La entrevista

Millet: "Supongo que en muchas entidades me llaman para que salga mi apellido"

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A principios del 2001, el entonces factótum del Palau de la Música y del Orfeó Català fue entrevistado por los periodistas Pere Cullell y Andreu Farràs. Estaban escribiendo un libro, ‘L’oasi català’ (Planeta, 2001) sobre las élites políticas, económicas y culturales de Catalunya y Fèlix Millet Tusell constituía una pieza clave para analizar este entramado, no solo por los cargos directivos que ocupaba en numerosísimas entidades, sino por pertenecer a una de las familias más ilustres de Catalunya del siglo XX. En la entrevista que concedió Millet hace ochos años y que EL PERIÓDICO publica ahora íntegra por primera vez, el que fuera directivo del Palau, el Liceu, La Caixa y el FC Barcelona expone sin ambages sus experiencias y opiniones sobre lo más granado de la llamada sociedad civil. 

-Hemos querido hablar con usted porque, de una u otra forma, le encontramos al frente de dos de las instituciones más importantes del país: el Barça y el Palau de la Música. ¿Por donde desea empezar?

-Es indiferente.

–¿Comenzamos por el Barça?

–Yo entro en el Barça porque me lo pidió Josep Lluís Núñez. Ya hace unos años, en tiempos de Agustí Montal, el Barça tenía la intención de hacer una fundación. Incluso yo me encontré unos estatutos de la época de Agustí en un cajón. Entré en la junta directiva en 1993. Y en la fundación en 1994. Quedo a almorzar con Núñez y me dice que quiere que me incorpore. Me gusta la idea y me gusta el Barça, más allá de las polémicas futboleras de que si a Guardiola le hace daño la barriga, etc. Me gusta el fútbol. El fútbol se mueve ahora en unos parámetros que basta mirar los diarios. Le digo a Núñez que de acuerdo. Entro en el Barça como vicepresidente del club y como vicepresidente de la Fundació. Encargo unos estatutos nuevos y la Fundación del Barça comienza a desarrollarse. Primero para atender las necesidades internas, porque el Barça, además del fútbol, tiene las secciones, y están los chavales que estudian, y que si hay entreno de juveniles y cadetes, coincide con horas de clase. De los 3.000 tal vez saldrán dos, tres o cuatro que puedan ser grandes jugadores. Y si no les das una formación triste favor les haces.

La fundación dedicaba 1.000 millones [de pesetas] al año, 900 y pico, por actividades no profesionales del entorno del club. Fútbol, balonmano, basquet y hockey… Y eso lo absorbió la fundación, porque era dinero del fútbol, sobre todo dinero de televisión y compañía. Puse en marcha la fundación, y al cabo de tres años ya recaudaba estos 1.000 millones. Mañana ya presento el equipo de basquet de minusválidos que el Barça patrocina. Hay cosas que tendrán más imagen en el exterior. Ahora entraremos en actividades sociales, cívico-culturales. La primera etapa con Núñez fue esta.

Después hay unas elecciones [a la presidencia del FC Barcelona]. Yo apoyo a Lluís Bassat. Joan Gaspart, que en principio no se presentaba, se presenta y gana. Joan me pide que continúe llevando la fundación. Le puse unas condiciones y adelante.

–¿Su entrada en la directiva del Bar-ça debe entenderse como la entrada de la llamada sociedad civil de siempre en el Barça?

–Un poco sí, en el Barça de Núñez. El Barça ya había sido un club de dicho tipo, en tiempos de Montal y de Narcís de Carreras. En la época de Núñez hubo una ruptura, incluso provocada por los de siempre, los del porró, que decía [Nicolau] Casaus. Tal vez sí. Él sabía lo que se había hecho aquí [en el Palau de la Música], yo también intervine en todo cuanto era la Fundación del Liceu, y también me gusta el fútbol. Los pensamientos de Josep Lluís Núñez son muy difíciles de adivinar. No sé si fue para hacer entrar la sociedad civil o para qué.

Yo diría que quería impulsar la Fundación, tirar adelante con ella y no se salía. Con una cosa como el Barça que tiene esta popularidad que parece mucho más fácil bajo el punto de vista de imagen y de publicidad encuentras enseguida gente que quiere colaborar. Pero el dinero no lo dan porque sí. Hay una contraprestación sobrevalorada, se dan unas tribunas, se da un pack publicitario. Más que mecenazgo es un patrocinio, porque si vale un millón te dan 15. Pero la gente se apunta para ir a la llotja del Barça, porque  si quieres hablar con el [ministro de Asuntos Exteriores] Josep Piqué lo pillas en la media parte allí y no es preciso que pidas hora y te esperes 15 días. Es verdad.

