la batalla por una conducción de petróleo de canadá a tejas
Obama veta el polémico oleoducto Keystone XL
El choque de trenes estaba anunciado y no hubo sorpresas. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, cumplió su palabra y vetó ayer la ley aprobada con el apoyo de la mayoría republicana en el Congreso para construir el Keystone XL, un oleoducto de casi 2.000 kilómetros de longitud que pretende transportar petróleo de arenas bituminosas desde los bosques boreales de Alberta (Canada) hasta el estado de Nebraska, en el centro de EEUU.
Pero Obama no lo vetó porque cuestione las implicaciones medioambientales del proyecto, sino porque los republicanos lo aprobaron por la vía rápida sin esperar a que se agoten los informes de evaluación de la Administración.
Y es que falta todavía que el Departamento de Estado emita un último análisis en el que decidirá si el proyecto responde o no a los intereses nacionales de EEUU. Obama lo dejó claro al fundamentar el veto, el cuarto que pronuncia desde que es presidente. «Este acto del Congreso choca con los procedimientos normales del poder ejecutivo y nos impide considerar asuntos que pueden afectar a nuestro interés nacional, incluida la seguridad y el medioambiente». Pero los conservadores no quisieron esperar. En los últimos años, el Keystone XL ha adquirido más importancia de la que seguramente tiene, convirtiéndose en un asunto casi meramente emocional e ideológico, un símbolo de la batalla que libran los ecologistas y los partidarios de los combustibles fósiles.
Porque tanto que se construya como que deje de construirse tendría un impacto relativamente marginal. Sus partidarios esgrimen que el oleoducto, que transportaría 830.000 barriles diarios de petróleo, creará bonanza allá por donde pase, ayudando a reducir la dependencia estadounidense del petróleo extranjero y abaratando los precios del combustible. Pero un informe del Departamento de Estado rebaja la euforia. Sus analistas calculan que crearía 42.000 puestos de trabajo, pero todos salvo 35 serían temporales, es decir, se acabarían al completarse la construcción.
BOSQUES PULVERIZADOS / Tampoco hay indicios claros de que vaya a reducir las importaciones o el precio del combustible, porque parte del crudo canadiense se exportaría eventualmente desde las refinerías del golfo de Tejas y porque el precio del carburante depende en gran medida de los mercados globales.
Los argumentos ecologistas tampoco son apabullantes. El principal esgrime que cada barril de petróleo de arenas bituminosas genera un 17% más de emisiones de dióxido de carbono que uno de crudo convencional porque se utiliza mucha más energía durante la extracción. El bitumen se extrae en minas a cielo abierto que están pulverizando los preciados bosques boreales de Alberta. El problema es que esos yacimientos se van a seguir explotando nazca el Keystone o no. Por el momento, ese petróleo se transporta en camiones, trenes u oleoductos alternativos. Y hay accidentes de tren cada dos por tres.
En cualquier caso, Obama ya ha insinuado que no le convence nada el proyecto y que, posiblemente, aunque el Departamento de Estado le dé el visto bueno, acabe vetándolo. «Es muy bueno para las petroleras canadienses y su industria, pero no comportará demasiados beneficios para el consumidor estadounidense», dijo en diciembre.
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