El apoyo a los chicos con altas capacidades

Nico quiere ser astrofísico

La familia de un niño con altas capacidades espera que el protocolo mejore la situación

Ruth Andreu, con su hijo Nico y la amiga de este Violeta, en un parque de Barcelona.

Ruth Andreu, con su hijo Nico y la amiga de este Violeta, en un parque de Barcelona.

M. J. I.
BARCELONA

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Cuando Ruth Andreu recibió la llamada del profesor de su hijo Nico recomendándole que le hicieran unas pruebas para determinar si era un niño con altas capacidades intelectuales, no se extrañó en absoluto. Ya lo intuía. Su primogénita, ocho años mayor, ya había sido una niña superdotada y, con ese antecedente, Ruth ya había adivinado que Nico iba por el mismo camino.«Además, me habían dicho que no es extraño que se produzcan repeticiones en una misma familia», recuerda la madre. Lo que no se imaginó es que el caso de Nico iba a ser tan distinto del de su hermana. «El niño tiene otros intereses, muy distintos a los de la niña, y cada vez vemos más claro que necesita de algún programa de refuerzo»,explica.

Así, mientras las ansias de la mayor por aprender más y más cosas se vieron satisfechas con las actividades artísticas (danza y música) que ofrece la escuela a la que asistía la niña -y a la que ahora también acude Nico-, «con él, todo eso no es suficiente»,prosigue la progenitora. Al chico le apasiona la ciencia -adora la astrofísica- y por eso, él, en el colegio, se aburre soberanamente.

«Después de habernos puesto sobre la pista para la detección, ahora nos encontramos con que la escuela no tiene recursos para atenderlo»,lamenta esta madre, que se debate entre la rabia y la impotencia porque ve que su hijo no lo está pasando bien.«Espero que ahora, con este nuevo protocolo, las cosas empiecen a cambiar»,comenta.

Ellos se reconocen

Nico, de nueve años, que toca la trompa y anda todo el día con un libro entre manos, ha fundado, junto con su amiga Violeta (una compañera de clase también con altas capacidades intelectuales), el Club del Universo. Es su manera de dar rienda suelta a su alto potencial creativo. «Es curioso ver cómo los niños superdotados se reconocen los unos a los otros, cómo se buscan entre sí», comenta Ruth.

«Él no aprende en la escuela. Lo hace en casa, conectándose a internet y buscando por su cuenta las informaciones que le interesan. Explora los temas de ciencia y él mismo organiza sus propios trabajos de investigación»,cuenta la madre.

«Esto no debería ser así. Todo menor, aunque sea un menor superdotado, tendría que aprender bajo la tutela y supervisión de un maestro y, a poder ser, en el aula»,objeta Milagros Valera, pedagoga y miembro de un equipo de trabajo que desde hace 12 años investiga sobre los menores con altas capacidades en Catalunya. Valera defiende la importancia de que los chicos sigan, siempre que sea posible, en su entorno habitual. Otra opción, prevista en la guía presentada ayer y cada vez más aplicada, es la aceleración de curso o, dicho de otro modo,«saltarle un curso e integrarlo en el grupo de niños un año mayores»,indica la especialista.«Nosotros lo hemos solicitado formalmente para Nico, pero nos dicen que no creen que sea lo más indicado en su caso»,replica, en este caso, Ruth.

Como les ha ocurrido a tantas familias catalanas con hijos superdotados, la de Nico tuvo que recurrir a entidades privadas para saber que era un niño con altas capacidades intelectuales. Ahora siguen recurriendo a asociaciones privadas para que el niño pueda desarrollar todas sus habilidades intelectuales y creativas.«Asiste a las actividades de la Fanjac, la asociación de familias de niños y jóvenes superdotados, y es allí, cuando está creando, cuando juega con chicos como él, cuando se le ve más feliz»,explica Ruth.