El papa advierte la tentación de la Iglesia de "cerrarse en sí misma" ante peligros
Ha oficiado esta mañana la homilía con motivo de la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, patrones de Roma
El papa Francisco subrayó este miércoles "la tentación que existe siempre" para la Iglesia de "cerrarse en sí misma ante los peligros", durante su homilía con motivo de la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, patrones de Roma.
El pontífice ofició la ceremonia en la basílica de San Pedro y, en el curso de la misma, ofició una homilía sobre el tratamiento que las Escrituras hacen del binomio "cierre-apertura". "A esta imagen podemos unir el símbolo de las llaves, que Jesús promete a Simón Pedro para que pueda 'abrir' la entrada al Reino de los cielos, y no 'cerrarlo' para la gente, como hacían algunos escribas y fariseos hipócritas a los que Jesús reprende", apuntó.
Francisco abordó los "Hechos de los Apóstoles" para narrar ante los asistentes el pasaje en el que Pedro, tras ser liberado por Herodes, acude a la casa de la madre de Juan. "Llama a la puerta y, desde dentro responde una sirvienta llamada Rode, la cual, reconociendo la voz de Pedro, en lugar de abrir la puerta, incrédula y llena de alegría corre a contárselo a lo señora. Y Pedro estaba ahí fuera en peligro, podía ser preso por la policía", señaló el pontífice.
Y añadió: "El relato, que puede parecer cómico, nos hace percibir el clima de miedo en el que vivía la comunidad cristiana, que permanecía encerrada en la casa (...) Este particular nos habla de la tentación que existe siempre para la Iglesia: de cerrarse en sí misma de cara a los peligros". Ante esta situación, el pontífice recomendó la oración como "humilde abandono en Dios y en su santa voluntad" ya que, de este modo, supone "una forma de salir de nuestros encierros personales y comunitarios". "La oración permite a la gracia abrir una vía de salida: del cerramiento a la apertura, del miedo a la valentía, de la tristeza a la alegría. Y podemos añadir: de la división a la unidad", dijo.
En esta eucaristía participó la delegación enviada por el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, guiada por el metropolia de Boston, Methodios, el arzobispo de Telmessos, Job, y el diácono patriarcal Nephon Tsimalis. En esta solemne ceremonia, el papa Francisco bendijo también los palios que serán impuestos en sus respectivas sedes a los nuevos arzobispos metropolitanos.
Se trata de una cinta blanca con seis cruces de sea negra que pende de los hombros sobre el pecho y que se realiza a partir de la lana de los corderos bendecidos con motivo de la festividad de Santa Inés, el 21 de enero. Al principio era un signo litúrgico exclusivo de los papas, aunque más tarde éstos se lo concedieron a los obispos que habían recibido una especial jurisdicción por parte de Roma. El primer papa que lo concedió fue Simmaco, en el año 513 y lo impuso a Cesario, obispo de Arles (Francia).
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