Gente corriente

Perepau Llistosella: "Una carrera que gane el último: cómo haces eso"

Laureado creador de juegos de mesa. Una figura en ese mundo. Y profesor de escuela.

«Una carrera que gane el último: cómo haces eso»_MEDIA_1

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MAURICIO BERNAL

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En estos tiempos en que un juego es algo que muchos identifican con una pantalla donde ocurren cosas -y el jugador hace que ocurran-, Perepau Llistosella hace juegos como los de siempre: de mesa. Con fichas, tablero y dados. La vida se la gana como profesor de escuela, donde probablemente no muchos saben hasta dónde ha llegado su mano en estos dominios singulares, en ese mundo que él mismo califica de «pequeño», de «marginal», pero resulta que en el 2008 ganó el Concurso Internacional de Creadores de Juegos de Mesa de Billancourt (Francia). Eso, si no se está en ese mundo, no dice nada. Pero Billancourt es Billancourt, la gran cumbre, la cita mundial del sector. Por eso, en cualquier festival, Llistosella es figura. Como el Dau Barcelona que tendrá lugar este fin de semana.

-Explíqueme, por favor, ¿por qué hace juegos? ¿Cómo empezó?

-Bueno, yo había cumplido los 40 y estaban cambiando muchas cosas en mi vida, y yo quería hacer algo, sentía que tenía una imaginación y no tenía dónde volcarla, andaba en busca de un proyecto. Y un día, de pronto, supe que existía un concurso de creadores de juegos en Granollers. Y decidí participar.

-Así nomás. Voy a participar.

-Había antecedentes. Resulta que yo siempre por Sant Esteve tenía la costumbre de inventar juegos, juegos para que jugáramos todos, la familia, y somos una familia grande: yo soy el último de ocho hermanos. Siempre hubo en mi familia tradición de juegos de mesa, y con los míos se lo pasaban bien.

-¿Con qué juego se presentó?

-Uno de coches. Una idea rescatada de la infancia, cuando en clase dibujaba un circuito en un papel y jugaba con un amigo. La base era esa. Me presenté... Era el año 2006. No gané, pero sirvió para acercarme a ese mundo.

-¿Qué hizo después? Obviamente le gustó.

-Pues me di cuenta de que mis juegos los hacía con la mentalidad de lo que había jugado de niño, y que los juegos se habían modernizado, y que básicamente tenía que ponerme a jugar. Para aprender. Compré juegos, y además, cada sábado cogí la costumbre de llevar a las reuniones familiares uno nuevo, mío. Los ponía a jugar a ver si funcionaban.

-En Billancourt ganó en… el 2008, ¿me equivoco? Con Theseus.

-Publicado con el nombre de Sidibaba en Suiza, sí. Billancourt fue un cambio. Ahí no había ganado nunca ningún español, era muy difícil, y me dio mucho prestigio, todo el mundo quería jugar juegos míos.

-Me dicen que es mucho más conocido en el extranjero que aquí.

-Eso no es del todo cierto. En el mundillo de los creadores de juego de España soy conocido. Lo que pasa es que es un mundo pequeño, hay pocas editoriales y las grandes difícilmente te publican, prefieren ir sobre seguro, con juegos que ya tuvieron éxito en otra parte. Por el Sidibaba me llamaron editoriales de Alemania, de Suiza, de Bélgica y de Canadá, pero nadie de aquí. Aunque eso quizá está cambiando. El caso es que muy pocas personas se dedican a hacer juegos de mesa en España. Pero a mí me gusta mucho. Lo comparo con hacer poesía.

-Cuénteme.

-La poesía, a veces, cuanto más sencilla, más cosas dice. Bueno, pues el súmmum de un juego es hacer mucho con pocas cosas.

-¿Se puede vivir de esto?

-Difícil. Tendría que petarla.

-¿Qué vino después de Sidibaba?

-Vino un periodo en que no publiqué nada porque quería estar a la altura. Pero este año publico cuatro: 1,2,3…  Ahora me ves, 1911 Amundssen vs. Scott, 21 motines y Gardens.

-Para terminar: ¿de dónde le viene la inspiración?

-¿Sabe qué? Por lo general me viene de un problema irresoluble que yo mismo me planteo. Por ejemplo, una carrera que gane el último. Cómo haces eso.