Corrillos de descontento

Alumnos del máster de formación del profesorado de secundaria de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), ayer, ante la puerta del aulario donde reciben clases.

Alumnos del máster de formación del profesorado de secundaria de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), ayer, ante la puerta del aulario donde reciben clases.

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

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Hora del patio en la facultad de Ciencias de la Educación de la Universitat Autònoma de Barcelona. Corrillos de estudiantes comparten cigarrillos de liar mientras unos mordisquean sus bocatas y otros pelan unas mandarinas. La clase de primera hora ha vuelto a ser «lo mismo de siempre, una pérdida de tiempo: un monólogo del profesor, con pocas opciones para plantear debates», critica Alba, una de las alumnas, antes de sacar de la mochila un termo de café con leche. Alba es estudiante del máster de profesorado de secundaria, en la especialidad de Ciencias Sociales, y aunque no lleva ni un mes de curso está «de lo más decepcionada».

«Es que es un contrasentido, una contradicción, que nos estén explicando en clase cómo hay que innovar pedagógicamente, cuando quien lo cuenta sigue impartiendo lecciones magistrales como las de antes, en espacios tan pequeños que no permiten que la gente interactúe», lamenta la joven, graduada en Humanidades.

Junto a ella, Nerea, Laura y Montse, también alumnas del máster, uno de los que han sido penalizados en la inspección de la Agència per a la Qualitat del Sistema Universitari (AQU) con una evaluación favorable aunque bajo condiciones, coinciden en el diagnóstico. «Yo ya sabía, antes de matricularme, que en este máster había algunos problemas, sobre todo por la masificación», admite Laura, que denuncia que las universidades han aprovechado estas titulaciones (surgidas con la implantación del plan Bolonia) «como fosas para ganar dinero». El curso, recuerda la joven, cuesta 2.600 euros «y las posibilidades de poder tener beca son dificilísimas».

«Algunos alumnos estamos preparando una carta dirigida a la coordinadora del máster para protestar por algunas de las situaciones que estamos viviendo», anuncia Laura. La coordinadora, Anna Maria Margallo, es consciente de lo que ocurre. Reconoce que hay problemas y los atribuye, en buena medida, a la masificación del alumnado. «Son unos estudios diseñados para 40 alumnos, pero llevamos ya unos años en que la Generalitat no pide que los ampliemos porque hay una alta demanda», argumenta Margallo.

En algunas especialidades, el pasado septiembre se tuvo que incluso duplicar el número de plazas. «Eso no deja de ser una falta de respeto al trabajo que hace la facultad, cuyos cálculos previos quedan invalidados y se ve obligada casi a improvisar», subraya Margallo.

«Es lo que ha pasado, por ejemplo, con los complementos de formación», protesta Nerea. Y se explica: «Pese a que en un principio nos dijeron que nos matriculáramos en las materias en las que no éramos especialistas, al final nos han distribuido por sorteo. Eso significa que yo, que soy historiadora, estoy estudiando otra vez Historia, cuando me habría interesado mucho más profundizar en Geografía», dice la estudiante.

Estudios jóvenes

La coordinadora defiende, no obstante, la labor que están haciendo las universidades que imparten este máster, creado hace solo unos años en sustitución del curso de aptitud pedagógica (CAP), de solo tres meses de duración. «Estos son unos estudios nuevos y esta es la primera vez que son sometidos a una evaluación externa...», se justifica. De hecho, algunas de las propuestas de mejora que incluye el informe de evaluación de la AQU, que el centro conoció hace unos meses, han sido ya incorporadas.

Además, los responsables de la facultad estudian cómo seguir las mejoras. «Hay que ajustar las prácticas, hay que dar un mayor reconocimiento al tutor que nuestros alumnos tienen en los institutos de secundaria, y en esto, por ejemplo, es muy importante el papel de la Conselleria d'Ensenyament», afirma la coordinadora.

«Y no estaría de más que, de paso, a los alumnos dejaran de tratarnos como a niños pequeños», propone Montse. En su opinión, «en este máster hay una tendencia excesiva a la infantilización de los estudiantes». «Quienes estamos aquí somos personas adultas, que hemos estudiado un grado y, algunos, otros másteres», objeta.