PRESIDENTA DE ÒMNIUM CULTURAL

Muriel Casals: «La defensa de la lengua y la cultura es una actitud política»

«La defensa de la lengua y la cultura es una actitud política»_MEDIA_1

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JOSE RICO
BARCELONA

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«De intereses varios, disponible y dispuesta para colaborar en iniciativas y trabajar en equipo». Con los brazos así de abiertos se presenta Muriel Casals en la página web de Òmnium Cultural, entidad que acaba de cumplir sus bodas de oro y de cuyos destinos se hace ella responsable desde hace dos años. Una capacidad de liderazgo que demostró pronto. A los cuatro meses de asumir las riendas de la asociación, se ponía al frente de la manifestación contra el recorte del Estatut por el Tribunal Constitucional, con un éxito de convocatoria sobradamente conocido. Economista de profesión y mecenas del catalanismo de vocación, la distinción del Català de l'Any sería, en su caso, un premio colectivo: «Votarme a mí es votar a los 28.000 socios, la cincuentena de profesionales y el centenar largo de funcionarios que formamos Òmnium».

Pero antes de ponerse al frente de esta organización, Casals ya había demostrado su sensibilidad con la elaboración de varios libros sobre el pasado industrial de Catalunya, la crisis y la renovación del sector textil y el papel de la mujer en el mercado catalán. Y es que la vida de esta mujer con raíces francesas -nació en Aviñón y su segundo apellido es Couturier- ha sido siempre una vida comprometida con su territorio. Una labor que, defiende, abarca todas las vertientes: «La frontera entre la cultura y la política es porosa. Òmnium es una entidad cultural, pero, en nuestro país, defender la lengua y la cultura se parece a una actitud política, en el sentido más amplio de la palabra. Como dijeron ya hace siglos los sabios griegos, los humanos somos animales políticos y todo lo que tiene que ver con la vida en sociedad tiene una dosis de política». Y haciendo equilibrios en esa difusa frontera se ha movido su entidad desde que, en 1961, la fundaron cinco mecenas (Lluís Carulla, Joan B. Cendrós, Salvador Millet, Pau Riera y Joan Vallvé) en busca de un fondo común para financiar estudios y premios literarios en catalán.

LABOR DE SUPLENCIA / La iniciativa tardó poco en ir más allá. Así, si en sus inicios tuvo una labor de suplencia, desde la sociedad civil, de las instituciones culturales y educativas que el franquismo no dejó existir; 50 años después, ejerce como portavoz de unos sectores sociales favorables a la independencia, cada vez más amplios. «De ninguna manera podemos sustituir la labor de los políticos. Ellos tienen la responsabilidad y, como ciudadana, debo creer que hacen todo lo que tienen que hacer. Pero, a veces, da la impresión de que hace falta empujarles un poco, y eso es lo que una entidad como Òmnium debe hacer», sostiene Casals, que enarbola desde hace un año la bandera de la insumisión fiscal.

El apoyo de Òmnium logró introducir la enseñanza del catalán en muchas escuelas incluso antes de la muerte de Franco (en 1974, 26.000 alumnos; en 1977, 180.000) y dio lugar a las primeras experiencias de inmersión lingüística en el cinturón metropolitano. La protección de este modelo educativo es hoy uno de los caballos de batalla de la asociación, y una de las razones que le enfrentan a sus detractores.

Reconociendo las fortalezas y advirtiendo de las amenazas persistentes, Casals recuerda que la mala situación económica no tiene por qué hacer retroceder el terreno ganado en tantos años, aunque haya menos dinero. «La crisis no es buena, pero en momentos de dificultad económica, la cultura nos enseña cómo reaccionar y cómo sacar fuerzas. El ingenio, la inteligencia y el esfuerzo compensan la falta de dinero».