Un "monstruo" suelto por el Empordà

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / ESPOLLA

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Le contrataron, primero en el 2014, como socorrista, y luego, en el verano del 2015, como monitor de una actividad deportiva bautizada con el nombre de ‘Esportiueig’ y en la que participaron jóvenes de 12 a 17 años de los municipios gerundenses de Espolla, Sant Climent Sescebes y Capmany. «Su currículo era impecable y en ningún momento se nos informó de los hechos que había cometido ese monstruo», explica Àlex Terés, gerente del Consell Esportiu de l’Alt Empordà, el organismo que le fichó durante aquellas dos temporadas. Es más, agrega Terés, en las entrevistas de trabajo que en su momento mantuvo con Joaquim Benítez, este explicó que «había abandonado su trabajo en un colegio de Barcelona para dedicarse a cuidar de su hermano, que vive desde hace tiempo en el Empordà y sufre una discapacidad intelectual».

«Por eso no nos extrañó que una persona de esa edad buscara un empleo tan temporal como aquel», indica. Ahora, los responsables de la entidad comarcal, organizadora de encuentros deportivos por toda la comarca, y los alcaldes de las tres localidades donde trabajó el pederasta confeso no salen de su perplejidad y se sienten engañados. Lamentan la falta de mecanismos de control, «de filtros», dice el alcalde de Espolla, Carles Lagresa, donde Benítez pasó los dos últimos veranos. «Tendría que existir algún sistema para que las organizaciones que trabajamos en este sector, con gente joven, pudiéramos comprobar a quién estamos contratando, introduciendo por ejemplo en un ordenador el número del DNI», propone Terés. El Gobierno, de hecho, ha empezado ahora a regular estas cuestiones, con la creación de un registro de delincuentes sexuales y la prohibición de que estas personas puedan trabajar en contacto con menores de edad.

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El trabajo en el ‘Esportiueig’, detalla el gerente, consistía en «montar actividades al aire libre con los chavales inscritos en el programa, siempre en horarios diurnos y en instalaciones situadas junto a las piscinas municipales de los tres pueblos». «Eso permitía -subraya- que los padres fueran supervisando a sus hijos». 

Con todo, los alcaldes han decidido este sábado, en una reunión de urgencia celebrada en el Ayuntamiento de Espolla, que «ante la inquietud que pueden representar los hechos conocidos los últimos días entre los padres que llevaron a sus hijos al ‘casal’ de verano», en breve habrá una reunión informativa, que contará con el asesoramiento de especialistas en asuntos de infancia y adolescencia y de los Mossos d’Esquadra.

COMIDA DE JUBILADOS

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Tanto los ayuntamientos como el organismo dependiente del Consell Comarcal de l’Alt Empordà, que aseguran que hasta el momento no han tenido conocimiento de ningún caso de abuso en las poblaciones por donde Benítez ha campado estos últimos años, están ahora intranquilos. Ahora, porque hasta hace apenas tres días Benítez era visto como un hombre afable, dispuesto a colaborar con los vecinos, a participar en actividades ciudadanas como la comida que los jubilados de Peralada tienen prevista para el próximo 28 de febrero. 

Allí, explican vecinos de la localidad, donde vivió hasta hace un año y medio antes de retirarse a un paraje aislado entre bosques, se le esperaba (al menos hasta este sábado) «para ayudar como camarero», señaló uno de los coorganizadores de la cita, que vive a dos puertas de distancia de la casa alquilada que Benítez y su hermano mellizo ocuparon los primeros tiempos después de marcharse de Barcelona.

El mismo acusado confesaba, en su entrevista exclusiva con EL PERIÓDICO, que durante los cuatro años que lleva residiendo por la zona, desde que en el 2011 dejó el colegio de los Maristas de Sants-Les Corts, ha desempeñado diversos oficios. «He sido hasta socorrista en una piscina», contó antes de asegurar que no dispone de ahorros, con lo que difícilmente, dice, podrá asumir las indemnizaciones económicas que puedan reclamar sus víctimas.

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Acabando de pintar la puerta del garaje, en camiseta y acompañado por sus dos perros. Así se encontraba Benítez cuando llegaron a su casa los periodistas de este diario. El hombre, que minutos después se puso una sudadera azul, incluso les ofreció asiento frente a su pequeña vivienda. Parecía tener ganas de hablar, de dar explicaciones. A su hermano le pidió que se fuera para dentro con los canes. «No quiero que se preocupe», alegó. Su hermano mellizo, al que el pederasta confeso insiste en mantener a toda costa en el anonimato, ha sido también una excusa para el imputado. La razón por la que nadie cuestionó su presencia, una explicación plausible para quienes le preguntaban.