Y como este caso, muchos. Ya se lo digo a los políticos: «En el Palau [de la Música] no os veo el pelo y en el palco del Barça, os veo a todos». Y ahora me encuentro que de todo lo que les daba no me queda nada. Y estoy con lista de espera. Es una Fundación impensable.

Y lo mismo que hice con Núñez ahora lo puedo ampliar con otras actividades que antes el presupuesto no lo permitía. José Luís es bastante rácano, no le gustaba. Potenciando los patronos. A través de patronos ahora he puesto a Josep Carreras, Antoni Tàpies, Miquel Roca, gente así en la junta directiva. Una fundación como el Barça debe tener gente representativa del país, tú. No nos tenemos que limitar. Y Núñez decía «las votaciones, las votaciones».

–O sea que la Fundación del Barça no funcionó hasta que usted llegó mientras que la del Palau funcionaba. ¿Ahora los patrocinadores de las familias prefieren ir al Barça?

–Yo en estos momentos, a la Fundación del Palau estoy incorporando gente joven. Gente joven, para mí, va de los 28 a los 35 años, que son de todas estas familias, que en estos momentos algunos ocupan cargos, pero otros no, son gente de la empresa familiar que acabará... y entonces los quiero involucrar dentro de lo que es esta casa. Los Rodés, Uriachs, Viladomius, Juncadellas, todo este núcleo que, claro, ya tiene toda una generación detrás, y quiero que se incorpore a los órganos de gobierno. Porque esta casa tiene una característica curiosa, y es que todas las actividades se financian con dinero privado. No hay subvención. Hay subvención cuando hacemos obras, en inversión. Pero en actividad, no.

–Usted también pertenece a otras entidades, está en todas partes…

–En La Caixa, soy vicepresidente de la Agrupació Mútua, varias fundaciones... ya os daré un currículo. Me he ido poniendo. En algunas no sé ni por qué me quieren. Supongo que para que aparezca el nombre de Fèlix Millet. Básicamente yo estoy en el Palau de la Música, Agrupació Mútua, La Caixa y el Barça.

–Y el Liceu.

–Sí, claro.

–¿El Barça es hoy lo que antes fue el Liceu?

–En el Liceu ha pasado un fenómeno. Siempre ha sido, cuando nació, de la alta sociedad,catalana, que creó el Liceu, hizo ópera. No era de todos los catalanes, era un poco elitista por así decirlo. Y el edificio, que se quemó por desgracia, no era un símbolo, era un lugar donde la gente iba para vestir. Cuando murió Franco, teníamos problemas porque la gente nos lanzaba huevos cuando íbamos. No tiene la representatividad del Palau. El Palau ha estado vinculado a muchas cosas que no era música. Los fets del Palau, el Palau y el campo del Barça fueron cerrados el mismo día y al mismo momento, por los mismos motivos,... Ha vivido más el país. Mucha gente me envía cartas, atacándome y no son ni socios del Palau ni tienen nada que ver con la Fundació [del Palau], son ciudadanos catalanes normales y me dicen: «Señor Millet, no hay derecho que en el Palau haya hecho no sé qué». Lo sienten suyo. Con las obras que hacemos ahora, hemos tenido aportaciones de casi cinco millones de pesetas con talones de 1.000 y 25.000 pesetas. Me dicen: «Estoy jubilado, no tengo nada más, pero quiero participar, adelante y no sé qué». Lo sienten suyo, que ya es bueno. La contrapartida es que si hay algo que no les gusta te clavan un garrotazo, pero son las reglas del juego. Ahora en el Liceu se está haciendo una tarea más abierta... es diferente, otra cosa.

–¿El Barça y el Palau han cogido el testigo del Liceu?

–Fundamentalmente sí. Estoy de acuerdo.

–¿Qué tipo de relaciones mantienen entre ellas personas de apellidos ilustres?

–Muy sencillas. Siempre lo digo. Hay unas 400 personas, no tiene que haber muchas más, que nos encontramos en todas partes. Nos encontramos aquí, nos encontramos en el Liceu, hay un núcleo familiar, la misma empresa familiar, nos vemos coincidiendo en muchas cosas, siendo o no siendo parientes. A todos estos los conozco de todos los lugares donde nos encontramos.

–¿Desde la escuela?

