¿Qué será de la orca Ulises?
El descenso de visitas la presión social llevan a SeaWorld San Diego a anular espectáculos
Cuando el pasado lunes se supo que SeaWorld Entertainment ha decidido abandonar los espectáculos en que las orcas hacen acrobacias, entre defensores de los animales que llevan años denunciando la explotación en cautiverio de los cetáceos se extendió una ola de entusiasmo mayor que si uno de esos delfines gigantes hubiera caído a la piscina tras uno de sus impresionantes saltos. El análisis del anuncio rebajó pronto la ilusión.
El cambio solamente se producirá en el parque californiano de San Diego, donde reside con otras 10 orcas Ulises, un macho capturado en aguas de Finlandia y que hasta 1994 estuvo en el zoo de Barcelona. No afectara a los otros dos parques de la compañía en Orlando (Florida) y San Antonio (Tejas), donde hay otras 13 de las llamadas ballenas asesinas. Y no es clausura sino transformación: el espectáculo actual irá desapareciendo gradualmente en 2016 pero en 2017 se lanzará «una experiencia con orcas completamente nueva», según anunció en una presentación a inversores y analistas Joek Manby, presidente y consejero delegado.
Lo natural y el cautiverio
Aunque Manby habló de un número «más centrado en el ambiente natural» de esos mamíferos que será «informativo» y «tendrá un fuerte mensaje de conservación que inspire a la gente a actuar», en la nota de prensa la palabra «show» (espectáculo) llega en cursiva y subrayada. Por si quedaran dudas, en un correo electrónico el director de comunicaciones, David Koontz, insiste. «Es una evolución. La nueva experiencia será tipo show, simplemente no será tipo show teátrico». Y de ahí la respuesta de lamento de grupos como PETA, uno de los muchos que reclaman el fin del cautiverio.. «Este paso es como no dar latigazos a los leones pero mantenerlos dentro de jaulas de por vida», se lee en un comunicado de Jared Goodman.
Manby aseguró que han tomado la decisión «escuchando a los visitantes», que se muestran cada vez menos inclinados a esos números circenses en que las orcas hacen trucos («comportamientos aprendidos» según el lenguaje del parque). Insistió en que no han hecho «nada por los activistas». Sin embargo, es difícil pensar que no ha influido la presión social y política, intensificada desde que en 2013 vio la luz 'Blackfish', un documental que expuso los problemas físicos y psicológicos de las orcas en cautividad.
La película retrataba casos de entrenadores muertos en ataques, incluyendo uno en el Loro Parque de Tenerife y uno en un Sea World (no hay constancia de muertes provocadas por orcas en libertad pero sí cuatro en cautividad desde 1965). Desató una corriente de protestas e indignación en las redes sociales. Y el golpe fue efectivo, aunque se intente negar: los ingresos de SeaWorld bajaron un 84% y las visitas, un 17%.
SeaWorld enfrenta también creciente presión política. En Washington, un congresista californiano, Adam Schiff, está impulsando una propuesta de ley federal para prohibir la reproducción en cautiverio. Y en octubre, la Comisión Costera de California aprobó un plan de ampliación de la piscina de orcas de SeaWorld, pero prohibió también el apareamiento en cautiverio. Aunque el parque va a retar esa decisión, ha aparcado la ampliación de la piscina.
La vida de Ulises
Ulises se adelantó al veto. En diciembre nació Amaya, su primera cría, y aunque en la web de SeaWorld se asegura que fue de apareamiento natural, cabe la posibilidad de que fuera por un proceso de reproducción asistida (Kalia fue inseminada artificialmente una vez con su semen). EL PERIÓDICO preguntó por su futuro con los nuevos planes y Koontz respondió: «Ulises sigue viviendo una vida maravillosa aquí (...) Seguirá recibiendo el mismo cuidado de calidad y enriquecimiento –físico, social y mental–. Sigue siendo un favorito de los visitantes y es muy querido por los entrenadores. Encuentra en su interacción con los preparadores una experiencia estimulante y extremadamente gratificante».
Ojalá el propio Ulises pudiera hablar. O nosotros entenderle.
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