REBELDÍA ANTE LOS RECORTES SANITARIOS

"Yo no pago el euro"

Francesc Gallemí, un pensionista que se niega a pagar el euro por receta, muestra el cóctel de pastillas que debe tomar a diario

Francesc Gallemí, un pensionista que se niega a pagar el euro por receta, muestra el cóctel de pastillas que debe tomar a diario / periodico

MAURICIO BERNAL / Barcelona

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Con su pelo canoso y sus 66 años de edad y sus achaques y sin embargo su aire juvenil, una especie de proeza, a juzgar por el infarto que casi lo mata hace unos años, Francesc Gallemí entra en la farmacia a comprar su medicina. Es Barcelona, es la calle de Bruc y es lunes; hace dos días. Por primera vez le ve la cara al farmacéutico desde la puesta en marcha del euro por receta, el copago autonómico, pero sabe bien con qué va a lidiar y está preparado.«Iba concienciado»,dice. A causa del infarto, y en general de sus problemas cardiacos, está obligado a tomar a diario un cóctel inmutable de nueve comprimidos, combinación fija, inalterable, más una, o dos, las más de las veces tres pastillas que el médico le receta puntualmente, a tenor de los caprichos de su corazón.«Iba a buscar una medicina de esas, de las puntuales».Gallemí saca la receta y la pone sobre el mostrador. Y espera.

«Primero es el copago estatal: el farmacéutico me pide la tarjeta sanitaria y me dice que a partir de ahora tendré que pagar un porcentaje según mi pensión. Pero como está todo tan mal organizado, y nadie sabe ni cómo ni cuándo va a pagar, ni si va a sobrar algo, ni cómo te lo van a devolver, al final no pago nada. Y me dan la medicina, pero entonces me dicen que tengo que pagar un euro en efectivo. El euro por receta. El copago de la Generalitat. Pero yo sé qué hacer. Miro al farmacéutico y digo: 'Yo no pago el euro'».

El poeta Evtuchenko

Gallemí más que persona es personaje, un hombre con la lucha a cuestas, una fuente, se presume, de inacabables historias.«Toda la vida he sido muy activo, política y socialmente, y además he tenido mucha suerte: podrían haberme detenido, o metido en la cárcel, o quién sabe, haberme hecho daño, pero nunca pasó nada».Se acuerda, por ejemplo, de una vez que fueron a Andorra, en pleno franquismo, él y unos cuantos, a buscar a Evtuchenko, Evgueni Evtuchenko, el poeta ruso, para llevarlo a una universidad, y después a otra, y a otra, a dar conferencias, con el peligro que implicaba; y otra vez que cruzaron a Francia y regresaron conViridiana,una copia, y lo mismo, la pasearon de campus en campus, exhibiéndola, la película censurada.«Y nunca pasó nada».En su día, dice, corrió kilómetros y kilómetros («¡kilómetros!») frente a los grises. Pero jamás lo cogieron. Nunca pasó nada.

Aparte de las medicinas que toma cada día, Gallemí lleva siempre en el bolsillo un frasco de nitroglicerina; por si sufre un nuevo infarto.«Estas dificultades físicas son las que impiden que me implique en el movimiento de los indignados. En lo que sí participo activamente es en las actividades de los yayoflautas. Voy a manifestaciones, reparto folletos... Lo que haya que hacer».Este es Francesc Gallemí; y es este hombre, el que corrió kilómetros frente a los grises, el que exhibió películas censuradas, el que trajo de Andorra a un poeta ruso, el que sigue indignado, el que afirma que«en el mundo hay muchas injusticias»y que«hay que ponerles freno»,es este el hombre que está aquí, en la farmacia, incólume. Negándose a pagar el euro.

«Entonces el farmacéutico me dice: 'Bien, no hay problema', y me da un formulario para que lo llene y me dice que necesita una fotocopia del DNI. Así que voy a la copistería, y como ya sé que voy a necesitar no una sino muchas copias, mando hacer 20. Porque este sábado, y todos los sábados cada dos semanas, cuando vaya por mi cóctel de nueve medicinas, tendré que llenar un formulario y dar una fotocopia por cada medicina. Y no quiero que en la farmacia haya colas por mi culpa».Gallemí sabe que tarde o temprano le obligarán a pagar el euro («me embargarán la cuenta, seguramente»), y que encima pagará un recargo, una multa, pero dice que la medida es injusta, y que hay que protestar, y que esta es su forma de hacerlo.«Con lo que van a recoger con esto no arreglan nada, y en cambio es lo de siempre, los mismos de siempre pagando».

«No voy a ceder»,agrega. Supone, dice, que le llegarán tantas notificaciones como euros deje de pagar, y que a su ritmo de consumo serán centenares, y que tarde o temprano le colapsará el buzón. Y dice:«Estoy deseando verlo».