SINODO DE LOS OBISPOS

El papa Francisco aborda el desafío de las nuevas familias

El Papa besa a un niño, ayer en el Vaticano, durante una audiencia con la red italiana de Bancos de Alimentos.

El Papa besa a un niño, ayer en el Vaticano, durante una audiencia con la red italiana de Bancos de Alimentos.

ROSSEND DOMÈNECH / ROMA

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No a la exclusión de los divorciados que se han vuelto a casar, acogida en la Iglesia y la sociedad de los homosexuales y procesos gratuitos para la anulación de un matrimonio. Estos son los aspectos más destacados del borrador de trabajo del Sínodo de Obispos que comienza hoy en el Vaticano y que, finalmente, deberá poner en solfa un año de encendidos debates públicos y privados.

Durante 21 días, 300 obispos delegados de las conferencias episcopales, junto con unos 50 invitados directamente por el Papa y numerosas parejas, debatirán acerca de las familias actuales. Los participantes representan las tendencias más aperturistas y las más retrógadas.

Nuevos tiempos

La cuestión de fondo que plantea el Papa es si la Iglesia católica quiere limitarse a repetir la ya conocida doctrina familiar de la pareja heterosexual, cerrada a cualquier tipo de convivencia fuera del matrimonio, control de la natalidad, divorcio y nuevas nupcias, o bien partir de la realidad en la que viven los católicos actuales.

Durante el Jubileo del año 2000, tres millones de jóvenes viajaron hasta Roma y tras un encuentro apoteósico nocturno con Juan Pablo II en el campus universitario de Tor Vergata, en Roma, la empresa municipal de limpieza retiró -lo dijeron públicamente varios empleados- varios sacos de condones usados, lo que evidenció que las nuevas generaciones viajan en una onda distinta de las normas morales católicas. «¿Tenemos que condenar y excomulgar a nuestros jóvenes porque han crecido en esa sociedad y viven en este mundo?», se ha preguntado recientemente Francisco. «No creo que ese sea el camino», ha respondido.

Pero no todos siguen esta línea. Hace poco, el Papa dijo algo que debió sonar como una herejía entre los prelados más conservadores: «No hay una sola manera de ser cristianos en la Argentina de hoy y la de hace cien años. No se es cristiano del mismo modo en la India, Canadá o Roma».

El Sínodo que empieza hoy fue convocado por Benedicto XVI antes de su dimisión en el 2013. Sin embargo, Francisco convocó el pasado año otro Sínodo extraordinario, también dedicado a la familia, probablemente porque temía que el Sínodo actual se limitase a repetir los conocidos tópicos sobre la familia.

Cuestionario

Evidenciando cuanto pensaba, sorprendió a todos enviando un cuestionario de un centenar de preguntas a obispos y católicos de a pie sobre cuestiones actuales, como divorciados, convivencia sin matrimonio, parejas homosexuales, contraceptivos y madres solteras. Los cristianos «no son inmunes a las transformaciones de la época en que viven», ha explicado Francisco.

Desde el Sínodo pasado, los obispos han debatido animadamente, por usar un eufemismo, sobre el supuesto conflicto entre la inmutabilidad de la doctrina católica (el matrimonio es indisoluble) y la pastoral, la práctica. Cientos de organizaciones católicas han escrito en estos meses al Papa -en algún caso con medio millón de firmas- para que pare lo que consideran un descalabro de la doctrina. Cardenales y obispos han publicado libros a favor o en contra de las «aperturas» hacia las familias actuales. «No se trata de adaptar la Revelación -la doctrina-- al mundo, sino de vencer el mundo para Dios», ha dicho en un lenguaje de otra época Gerhard Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, evocando incluso un posible cisma interno en la Iglesia.

«Sin pueblo, la teología se transforma en ideología; la doctrina no es un sistema cerrado, privado de dinámicas capaces de producir interrogantes y dudas», ha recordado recientemente el Papa. Durante el viaje de la pasada semana a EEUU explicó: «Tiempo atrás vivíamos en un contexto social en el que había afinidades poderosas y compartidas entre la institución civil y el sacramento cristiano. Se sostenían recíprocamente, pero ahora ya no es así».

Frente al temor de que los debates se transformen en divisiones irreparables, Francisco ya dijo tiempo atrás que «hay que vivir todo esto con tranquilidad» y que «la presencia del Papa (en el Sínodo) constituye una garantía para todos».