VETERANAS ACTIVISTAS

Mujeres de una pieza

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HELENA LÓPEZ / BARCELONA

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El ritual es siempre el mismo. Se reúnen puntuales a las 11 de la mañana en la esquina de la calle de Jaume I con la plaza homónima, en Barcelona, donde a esa hora hay una sombra que se agradece. Cuando están todas, cada día menos, lamentan, desenrollan la pancarta con cuidado, se colocan bien sus pañuelos verdes y empiezan a andar, primero dirección al Palau de la Generalitat. Dan una primera vuelta a la plaza a paso lento, al cántico de “queremos pensiones dignas, no pedimos caridad” y hacen una primera parada en el lado montaña, donde leen el primer manifiesto de la mañana frente al mosso de la puerta, quien por supuesto las conoce. Cada mes un texto distinto. Tras la lectura, otra media vuelta a paso lento y otra sentida lectura en el lado mar. Esta vez de cara al ayuntamiento. Y otra vez a refugiarse en la sombra de la esquina, donde siguen recordando que quieren pensiones dignas, que no piden caridad. Siempre tras su cuidadísima pancarta y con sus pañuelos verdes al cuello. Y siempre el 25 de cada mes. “Ahora damos dos vueltas a la plaza. Pedimos permiso para media hora, pero acabamos reventadas, no creas”, explica Lluïsa Ribes, de 78 años, miembro del grupo desde hace 12 años, cuando enviudó.

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Este año hace 15 que se manifiestan sin tregua el día 25 de cada mes. “Queremos editar los manifiestos. Tenemos muchísimos y son un recorrido por estos años, porque cada mes lo adaptamos a la realidad del momento, que ha cambiado mucho a lo largo de los años, claro, aunque la nuestra sigue siendo la misma”, apunta una enérgica Joana Torrella, una de las fundadoras de la Associació ciutadana pels drets de les dones, más conocidas como 'las mujeres de verde', por el color del pañuelo con el que se identifica este colectivo de mujeres nacido para reivindicar unas pensiones de viudedad más justas.

ACHAQUES Y OBLIGACIONES

Durante los primeros años la manifestación era más larga. Bajaban por la Via Laietana hasta el Palau de Mar. Pero cada vez quedan menos y les cuesta más andar. La que no tiene 70 años es porque tiene 80. “Y nos damos cuenta de que no podemos cortar la Via Laietana 20 personas. Tampoco queremos molestar a nadie. Al principio éramos más de 100, después unas 50, pero nos hemos quedado en 20. Algunas de las del principio son muy mayores y no pueden desplazarse hasta aquí porque les cuesta andar, cuando no tienen algo peor; y otras tienen que cuidar a los nietos porque sus hijos trabajan”, cuenta María Pérez, de 82 años, viuda desde hace 16 y miembro de la asociación desde su creación.

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Las historias de todas ellas son muy similares. La mayoría se asociaron al enviudar, cobran pensiones pequeñas, cuando no muy pequeñas, y tienen este encuentro mensual como una fecha señalada en su agenda. Además del motivo de fondo, pedir una pensión digna, es también una forma de encontrarse, de ir al centro. De tomar un café y charlar tras la protesta.

Se manifiestan siempre los días 25 porque fue un día 25 cuando fueron a Madrid a entregar en el Congreso las 730.000 firmas recogidas entre los años 1997 y 2000 para pedir aquello por lo que llevan 15 años, mes tras mes. “La asociación se formalizó para poder entregar las firmas en nombre de alguien”, recuerda Torrella. Las que fueron a aquella visita al Congreso la recuerdan casi tanto como las socias nuevas. Se nota que el episodio ha sido rememorado en incontables ocasiones año tras año. “Cuenta lo de cuando secuestraron el autobús”, insiste una de las mujeres, quien todavía no formaba parte del grupo en aquel momento, pero tiene la anécdota tan presente como la que más. “No fue un secuestro, pero sí es cierto que no nos dejaron bajar a todas del bus para evitar que protestáramos delante del Congreso. Solo pudieron bajar las representantes; el resto tuvo que esperar arriba”, puntualiza Torrella.

"QUE NOS VEAN LA CARA"

“La idea de la recogida de firmas fue de Pilar Mora, que aún vive, pero está muy enferma y ya no puede venir a las concentraciones”, prosigue Torrella, quien tiene clarísima la respuesta al ser preguntada sobre si, vistos los escasos resultados, han pensado en tirar la toalla. “Seguiremos viniendo. Pedimos algo que es justo y, cómo mínimo, que nos vean la cara”, expone con decisión.

Pese a que en la plaza de Sant Jaume cada día no hay una, sino dos, tres o cuatro concentraciones, las mujeres de verde son conocidas por todos los funcionarios del ayuntamiento y de la Generalitat por su tenacidad y veteranía. “Quien más bajaba a saludarnos era Maragall”, concluyen satisfechas tras su última concentración antes del parón veraniego. En octubre volverán. “¿Cómo no vamos a volver, si encima será nuestro 15º aniversario?”, se despiden optimistas.