Gente corriente

Mercè Rom: "El reto de educar es llegar al corazón de los jóvenes"

Directora de instituto. Ha revolucionado un centro de Cerdanyola sacando a los alumnos a bailar.

«El reto de educar es llegar al corazón de los jóvenes»_MEDIA_1

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GEMMA TRAMULLAS

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Hace apenas un año accedió a la dirección del instituto Jaume Mimó de Cerdanyola -un centro público atípico que imparte ESO, bachillerato (incluido el artístico) y formación profesional- y ya lo ha revolucionado.

-Los alumnos de la ESO acaban de pasarse una semana haciendo el trabajo de síntesis, pero en el Mimó los de tercero se la han pasado bailando. ¿La ha llamado la consellera Rigau para pedirle explicaciones?

-[ríe] No. Pero es verdad que es un proyecto diferente y que hemos dejado de hacer clase una semana casi a final de curso. ¿Hacer bailar a los chicos? ¡Por favor! Jugar a fútbol, sí, ¿pero bailar? Nos da miedo probar cosas nuevas y decir lo que de verdad nos emociona.

-El Mimó es el primer centro de Catalunya que pone en práctica el proyecto de danza comunitaria 5 days to dance. Era un riesgo.

-En la enseñanza todo es un riesgo, pero los coreógrafos Wilfried van Poppel y Amaya Lubeigt eran una garantía de éxito. Además,  sin el apoyo de mis compañeros y del AMPA yo no hubiera podido hacer nada. El secreto de un instituto potente no es un proyecto aislado sino profesores y aulas potentes.

-¿Por qué eligió la danza?

-Creo en la expresión a través del cuerpo y el adolescente es un ser profundo que tiene una vertiente, digamos espiritual o íntima, que se trabaja muy poco en la secundaria.

-¿Cómo reaccionaron los chicos?

-Se les propuso trabajar sobre la esclavitud infantil y al principio algunos eran reacios a mostrarse en un escenario. Pero tras estrenar La veu del silenci estaban conmovidos. Alguien había confiado en ellos y ellos dieron lo mejor de sí mismos. Alcanzaron un grado de empatía tal con los niños esclavos que les llegó al fondo del corazón. Ese es el impacto real y transformador que yo buscaba.

-¿Con qué fin?

-Un instituto tiene que ser un espacio de transformación interior. El reto de educar consiste en llegar al corazón de los jóvenes y que estas experiencias emocionales ayuden a formar personas creativas que después contribuyan a humanizar la sociedad. Lo demás, para mí, es aleccionar o preparar técnicamente, pero no educar.

-Muy bonito, pero alguien le diría que los institutos ya tienen demasiado trabajo.

-Si esto no se trabaja en los institutos, ¿qué ciudadanos estamos enviando a la sociedad? ¿qué compromiso social y político podemos esperar de los jóvenes?

-Hacer esto en la pública tiene mérito.

-Pues yo soy una persona gris y corriente, una de tantas en la enseñanza pública.

-Usted de gris no tiene nada.

-Soy inquieta y positiva, eso sí. De hecho, mis ideas son fruto de mi propio fracaso como profesora. Yo era una docente desastrosamente mala. Mi mirada estaba cargada de prejuicios, veía a algunos alumnos como ineducables, ellos no me comprendían a mí y yo no les comprendía a ellos.

-Oyéndola ahora, nadie lo diría.

-Hace 14 años aterricé en este instituto y me encontré con un perfil duro de formación profesional. Poco a poco fui cambiando mi mirada y descubrí que podía incidir en la vida de estos chicos que vienen con unas mochilas impresionantes de fracaso escolar, que ellos también tenían mucho que dar. Conecté con ellos y experimenté el proceso mágico de dar y recibir.

-¿Qué opina de la revolución educativa?

-Este sistema, con sus timbres y sus tres horas de mates y tres de inglés, está obsoleto, pero también empiezo a estar saturada de tanta innovación. Tanto ruido puede esconder lo profundo. Trabajar con nuevas dinámicas y nuevas tecnologías no tiene valor si como institución y como docente no sé cuál es mi papel en el acompañamiento y la construcción de la persona.