–Yo estuve en los jesuitas de Sarrià y allí ya estaba Juncadella, Bertrand... A todos estos los conocí allí, era todo un grupo. De los 14 a los 16. Después fui a la escuela Virtèlia. El director, Llongueres, era asistente de Lluís María Millet, aquí en el corazón del Orfeó, y siempre decía a mi padre: «Tienes que llevar a tu hijo al Virtèlia». Y allí coincidí con Pujol, que era cofrade mayor, con [Miquel] Roca, que iba detrás de mí, y con Pasqual [Maragall], que aún iba más abajo.

–¿Y lugares de veraneo comunes?

–Veraneo con los Maragall, en L’Ametlla del Vallès, que era la casa pairal de los Millet, de mi abuelo, y allí estaba toda la familia de Pasqual. Los Maragall y los Millet estábamos muy involucrados. Nosotros hemos continuado y los Maragall se han diluido. Nosotros, lo que es la Costa Brava, muy poco. L’Ametlla, sí. Y también [el marqués de] Castellflorite, que en aquella época era presidente de la Diputació. La Garriga estaba más de moda. Recuerdo veranos tranquilos, dentro de casa, con tu piscina, tu jardín, tus primos, no hacíamos vida social de salir fuera.

–¿Y en la universidad?

–Yo no. Tal vez mis hermanos. Yo estudie perito agrónomo y estuve 10 años trabajando en África, en una empresa agrícola en [la excolonia española de] Fernando Poo. Hacía tres meses allí y uno aquí. Y me desvinculé un poco. Hasta que se murió mi padre en 1963 y volví.

–¿Y algún otro tipo de relaciones en los que coincidan con personas de otras familias conocidas?

–Los vínculos son de signo catalanista. Con los Carulla, los Guardans, los Cendrós era un vínculo que me venía de mi padre, porque durante muchos años el secretario de mi padre fue Josep Benet. Ahora se ha jubilado, aunque Josep es un hombre de los que no se jubila nunca. Todo lo relacionado con cuestiones catalanistas, con la fundación de Òmnium Cultural, todo el trabajo que se hacía dentro del Palau en el franquismo estava muy ligado a estas cuestiones. Familias distinguidas por su defensa de una cultura, de un idioma... Así como había un grupo digamos elitista, el del textil y tal, no era una cuestión de dinero sino de supervivencia del país. Y con estos hemos tenido una relación continua. Era gente que huía, exiliados, todo lo que quieran, perseguidos por catalanistas.

–La asociación Benèfica Minerva, que presidió su padre, dio trabajo al padre de Miquel Roca y al padre de Pasqual Maragall…

–Y de otros. Papá estuvo subvencionando durante muchos años a Josep Maria de Sagarra para que hiciese las traducciones de Shakespeare al catalán. Tengo poemas de Sagarra de su puño y letra, porque los escribía en casa, los escribía en l’Ametlla. Financiaba cosas de este tipo. Como a [Josep de] Togores, el pintor, que tengo una cantidad de cuadros... estuvo largo tiempo en casa. Hablaba por señas, porque era mudo.

Mi padre venía del mundo financiero, porque había sido presidente del Banco Popular. Los Valls Taberner son primos de mi padre, y cuando él dimitió los puso a ellos y aún están ahí. Pero, pese a venir de este mundo, su gran hobby era el país, el catalanismo y financiaba cosas de este tipo para defenderse de la opresión que teníamos entonces, que parece muy lejano, pero que yo he vivido. Mis hijos no lo entienden, pero era cierto. Se metió dentro del mundo cultural y tal. También hubo mucha relación en casa con Montserrat, con todos los padres abad que ha tenido, mucha, porque era un símbolo nuestro. Y a Jordi Pujol le había visto muchas veces en casa de joven con sus afanes catalanistas. Los del ramo del textil no lo tenían tan claro eso del país. Jugaban a otro tipos de cosas. Hablo del textil para entendernos: los Rodés, los Bertrand, los Sedó no se mojaban tanto.

–Parece que hay cierta distancia entre unas familias y otras, con los Milà, por ejemplo…

–Con un Milà estuve en los jesuitas.

¿Y los Serra i Feliu? Parece que la distancia parte de que a unos les interesa el catalanismo y a otros no.

–Manolo Bertrand, que es el presidente del Liceu –yo soy el vicepresidente– conmigo habla en catalán, pero él normalmente habla en castellano.

–¿Es cierto eso que se dice de que una cierta burguesía opta por el castellano por una cuestión de poder?

–Sí, para fer calés.

–¿De dónde viene su relación con los Valls Taberner?

–Somos primos a través de mi abuela. Hace tres o cuatro años reuní a toda la familia Millet. Muchos no nos conocíamos. Algunos vinieron de Bélgica. Y nos hicimos una foto.

