"Tener hijos es injusto, por eso me he esterilizado"

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MARÍA G. SAN NARCISO / BARCELONA

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No es una causa relevante de que la tasa de fecundidad de las españolas sea la más baja de la Unión Europea, 1,2 hijos por mujer, eso lo han conseguido la discriminación laboral de la mujer y las paupérrimas políticas de apoyo a la natalidad y la familia. Pero si el antinatalismo, en la actualidad muy minoritario, arraigara no ayudaría precisamente a solucionar lo que ya es un problema demográfico.  

Audrey García tenía 35 años cuando acudió al CAP Manso de Barcelona para esterilizarse. No tenía hijos. Ni problemas de salud. No tenía nada que la obligase a tomar una decisión así salvo la certeza absoluta de que no quería traer más niños al mundo.

Allí le preguntaron su edad y si estaba segura de su decisión. Lo hicieron varias veces al tiempo que le recordaban que una operación así es definitiva. No habría vuelta atrás. Y así lo quería ella. Optó por hacerse el método 'essure', una intervención menos invasiva que la ligadura de trompas. Consiste en introducir un dispositivo (parecido a un muelle) que se inserta por el cuello del útero hasta colocarlo en las trompas de Falopio, produciendo una inflamación del tejido que obstruye el paso de los espermatozoides. La intervención duró solo 10 minutos. 

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DECISIÓN POLITIZADA

García, de Barcelona y responsable de comunicación, sabía que no quería tener hijos. No se veía con ellos. Pero ahora, a sus 38 años, reconoce que su decisión está más politizada. "Es una reivindicación feminista en el sentido de que haces con tu cuerpo lo que te da la gana, porque tienes ese derecho. Y a nivel político, descubrí unos textos del siglo pasado que reivindican desde un punto de vista obrero el hecho de no fabricar más esclavos del sistema. Que se haga huelga de vientres", dice. Pero tiene otro argumento que también pesa: "No veo justo dejar a nuevas personas en un mundo que ya es muy complicado para los adultos actuales". "Además, en el 2017 todavía hay personas que pueden elegir tenerlos y otras están forzadas. Mueren personas porque no pueden abortar", añade.

García es una de las caras más visibles en España del antinatalismo, una corriente global de la que cada vez se habla más. La siguen personas de todo el mundo que no solo no quieren reproducirse, sino que también adoptan una postura que está realmente en contra de que se tengan hijos. Algunos lo hacen por motivos medioambientales, feministas o para luchar contra la sobreexplotación animal, mientras que la mayoría creen que así se evita el dolor ajeno; el de una persona que aún no existe. Muchos de ellos han encontrado en internet su lugar de debate, en páginas como 'Antinatalismo para todos y todas' en Facebook, que cuenta con más de mil seguidores activos.

INTELECTUAL DE CABECERA

Uno de los intelectuales más leídos en estos grupos es David Benatar, profesor de Filosofía de la Universidad de El Cabo y uno de los máximos exponentes del antinatalismo actual. "Es curioso que mientras la buena gente se esfuerza mucho por evitar que sus hijos sufran, pocos parecen darse cuenta de que la única manera garantizada de prevenir todo el sufrimiento de sus hijos es no llevar a esos niños a la existencia en primer lugar", escribe en su libro 'Better never to have been: the harm of coming into existence' ('Mejor no haber sido: el dolor de llegar a la existencia'), publicado en el 2006 por Oxford University Press. 

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Algo así piensa la también barcelonesa Marilu. "No es ético imponer la vida. Es una decisión que estás tomando por alguien que va a sufrir las consecuencias de ello". Tiene cerca de 30 años y es administrativa. La primera vez que intentó esterilizarse tenía apenas 26. Fue al médico de cabecera para pedir su cita con el ginecólogo. "Pero el ginecólogo solamente me quería dar información de las píldoras anticonceptivas, no de la ligadura de trompas, ni siquiera del DIU", explica. Al ver que por la sanidad pública no podría hacerlo llamó a distintas clínicas privadas. Pero le contestaban que tenía que ir al psiquiatra. En una ocasión le preguntaron si tenía pareja y, en ese caso, si esta estaba de acuerdo. "Cuando le dije que sí me preguntó que qué pasaría si lo dejaba con mi pareja y encontraba a otra que sí quería tener hijos", recuerda. "Al final me limitaba a enviar correos hasta que uno me contestó que sí". Se esterilizó el año pasado. Le costó 1800 euros.

PRESIÓN SOCIAL

García y Marilu son dos ejemplos de mujeres que no quieren tener hijos a pesar de la presión que la sociedad ejerce sobre ellas. "Se te va a pasar el arroz", "¿y si luego conoces a una persona que te hace cambiar de opinión" o "eso lo piensas ahora", son algunas de las frases que escuchan cada vez que dicen que rechazan embarazarse.

"Un hombre que no quiere hijos parece normal, parece que está asumido, pero una mujer que no quiere no se acepta", dice García. "La primera vez que dije en el trabajo que no quería hijos, sin nombrar siquiera el antinatalismo, se me quedaron mirando como si dijera que como bebés", explica Marilu. 

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Pablo Gómez es barbero. Se hizo una vasectomía en Barcelona en el 2008. Tenía entonces 28 años. Su pareja era alérgica al látex, las terapias hormonales no le iban bien y no querían tener hijos. Por entonces, la intervención más rápida, barata y menos invasiva para uno de los dos era la vasectomía. Le costó 400 en una clínica privada de Barcelona. "Calderilla", según dice, al lado de lo que podría costarte tener un niños.

EGOÍSMO

Gómez se considera antinatalista. Opina que no está bien traer niños al mundo, aunque no juzga a quienes eligen tenerlos. "Traer a alguien que no te ha pedido venir al mundo y a quien vas a dejar en una situación que desconoces, porque no sabes cómo va a ser el mundo en 20 años, tal vez sea un acto egoísta. En cambio, se podría acoger a alguien que ya existe", dice.

"Las personas que no tenemos hijos podemos cuidar a otras personas. Incluso cumplimos una parte importante en la sociedad. Yo no tengo hijos pero voy a adoptar animales, es el tercer galgo que adopto", dice. Y aunque algunos lo crean, ser antinatalista no es sinónimo de que no te gusten los niños, remarcan los tres. Todos ellos insisten en que más bien se trata de todo lo contrario: proteger a los que todavía no nacieron.