Paul Marshall, extestigo de Jehová: "Les preocupan más los gais que los pederastas"

GUILLEM SÀNCHEZ / BARCELONA

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La madre de Paul Marshall limpiaba los platos cuando él, con 9 años, le preguntó qué era un “homosexual”. Quiso saberlo porque acudía con ella a las concentraciones regionales de los Testigos de Jehová que se celebraban en el sur de Inglaterra y allí se hablaba mucho de esta opción sexual. Su madre le respondió: “Son gente muy enferma, aléjate de ellos”. Al poco tiempo Paul se cruzó en la calle con un hombre que iba en silla de ruedas y creyó que acababa de ver a un gay por primera vez. 

-¿Cuándo resolvió el malentendido? Más adelante mis amigos me aclararon que ser homosexual significaba que te gustaban los chicos.

-¿Le gustaban? Siempre había sentido atracción por algunos chicos de la clase. Nunca por las chicas. Todavía no era nada sexual, sencillamente unos me gustaban y las otras no. Pero no tuve valor para aceptarlo. Me casé a los 17 años con una mujer bautizada por la congregación.

-¿Funcionó? A mi manera la quería. Incluso tuvimos un hijo. Pero no era feliz. Sin ser auténtico terminé por deprimirme y, al final, tras cuatro años de matrimonio, tuve que decirle la verdad a mi mujer.

-¿Fue duro? Fue una conversación horrible. La mantuvimos por teléfono. Le dije: “Creo que soy gay”. Ella no respondió y me solté del todo: “No, la verdad es que sé que soy gay”.

¿Cómo reaccionó la congregación? Hubo un juicio y uno de los ancianos me avisó de que el último hombre al que le había oído decir algo así se había terminado volando los sesos con una pistola. No creo que lo dijera para darme ideas sino para que avisarme de que, según su punto de vista, me estaba condenando.

-¿Se sintió liberado finalmente? No fue tan sencillo. Al principio me pareció que estaba acabado. Me sentía asustado, angustiado ante la posibilidad de que fuera cierto que me había poseído el demonio. Necesitaba reconstruir completamente mi manera de relacionarme con el mundo.

-¿Seguía creyendo en lo mismo? Al principio claro que sí. Saltar de la congregación implicaba también aceptar la posibilidad de que me quedara fuera del paraíso al morir. Eso fue lo peor, aprender a vivir con eso.

-¿Cuánto tiempo le llevó? Mucho. Al principio elegí hacer todo lo contrario de lo que había hecho hasta entonces: mucho sexo y mucha droga. Tampoco estaba bien. Poco a poco me fui serenando, pero es difícil olvidar las cosas en las que te enseñaron a creer. Cuando se hundieron las Torres Gemelas en el 2001, recuerdo perfectamente que tuve miedo de que estuviera llegando el Armagedón.

-¿Los Testigos de Jehová son abiertamente homófobos? Sus actos demuestran que lo son, porque excluyen a los jhomosexuales. Aunque públicamente son capaces incluso de negarlo. Están obsesionados con la homosexualidad. Ahora me doy cuenta de que les preocupan mucho más los gais que la pederastas.

-Cuesta de creer… Conozco casos de pederastas que han sido escondidos por la organización. Y sé que la pederastia es un grave problema para ellos. También que lo es porque hay muchos gais que se comportan miserablemente a causa de la represión. 

-¿Qué les diría a los homosexuales que siguen disimulando su orientación para formar parte de este credo? Que cualquier fundamentalismo impide que se escuchen a sí mismos y eso es lo más peligroso. Que se olviden de todo lo que la organización les ha dicho que es malo y que lo comprueben personalmente, porque al hacerlo hallarán las respuestas que están buscando. Que no tengan miedo, que hay un mundo lleno de luz y de amor fuera, que no existe el negro final con el que los amenazan para que no sigan a su corazón.