–Su hermano Xavier fue el primer candidato de Convergència i Unió al Ayuntamiento de Barcelona.

–Sí.

–¿Con Narcís Serra también son parientes?

–Lejanos, a través de Narcís de Carreras.

–Su hermano Xavier también fue miembro de la Junta del Barça.

–Sí, vicepresidente con Montal. Se pelearon porque echaron a Buckingham y dimitió.

–También estuvo en el Cercle d’Economia…

–Sí, con Corominas...

–Otro hermano, Joan, fue a Banca Catalana.

–Y Xavier también. Con los Pujol, [Raimon] Carrasco, [Josep Lluís] Vilaseca, que ahora está en la [Agrupació] Mútua. Estaban todos en el consejo y Xavier en la [comisión] delegada. Joan se casó y se fue a vivir en Madrid.

–¿Qué familias cree que no deberíamos dejar de citar en el libro?

–Hay muy antiguas. Hay Bertrand y Serra… No os lo podéis dejar. Textil puro. Manolo Bertrand es el actual presidente del Liceu. Siempre les ha gustado mucho la ópera y son más bien castellanufos. Los Carulla, son más modernos. La vinculación Carulla-Millet es de toda la vida. Me explicaba mi padre que la mujer de [Lluís] Carulla hacía los sobres del Avecrem y ahora es un imperio. Ahora los tengo todos en la junta. Está Mariona, que se casó con Jaume Tomàs, que es el actual presidente de la Fira de Barcelona. También los [Ferrer] Bonsoms. Fue presidente del Banco Atlántico y profesor de mis hermanos.

–¿Qué relación hay entre ustedes y los Millet i Bel?

–Hay un cruce entre los Millet i Bel con los Millet i Millet. En El Masnou había dos Millet. Se miró que no fuesen parientes. Vas al cementerio de El Masnou y es impresionante, todos son Millets o Maristanys. Lleno. Todas las lápidas. Hay otra rama Millet Maristany que no es la nuestra.

–Su hermano Xavier entró en la directiva de Òmnium Cultural y usted en la del Orfeó…

–Xavier entró en Òmnium cuando se murió papá. Yo entré al Orfeó porque Joan Anton Maragall me puso.

–¿Qué relación tenía con Joan Anton Maragall?

–Yo quería mucho a su padre porque es quien me llamó y me hizo entrar en la Junta. En vida no se presentó a la reelección y me pidió que fuese yo quién continuase en la presidencia. Se lo debo a él. En esta casa, normalmente, lo que dice el presidente es seguido por todos los socios, pocas guerras. El hijo, por respeto al padre... Estaba en la Sala Parés y ahora se ha metido en Cercle del Liceu. Le aprecio y le ayudaré en todo cuanto pueda, pero ahora han ido demasiado deprisa y tiene un conflicto dentro. Hay una votación que ganará, yo le votaré, pero la división está hecha. La división es muy peligrosa.

–¿Hay algún otro ámbito en el que se encuentren?

–Hay el grupo de instituciones, el G-16, que nos reunimos cada mes o mes y medio para almorzar. Intercambiamos opiniones sobre situaciones de aquí. El Centre Excursionista de Catalunya, el Ateneu, el Orfeó, el Barça, el Espanyol, el Círculo Ecuestre, que es una historia de otro tipo, el Cercle del Liceu, el Tenis Barcelona, el Polo... Son instituciones… El Cercle d’Economía… Yo a Piqué le conocí en uno de estos almuerzos, porque él fue presidente del Cercle d’Economía, y un almuerzo cada mes te da una relación... Cuando hay un criterio único, cada cual en su campo, lo cuenta. A veces ha venido el alcalde de Barcelona.

–Queremos titular el libro L’oasi català,

–Eso es verdad. Es la misma fuerza de la empresa familiar, que consigue que le cambien los impuestos. Lo discutía con unos de Madrid hace unos cuantos años. Que si las inversiones, las infraestructuras y tal. Y les digo, miren, cuando aquí no había impuestos, se hizo el Palau de la Música y el Liceu. El Liceu se quemó y se volvió a hacer en dos años, que es acojonante, y vosotros no sé de ningún lugar donde hiciesen nada. Quiero decir que la vinculación del sentimiento de país que ha habido en Catalunya ni en Extremadura ni en Andalucía ni nada. ¿Y ahora qué pasa?. Ahora no ayudan, dicen. Ahora no ayudan porque estamos pagando impuestos. Ahora contribuyen en todo el Estado, se lo quedan en Madrid y allí montan auditorios, teatros reales, metros... con una parte de nuestros calés.