La guarida de los Mossos

Cuatro agentes crean una asociación que da clases de refuerzo a policías en una nave secreta

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GUILLEM SÀNCHEZ / BARCELONA

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Cuando la violencia estalla, el organismo se estresa, el corazón late en la garganta y la mente se nubla. Inevitablemente al ser humano le invade una sensación de peligro que provoca que el resto del mundo deje de existir. En ese estado, aparece con nitidez la soledad del policía: se evaporan las órdenes de sus superiores, se difuminan los protocolos y se confunde la obligación con el impulso de supervivencia.

“Detrás de cada policía hay una persona”, subraya un instructor. Lo remarca porque quiere dejar claro que es natural que las dudas y los temores se presenten durante una actuación policial. En el Institut de Seguretat Pública (ISP) aprendieron a reducir a un hombre violento, pero en la calle “todo cambia” y aquella educación cada vez queda más lejos. “No es fácil”, repite incansable este entrenador, tratando de acuñar un mantra.

La clase tiene lugar en una nave secreta, en un polígono del Vallès Occidental. Aquí, tres mossos y un guardia urbano de Barcelona construyeron hace un año una escuela para policías alternativa. Los agentes acuden para entrenar, mejorar una formación que consideran insuficiente y recibir charlas, sobre yihadismo, por ejemplo.  

150 POLICÍAS

La asociación nació con el nombre de ‘Cops Cave’. "La guarida de los policías”, traducen. Para entrar es necesario ser miembro de un cuerpo de seguridad y pagar una cuota para sufragar los gastos que genera. En un año, solo con el boca oreja entre compañeros, han acogido a 150 agentes, algunos de policías locales, Guardia Civil o Policía Nacional.

El espacio que han adecuado para formarse consta de tres áreas distintas. En la primera está el tatami. Descalzos y desarmados se revuelcan por el suelo para enfrentarse a todas las peleas posibles. “Un atracador armado quiere huir, ¿cómo se lo impides?”. “Ahora un sospechoso al que hay que identificar se niega a mostrar el DNI, ¿cómo le obligas?”. Intercambian papeles para ponerse en el lugar de los agentes que reducen a un detenido pero también en el del hombre reducido.

En la segunda tienen un gimnasio con pista de escalada, cuerdas para trepar y pesas. “La preparación física deja espacio libre en la cabeza para pensar”. En la tercera han construido con madera de palés una 'killing house', el decorado que en los centros de formación policial sirve para simular irrupciones en los domicilios. En cada habitáculo hay cámaras para analizar cada entrada. El objetivo es “integrar conductas” que ayudan a mitigar “el efecto túnel”. La tensión provoca que la visión se estreche y “se corran riesgos que son evitables”.

POCA FORMACIÓN

Entre los fundadores hay integrantes del Grupo Especial de Intervenciones (GEI) o de la Brigada Móvil (Brimo). Dos unidades que reciben formación permanentemente. Sobre todo la primera, responsable de llevar a cabo las operaciones que entrañan más peligro. Pero casi todos los alumnos son agentes de Seguridad Ciudadana, la división que aglutina a la mayor parte de los policías, “los que están en la calle durante todos los días”.

Estas patrullas solo reciben formación para esposar y de tiro en sesiones de cuatro horas, una vez al año. “Y eso en el mejor de los casos”, aclara el portavoz de la Trisindical, Toni Castejón, que añade que estos agentes se topan con situaciones violentas “sorpresivamente”. Algo que complica "“mucho cualquier actuación”.  Este suplemento formativo que se han buscado por su cuenta los policías en la ‘Cops Cave’ en realidad está cubriendo una “necesidad” que no atiende el Departament d'Interior, critica Josep Miquel Milagros, portavoz del sindicato USPAC.