Un mundo dividido busca una nueva aproximación a las drogas

Droga colorado

Droga colorado / periodico

RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON

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La última vez que los gobiernos del mundo se reunieron en las Naciones Unidas para abordar la lucha contra las drogas, la cita acabó con un propósito inalcanzable: “Un mundo libre de drogas. Podemos hacerlo”. La cumbre avaló la criminalización que ha marcado la “guerra contra las drogas”, una política que la mayoría de los expertos consideran hoy un fracaso colosal. Pero, desde 1998, mucho ha cambiado. Uruguay y cuatro estados de Estados Unidos han legalizado la marihuana; Canadá ha prometido hacerlo y el Supremo mexicano ha dado los primeros pasos en esa dirección; Portugal ha descriminalizado los estupefacientes, y países como Alemania han emulado el modelo suizo para suministrar heroína con receta a los toxicómanos.

Los planteamientos reformistas están en auge y el tratamiento gana espacio frente a la encarcelación. Pero como quedará demostrado esta semana en la sesión especial convocada en la Asamblea General de la ONU para abordar el problema de las drogas 18 años después, el mundo sigue dividido a la hora de afrontar las consecuencias de un negocio ilícito que mueve 380.000 millones de dólares al año. Washington ya no es el principal propulsor de la guerra contra las drogas, una política que ha llevado a millones de consumidores estadounidenses y traficantes de poca monta a la cárcel y que ha devastado a los países que alimentan su mercado, desde México a Honduras o Colombia, sumidos en una infinita espiral de violencia y abusos de los derechos humanos.

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CAMBIO EN EEUU

El cambio de actitud estadounidense, derivado de la epidemia de heroína que afecta a sus clases medias y de la legalización del cannabis en varios estados, ha dejado a Rusia y China como los principales garantes del status quo. “Es necesario utilizar las mismas medidas que se aplican a los líderes de las organizaciones terroristas”, decía el mes pasado el jefe de la agencia de control de drogas rusa, Viktor Ivanov. Moscú y Pekín tienen a su lado a los países musulmanes, que no solo son conservadores por naturaleza sino que carecen comparativamente de un problema importante de consumo, quizás con la excepción de Afganistán e Irak. Todo eso hace que no se esperen grandes cambios en la declaración final de la cumbre.

DECEPCIONANTE

“La declaración final es decepcionante en relación a dónde debería estar enfocada la política global de drogas porque no está anclada en evidencias científicas, en salud pública y derechos humanos”, asegura en una conversación telefónica Ethan Nadelmann, director de la influyente Drug Policy Alliance, una de las organizaciones que abogan por la reforma. “Lo importante son las semillas plantadas, algo que se manifestará en los próximos años”. El documento se pactó antes de la cumbre y, aunque todavía no se ha hecho público, “ignora las nuevas tendencias en numerosos países, especialmente respecto a la reforma de la marihuana”, “omite los llamamientos a la descriminalización del consumo y la posesión” y da prioridad al cumplimiento de las leyes nacionales sobre las políticas de prevención y tratamiento, según la Drug Policy Alliance.

El prohibicionismo y la criminalización están anclados en tres convenciones internacionales, firmadas entre 1961 y 1988 por la mayoría de países del mundo. Pero en los últimos tiempos, según Nadelmann, la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) empieza a arguir que esas convenciones no requieren castigo al consumo y la posesión. “Solo a la producción y la distribución, lo que deja espacio para una reforma importante”.

CARTA A BAN KI MOON

Algunos países han empezado a actuar por su cuenta legalizando la marihuana o despenalizando el consumo, al tiempo que crece la movilización de la sociedad civil. Días antes de la cumbre, que ha comenzado hoy y se prolongará hasta el jueves con debates y discursos políticos, más de un millar de personalidades de la política, la cultura y la academia firmaron una carta dirigida al secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, en la que reclaman el final de la “desastrosa guerra contra las drogas” y una “reforma real” basada en “la ciencia, la compasión, la salud y los derechos humanos”. La misiva lleva la firma de expresidentes y exprimeros ministros de México, Colombia y Holanda, candidatos a la presidencia de EEUU como Bernie Sanders, financieros como Warren Buffet y George Soros, y actores como Woody Harrelson y Jane Fonda.

Que la guerra contra las drogas no ha funcionado, puede darse como un hecho: hace cuatro años la ONU estimó que para 2050 habrá aumentado en un 25% el número de consumidores de estupefacientes en todo el mundo.