ACTO DE PROTESTA CONTRA UNA FIESTA POPULAR

Minotauro abucheado

Acto antitaurino

Acto antitaurino / periodico

SÍLVIA BERBÍS
SANT CARLES DE LA RÀPITA

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Son las cuatro de la tarde de ayer y el sol cae a plomo. La hora de la siesta en Sant Carles de la Ràpita es más densa y quieta en plenas fiestas quinquenales. Fuera del templo ha terminado hace unas horas la procesión dedicada a la patrona, y en la inmensa plaza la veneración se ha trastocado en un vacío tenso y sofocante. Uno de los laterales se abre a otra plazuela, donde empieza una actuación fuera de programa. Apenas una decena de activistas de Anima Naturalis y Pacma, las dos organizaciones antitaurinas convocantes, acaban de ensogar a uno de sus miembros para protestar contra los correbous.

Una gruesa cuerda de esparto rodea el cuello del joven en el papel de cerril, que a cuatro patas y solo ataviado con un calzoncillo empieza a avanzar por el caliente asfalto. Gatea lentamente. Brilla de sudor. Tras él, una pancarta negra: Vivan los toros. En unos minutos, de cada bocacalle, de cada bar, de algunas puertas, de las terrazas, van saliendo grupos de jóvenes dispuestos a defender la tradición de los bous. Parece que de nada ha servido la llamada del día anterior del concejal de fiestas, vía radio, solicitando la ausencia de gente en el acto.

La mayoría no puede evitar burlarse del chocante espectáculo, aun cuando el hombre ensogado deja caer un líquido viscoso rojo de su boca simulando un desangramiento. «Este toro no corre, que no venga a nuestras fiestas», grita un muchacho entre risotadas. «Pero si parece una cabra», bromea otro. «Oye, ¿ya sabes que en la Rambla de Barcelona te multarían por ir así en calzoncillos?», le advierte un tercero. Siempre hay alguno más observador: «Esto es una manipulación, porque nosotros no ponemos la soga así rodeando el cuello del toro». Incluso los mossos que acompañan al militante animalista no disimulan la sonrisa.

El hombre ensogado avanza despacio y para subir el tono realista de la representación, los antitaurinos empiezan a insultar al supuesto astado. Los insultos encrespan a los ya más de un centenar de defensores de los bous que rodean al grupo insurgente, los cuales van elevando el tono del griterío y el grado de los descalificativos. «Esta gente no está bien de la cabeza», apunta una mujer sorprendida por el espectáculo. «Ostras, tú, tanta faena que hay en esta época de siega y aquí estos exhibicionistas perdiendo el tiempo», comenta un hombre con aspecto de arrocero.

Exaltación creciente

Tras media hora de avance lento, y con la comitiva cada vez más exaltada y numerosa, el hombre ensogado llega a la puerta del ayuntamiento, se libera de la cuerda y alcanza el coche. «Lo que hemos querido mostrar con este acto es que en estas modalidades de bous como el capllaçat o el embolat hay maltrato, y pensamos que deberían abolirse porque en pleno siglo XXI tenemos que evolucionar», apunta tras la actuación Laia Jorge, portavoz de Anima Naturalis en las Terres de l'Ebre.

«A mí lo que me repugna es que venga esta gente de Barcelona a decirnos lo que tenemos que hacer y a atacar nuestras tradiciones», espeta un aficionado a los bous. «Pues a mí, ni me agradan ni me desagradan, pero si no me gusta el fútbol, no voy a cortar la Diagonal de Barcelona, y yo iba conduciendo y me han cortado el tráfico por una payasada que no viene a cuento», lamenta otro espontáneo.

Al final, con el émulo de bou ensogat ya en el vehículo, camino de su redil, el grupo de periodistas que cubre la convocatoria acaba siendo el objetivo de los insultos de algunos exaltados que hacen tiempo hasta las seis de la tarde, cuando ha de saltar a la calle el segundo toro, esta vez real, de las fiestas del Barri.