que fue repatriado a España poco antes de morir. Ella no fue repatriada y sobrevivió. Ayer se mostró muy contenta ante la evolución de Romero. «No sé si se ha curado por mi plasma, pero estoy muy contenta de haberla ayudado», dijo Paciencia, que se encuentra en Madrid.

Si regresa a Liberia, Paciencia no volverá a sufrir el ébola, ya que durante el resto de su vida estará protegida por su defensa sanguínea. Los anticuerpos -unas proteínas que cuando se administran como fármacos se denominan gammaglobulinas- permanecen en abundancia, y prácticamente para el resto de sus vidas, en la sangre de los supervivientes a la infección. «Se puede decir que están vacunados para siempre contra el ébola, aunque con el paso de los años los anticuerpos pierdan parte de su fortaleza», afirmó Josep Maria Gatell, responsable del control de enfermedades infecciosas en el Hospital Clínic.

En el caso de Romero, el plama recibido no fue objeto de ningún procesado químico. Se congeló y, tras comprobar que era compatible con la sangre de la auxiliar de enfermería y descartar que ocultara otras infecciones, le fue transferida. El periodo más conveniente para hacer este tipo de transfusiones, explicó Gatell, son los primeros siete días tras producirse la infección, ya que es el momento en que el virus inicia su multiplicación por la sangre y es, por tanto, cuando más conviene que el sistema inmunológico responda con energía produciendo anticuerpos en su contra. La segunda semana de la infección es decisiva para conseguir la supervivencia o sucumbir.

Si Romero se interesa en donar parte de su plasma para conservarlo en previsión de que otros infectados lo necesiten, podrá hacerlo, en las mismas proporciones en que un donante de sangre proporciona este material, es decir, una o dos veces al año, como máximo. Suficiente para tratar con ella a uno o dos enfermos.

Los fármacos que se han administrado a algunos occientales infectados por el ébola -Zmapp, de EEUU, y Zmab, de Bélgica- realizan una función similar a la de los anticuerpos neutralizantres procedentes de plasma de superviviente. «Se les denomina neutralizantes porque se adhieren al virus y lo inactivan, y es la misma acción que producen las sustancias antivíricas que se han experimentado con el ébola -explicó Gatell-. Desconocemos la eficacia de esas sustancias, porque no han sido evaluadas en estudios científicos en los que el grupo que las recibe sea comparado con otro al que no se administra nada». Esta situación excepcional se mantendrá en tanto no haya fármacos o una vacuna que completen su experimentación.