Pecados, delitos y dinero

El perdón es para los pecados. Los casos de pederastia en los Maristas no se tratan en el confesionario, sino en los tribunales

Emili Turú, jefe máximo de los Maristas.

Emili Turú, jefe máximo de los Maristas. / periodico

LUIS MAURI / BARCELONA

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El jefe mundial de la orden religiosa de los Maristas, Emili Turú, ha entonado por vez primera el mea culpa por los numerosos abusos sexuales de menores cometidos por profesores en sus colegios de Barcelona y Badalona (y también del Reino Unido y Australia) al menos durante las tres últimas décadas del siglo pasado y la primera del actual.

Turú ha admitido la responsabilidad de la orden religiosa Turú en el encubrimiento de los depredadores de niños que delinquieron a placer durante décadas en sus centros educativos, sin obstáculos ni cortapisas. Y ha pedido perdón: "Perdón porque en algunas de nuestras instituciones, que tendrían que haber sido un lugar seguro para todos los niños y jóvenes, se han dado situaciones de abuso que han dejado profundas heridas frecuentemente para toda la vida. Perdón de manera muy particular a quienes sufrieron esos abusos porque como institución no siempre hemos actuado con la delicadeza, rapidez y firmeza que esas situaciones pedían. O quizás no hicimos suficiente esfuerzo de prevención".

Las disculpas de Turú no han llegado precisamente de forma ágil, hace 11 meses que este diario destapó el escándalo. Tampoco han sido presentadas de forma tan contundente como pretenden aparentar. Dice el jefe marista que la orden "no siempre" actuó con rapidez y firmeza contra los pederastas que violaban niños en sus escuelas. Debe de ser una broma. ¿Qué significa 'no siempre'? La congregación tapó de forma sistemática los abusos que se cometían en sus centros, como acreditan las denuncias y los testimonios de decenas de víctimas. La orden se limitaba a trasladar a otros colegios a los profesores que acumulaban quejas por abusos, pero nunca, hasta el 2011, dio aviso a la justicia. Y entonces ocultó a la jueza que el pederasta Joaquim Benítez había admitido sus delitos ante sus superiores, denegó información a los Mossos y no movió un dedo para indagar si había más niños damnificados. Hacía entonces 27 años que, en 1984, otro docente pilló a Benítez masturbando a un niño en su despacho.

Con todo, la solicitud de perdón de Turú desmiente y deja en evidencia la versión y el comportamiento del presidente de la Fundación Champagnat, entidad titular de las escuelas afectadas, Gabriel Villa-Real, y del vicario provincial de los Maristas, Pere Ferré. En un vídeo colgado en marzo en YouTube con el que intentaban salir al paso de la investigación periodística sobre el escándalo, Ferré y Villa-Real no solo no admitieron que la orden hubiera tapado a ningún depredador, ni siquiera que hubiera tacha alguna en la actuación de la orden, sino que pretendían seguir ocultando la realidad cuando ya una cuarentena de denuncias de víctimas se agolpaban en los juzgados y las comisarías. ¿Realmente merece la entidad que dirigen Villa-Real y Ferré seguir disponiendo de un concierto educativo con la Generalitat? Es decir, ¿debe la Administración pública seguir financiando la actividad escolar de una entidad cuyos responsables directos (Villa-Real y Ferré) seguían negando la mayor cuando 43 víctimas habían denunciado ya a 12 profesores y un monitor de sus escuelas? Es pertinente y urgente que la sociedad y sus representantes políticos den respuesta a estas preguntas.

Las disculpas presentadas por Turú, ya se escribió ayer en este diario, no bastan. Es necesario, como reclaman las víctimas, que la orden señale de una vez ante la justicia, tantas décadas después, a los monstruos y a sus encubridores, independientemente de que las responsabilidades penales hayan prescrito. Las víctimas y la sociedad entera necesitan esa mínima reparación. Porque el perdón es para los pecados. Pero los delitos no se tratan en el confesionario, sino en los tribunales.