INFORME DE UN COMITÉ DE OBSERVACIÓN

Un monte sin salida

Atrapados 8 Subsaharianos en el monte marroquí del Gurugú, en noviembre pasado, a la espera de una oportunidad para saltar la valla de Melilla.

Atrapados 8 Subsaharianos en el monte marroquí del Gurugú, en noviembre pasado, a la espera de una oportunidad para saltar la valla de Melilla.

MAYKA NAVARRO
BARCELONA

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Más que nunca los campamentos del monte Gurugú en Marruecos se han convertido en un callejón sin salida para los cientos de subsaharianos que sueñan con saltar la valla y alcanzar Melilla. Desde que a primeros de junio acabó de instalarse la nueva malla antitrepa, en las dos caras de los 10 kilómetros de vallado, solo 22 de los 2.500 inmigrantes que lo han intentado han logrado cruzar.

El jueves por la noche otro grupo de 500 hombres fue detectado por el helicóptero de vigilancia descendiendo de los campamentos en dirección a la valla. La Guardia Civil alertó a sus vecinos. El Ejército marroquí ahuyentó a la columna de subsaharianos que descendía en fila india sin darles opción de acercarse al vallado.

El reiterado fracaso de las intentonas de salto está dificultando la ya dura convivencia en los campamentos. A la frustración por las dificultades de superar la valla se ha unido la represión marroquí que en las últimas semanas visita cada vez con más frecuencia los campamentos para intentar incautarse de los artilugios que utilizan los subsaharianos para saltar.

Se trata de escaleras de gran altura fabricadas con ramas para apoyarlas sobre el vallado y sortear la malla antitrepa. Aunque el principal utensilio que están utilizando los inmigrantes son garfios, unos ganchos de hierro que sirven para manipular grandes bloques de hielo y que enganchados a cada mano les permite encaramarse por la tupida red metálica que cubre la valla.

Ganar tiempo

Saltar se ha convertido en un ejercicio muy lento. Si antes un inmigrante podía superar los seis metros en menos de un minuto, el tiempo que necesitan ahora es tanto que permite la movilización del Ejército marroquí y de la Guardia Civil. «Es una medida de demora muy eficaz que permite a la Guardia Civil un mejor tiempo de respuesta», explican fuentes de la Delegación del Gobierno de Melilla. Los responsables de las fuerzas de seguridad encargadas de la protección de la valla advierten de que la nueva malla por sí sola, sin guardias civiles ni militares marroquí, no impediría los saltos, «porque solo ayuda a evitarlos». Por eso insisten en la necesidad de mantener el actual refuerzo en el despliegue de guardias civiles en Melilla.

El descenso de saltos ha aliviado ligeramente la congestión del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla. A finales de mayo el establecimiento, concebido para 400 personas, llegó a acoger 2.400 inquilinos. Su director, Carlos Montero, consiguió montar casi a empujones por falta de espacio 48 tiendas de campaña cedidas por la Cruz Roja y el Ejército, de las que ya solo 19 siguen instaladas.

En el CETI ayer había 1.280 personas, de las que la mitad eran sirios que entraron a Melilla con documentación falsa por el paso de Beni Enzar. Los sirios no saltan la valla, son familias que huyen de la guerra pagando fortunas para llegar a Europa. Si se mantienen los traslados semanales a la península de un centenar de personas, el CETI volverá a estar por debajo de las 900 personas y podrá reanudar las actividades que quedaron interrumpidas por las aglomeraciones, como las clases de castellano o los talleres para la cincuentena de niños que vive en el centro.