Gente corriente

Pere Silvente: «Hay quien corre para sentirse bien; yo hago de voluntario»

Altruista por naturaleza. En su larga experiencia como voluntario ha recibido más de lo que ha dado.

«Hay quien corre para sentirse bien; yo hago de voluntario»_MEDIA_1

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GEMMA TRAMULLAS

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Desde los 16 años dedica una parte de su tiempo a intentar mejorar la vida de los demás sin recibir nada a cambio. ¿O sí? Tanto su labor de voluntario local en Sant Vicenç dels Horts (Baix Llobregat) como su experiencia de voluntario internacional en Filipinas con la oenegé Taller de Solidaridad le han reportado incalculables beneficios a nivel humano e incluso consecuencias inesperadas en el ámbito familiar.

-¿Uno nace altruista o se hace?

-En mi caso se da de forma natural. ¿Quién me inculcó el intentar ser una buena persona? Mis padres, pero no a través de la imposición o de una ortodoxia cartesiana, sino de sus actos. Eran personas humildes y buenas que siempre ayudaban a los demás.

-Se estrenó como voluntario en el barrio de Sant Josep de Sant Vicenç dels Horts, una zona muy castigada por la pobreza. 

-Era monitor en el esplai que gestionaba la congregación de las Siervas de San José. Por Navidad un grupo de madres preparaba lotes para las 90 familias estipuladas como pobres por la asistenta social y yo pensé: «¿Por qué solo por Navidad? ¿Por qué no implicamos a los payeses y a los comerciantes locales y proveemos de alimentos a estas familias una vez al mes?». En 1987 entre mosén Josep Cases y yo montamos el primer banco de alimentos, que sigue funcionando.

-Desde hace años combina este voluntariado local con el internacional.

-Ahora el esplai es el Centre Diari Sant Josep y hacemos alfabetización, promoción de microempresas de mujeres, refuerzo escolar... Desde el 2002 colaboro con Taller de Solidaridad, una oenegé fundada en Galicia por un grupo de laicos y por las Siervas de San José que, con 200 socios y voluntarios, ha llevado adelante 180 proyectos en 15 países, la inmensa mayoría hechos por y para mujeres.

-Usted ha viajado como voluntario para conocer los proyectos en Filipinas.

-Se trata de pequeñas cooperativas textiles y de cátering que ofrecen condiciones de trabajo dignas y un salario justo. Tienen una marca propia, Ropa Amiga, que hace uniformes escolares y deportivos. Uno de nuestros talleres hace ropa litúrgica y fabricó la ropa que vistió al Papa durante su estancia en Filipinas en enero pasado.

-Su primer viaje a Manila, en el 2005, tuvo consecuencias imprevistas.

-Allí conocí a la que hoy es mi mujer. Hija de una familia de campesinos del arroz, era beneficiaria de una de nuestras cooperativas textiles. Nos casamos y tenemos una hija de 8 años. Hay cosas que no están previstas en el pack del cooperante.

-«El viaje alcanza su verdadero sentido a la vuelta», dicen expertos en voluntariado.

-El voluntario internacional va más a recibir que a dar. Pensar que vas a llegar a otro país y que las cosas van a cambiar por lo que tú hagas es una tontería. Tú allí eres un pardillo, los que saben son ellos. Lo que hace el voluntario es captar la realidad, qué piensa la gente, qué siente y cuáles son sus necesidades. Con esta experiencia retroalimentas a la organización y puedes hacer campañas de sensibilización en tu país.

-¿Qué ha aprendido en Filipinas que le sea útil en su vida cotidiana?

-La diferencia en el trato con las personas. Aquí somos muy pragmáticos, vamos al grano y decimos lo que pensamos a lo bruto. Allí, antes de hablar de nada en concreto dan mil rodeos para saber si eres una persona de confianza y tienes que adivinar lo que piensan por sus gestos, porque ellos no te lo dirán. Para hacer tratos no les valen las palabras, necesitan saber cómo eres.

-Toda esta labor la desempeña al margen de su trabajo como asesor laboral. Debe compensarle mucho o no la haría. 

-En el fondo somos egoístas. Hay quien sale a correr para sentirse bien; yo hago de voluntario. Es una filosofía de vida.