Melodie Nakachian: memoria de un secuestro

Durante 11 días de noviembre de 1987, los españoles vivieron pendientes del secuestro de Melodie Nakachian, una niña de 5 años. Hubo un final feliz del que fue testigo un periodista formado en la cantera de este diario. Veinticinco años después refresca la memoria de aquel suceso.

La niña secuestrada Melodie Nakachian y sus padres, en 1987.

La niña secuestrada Melodie Nakachian y sus padres, en 1987. / periodico

por IOSU DE LA TORRE

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Josep Carles Rius me miró por encima de las gafas de miope y el oscuro mostacho de redactor jefe para soltarme: «Mañana te vas a Marbella». Esa noche del 9 de noviembre de 1987 estábamos concentrados en el cierre de las páginas de Cosas de la Vida, peleándonos con una de aquellas entradillas vagas por repetitivas de Víctor Malope o las caóticas crónicas sin un solo acento que enviaba desde Madrid Margarita Sáenz-Diez, cuando tuvimos que levantar una información de no me acuerdo qué para dar a cuatro columnas la desaparición de la hija de un magnate de origen libanés en la ciudad donde luego haría y desharía Jesús Gil.Melodie Nakachian, Secuestran a la hija de una artista de la jet marbellí, titulábamos en la crónica firmada por Manuel Pedraz sobre la desaparición de la niña de la princesa y cantante coreana de ópera Kimera.

LA PRENSA ESPAÑOLA de aquella época aún contenía el aliento por sucesos tan impactantes en la memoria colectiva como el mismísimo 23 -F, el asalto al Banco Central de Barcelona, los motines en las cárceles y los asesinatos y las extorsiones de ETA y el GRAPO. El secuestro de la niña Nakachian reunía todas las salsas que se espera de una buena historia de sucesos: el padre, Raymond Nakachian, era descrito como un multimillonario con negocios en varios continentes; la madre era una exótica princesa descendiente de una dinastía asiática; los secuestradores podían pertenecer a la mafia marsellesa; detrás de todo el asunto podía ocultarse un ajuste de cuentas entre bandas.

Y ahí me planté una tarde noche de otoño en la entonces oscura Marbella. LosNakachianvivían en una urbanización en el límite con Estepona. VillaMelodie Smithdisponía de 50.000 metros cuadrados de jardín, cuatro casas (dos para invitados, una para el servicio y la mansión principal). El primer día, llegar a las puertas de la hacienda era misión imposible entre controles de la policía y los guardaespaldas.

En un montículo, protegidos por la sombra de unas encinas, nos juntamos enviados especiales de España y el Reino Unido. Sorprendía la presencia de los británicos de la BBC, 'The Sun' y 'The Daily Telegraph' por el presunto pasado delictivo de Nakachian, traficante de oro bautizado por la prensa amarilla como Nash. Lo que más me estimuló fue compartir horas de guardia junto a enormes periodistas a los que hasta entonces solo conocía por el nombre y apellido, de seguirlos en 'Informe Semanal' o de leerlos en medios para mí inalcanzables. Acreditados reporteros de medios a los que admiraba y por los cuales, en gran parte, me adherí a la causa del periodismo hoy, en apariencia, encaminada al mayor de los desastres. ¿Quién nos lo iba decir aquel mediodía de chanzas, cervezas y el hilo musical de chicharras malagueñas?

