oleada de heroína

Dos nuevas ocupaciones en un bloque con narcopisos enervan a los vecinos del Raval

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María Jesús Ibáñez / Guillem Sànchez / Barcelona

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La sorpresa de Lluís ha sido mayúscula cuando este lunes, al atardecer, llegaba al piso que ha comprado en el número 18 de la calle de Sant Vicenç, en el Raval de Barcelona, y se ha encontrado con que no podía entrar en casa. Alguien le había cambiado el bombín de la cerradura y se había instalado en el interior. "Ha tenido que ser en las últimas 24 horas, porque la noche anterior, la del sábado al domingo, estuve durmiendo aquí", exclamaba el chico entre el disgusto y la impotencia.

Dos pisos más abajo, en el segundo, más de lo mismo: Anna, que tiene el piso puesto en alquiler, también se lo ha encontrado ocupado por unos desconocidos. Cuando Clàudia, la chica de la inmobiliaria que le tramita la operación, ha llamado a la puerta esta tarde, le ha abierto una pareja que ha asegurado que esa era su casa. "Un tipo les ha dado la llave por 100 euros por la calle", explica que le han dicho. "Pero está claro que es una milonga", afirma la joven.

La alarma no ha tardado en correr por el barrio, que lleva semanas denunciando la plaga de narcopisos. En el mismo edificio de la calle de Sant Vicenç, de hecho, hace días que hay uno. "Y a los tipos que están en el piso de Lluís los conocemos porque han estado ya en otros narcopisos... Uno de ellos, ha ocupado tres en la última semana", cuentan los vecinos. 

Compran la dosis y se pinchan in situ

"Son viviendas que se están utilizando para vender drogas y que, de paso, ofrecen a los adictos un lugar en el que pincharse tranquilamente", denuncia el vecindario, que, harto de ver como cada día los traficantes imponen su ley, han empezado a realizar actos de protesta para atraer la atención de las Administraciones y que estas intervengan de una vez. "Estamos haciendo hasta tres caceroladas simultáneas, a las 10 de la noche en distintos puntos del Raval, y repartimos carteles advirtiendo a los propietarios para que tomen medidas si dejan su casa vacía", explica Júlia, una de las participantes en las movilizaciones.

La marcha de vecinos, víctimas de la especulación inmobiliaria liderada por empresas de inversión, ha dejado decenas de casas vacías en el barrio, que son oportunamente ocupadas por los camellos. Los Mossos d'Esquadra y la Guardia Urbana calculan que en los últimos tiempos han detectado más de medio centenar de estos narcopisos. Esto significa que, en lugar de acudir a la narcosala o Centro de Atención y Seguimiento (CAS) de la calle de Santa Madrona, los toxicómanos han vuelto a deambular por el Raval, donde obtienen dosis baratas y un colchón en el que pasar el primer subidón.

Ajenos al problema

"Si los dueños de los pisos ocupados son vecinos de Barcelona, en seguida se actúa...", comenta Toni Salas, otro de los vecinos de toda la vida. El problema surge cuando la propiedad es de un banco o de un fondo de inversión, que "ni se molestan en presentar denuncia, o en tapiar las casas vacías". Los problemas de convivencia que originan estos narcopisos les son ajenos.

Por eso, este lunes, mientras los agentes de la Guardia Urbana trasladados a la calle de Sant Vicenç toman nota para levantar atestado sobre las ocupaciones de los dos nuevos pisos, "por usurpación de domicilio", un estruendo de ollas, de latas, de tapaderas y de otros utensilios metálicos ha empezado a atronar por medio Raval. A pie de calle y también desde muchas ventanas. A gritos y por escrito, en las pancartas: 'Traficants foteu el camp'.