ÉRAMOS, CREÍA ESTÚPIDAMENTE, los héroes del mundo. Allí estaba, por ejemplo, mi admirada Amelia Castilla, de 'El País', junto al fotógrafo de la edición andaluza Pablo Juliá, propietario de una simpatía saludable, de unos elegantes bigotes a lo Permanyer y autor de la mítica postal de la tortilla, aquel almuerzo de Felipe González, Alfonso Guerra y sus fieles en los últimos estertores del franquismo. O Georgina Cisquella, de Televisión Española, con su seductora voz de tabaco. O la serpentina Regina Ferré, corresponsal de TV-3 en Andalucía, y su equipo de 'enegés' con un productor que se encargaba de todos los gastos. O los recién llegados de Barcelona. Mercè Alcocer, la incansable princesa de la información de sucesos y tribunales de Catalunya Ràdio, Magüi Mira, amiga y aliada de pesquisas entre Málaga y Estepona del 'Diari de Barcelona', y Eugenio Madueño, reputado huertamaro, enviado especial de 'La Vanguardia' que ya no lucía lo de española. Luego se nos incorporó la risa inconfundible del libertario Joan Vilaprinyó, hoy motero de Harley Davidson tras décadas con la cámara al cuello, que había acompañado al Barça de Terry Venables para un partido de Liga en alguna ciudad del sur.

¿Y qué pasaba con Melodie? Los secuestradores enviaron dos mensajes reclamando 13 millones de dólares. En el segundo, el 17 de noviembre, enviaron una grabación con la voz de la niña y una rebaja de las pretensiones del rescate. Melodie miraba a la Polaroid con gesto triste, el pelo sujeto a dos coletas y entre sus manos enseñaba el diario Abc, con una portada probablemente tan carnavalesca como la de este domingo pasado con Cayetana de Alba lamentando la falta de patriotismo español de los catalanes. También la retrataron con el Diario 16 de Andalucía.

La angustia atenazaba cada jornada. Hubo manifestaciones en Málaga reclamando que la chiquilla volviera con su familia. La madre, según relató un abogado, llavaba 10 días sin comer y sin dejar de llorar. «Papá, si no pagas, van a matarme», titulaba la primera página de EL PERIÓDICO del 18 de noviembre que seguramente firmó el director adjunto Ángel Sánchez. Faltaban 48 horas para la liberación de la niña.

Ninguno de los que estábamos ahí lo intuimos hasta que la madrugada del 19 un telefonazo nos sacó de la cama. Algún compañero se quedó dormido y no pudo entrar en directo para la radio. Qué putada en unos tiempos en que nadie se imaginaba que algún día tendríamos varios teléfonos móviles en la mesilla. Aproximadamente a las nueve de la mañana, el centenar de periodistas y cámaras que aguardaban a la puerta de la mansión de los Nakachian fueron invitados a entrar. La pequeña estaba en brazos de su madre. El padre repartía cafés, copas y cigarrillos, abrazos, sonrisas y lágrimas. Era una fiesta junto a la piscina. El tumulto no cesaba.

Yo aproveché para visitar el apartamento de Guadiaro (Cádiz) donde hacia las cinco de la madrugada la Brigada de Delincuencia Internacional y los Grupos Especiales de Operaciones, los GEO, irrumpieron para reducir en cuestión de segundos a los secuestradores y liberar a la niña. Melodie había estado esos días de secuestro a solo 18 kilómetros de casa. El escondite era un apartamento barato y cutre de reducidas dimensiones. El clásico pisito para las vacaciones de unos 'hooligans' de Liverpool. En mi libreta dibujé el plano del tercero C en el bloque de Los Azahares y lo envié por fax desde un comercio de Estepona para que lo trazase con más precisión el compañero Jordi Català. También recuerdo la amabilidad del inspector malagueño que me facilitó la localización, un hombretón de casi dos metros, barbudo y con gafas que tenía aspecto de todo menos de poli bueno.

DELANTE DEL ORDENADOR tengo las crónicas que publiqué aquellos días y sigo teniendo la sensación de que nunca se sabrá la verdad completa de aquel suceso. ¿Realmente se localizó a los secuestradores porque uno de ellos perdió la cartera mientras hacía 'footing'? ¿Por qué quedaron sin aclarar todas las sospechas sobre el industrial libanés? ¿Cuántos de los siete detenidos acabaron cumpliendo condena? ¿Qué secuelas dejó el suceso en la personalidad de Melodie? Un mal recuerdo que hoy debe de acudir a su mente cuando se cumplen 25 años de la desgracia.

Hoy Marbella es conocida por el aliento que dejaron ciertos alcaldes. Y también por muchas cosas buenas.