El padre de la víctima de abusos en los Maristas: "Quería matarlo"
Guillem Sánchez
Redactor
Periodista de sucesos. Antes trabajé como redactor de sociedad en la Agència Catalana de Notícies (ACN).
Profesor asociado en la Facultat de Comunicació i Relacions Internacionals Blanquerna.
Libros Publicados: 'El Estafador' (Editorial Península) y 'Crónica del Caso Maristas' (Ediciones B).
GUILLEM SÀNCHEZ / BARCELONA
"¿Mamá, tú tienes secretos?". Esta pregunta de un joven de 19 años, sumido en una depresión de origen impreciso, precedió a una revelación que cambió para siempre la vida de sus padres. Tuvo lugar el 22 de diciembre del 2013 y fue a través de Whatsapp. La madre, intrigada, respondió que “no”. El hijo se armó de valor y tecleó el siguiente mensaje: "Yo sí tengo un secreto". Y siguió: “Mama, un profesor de gimnasia abusó de mi en el colegio".
El padre escuchó en diferido, y por boca de su esposa, el relato de las violaciones que padeció por parte del docente de educación física, en el colegio Maristas de Sants-Les Corts (Barcelona). Lo recuerda con las manos temblorosas y confesando abiertamente que desde entonces ha sentido a menudo "ganas de matarlo".
En cuanto la mujer calló, él se levantó y acudió directamente al centro para hablar con la dirección, para pedir explicaciones. Allí escuchó estupefacto que su denuncia no era nueva porque ya existía un precedente del 2011. Esta denuncia, presentada contra el profesor por parte del padre de otra víctima, se había archivado y el instituto dio por zanjado el asunto despidiendo al profesor. El docente, tal como confirma el propio centro en un comunicado, "confesó los hechos". Pero, como dice este padre, la dirección “no hizo nada más por saber si había más víctimas”.
EL CONSORCIO DE EDUCACIÓN NO SABÍA NADA
De hecho, añade molesto, él se ha puesto recientemente en contacto con el Consorcio de Educación de Barcelona y esta institución, de la que dependen los inspectores de educación encargados de abrir expediente por un problema de tal gravedad, le ha comunicado que los Maristas nunca les informaron de que existían quejas de dos familias, en el 2011 y el 2013 (la suya).
“Me duele que no lo investigaran más, que no preguntaran a más padres y a más exalumnos si había ocurrido otras veces. Y, sobre todo, que no nos hayan llamado para interesarse por cómo está mi hijo”.
UNA HERIDA PROFUNDA
Su hijo no pudo terminar la ESO y abandonó su educación en el segundo curso de esta etapa. “Sabíamos que no quería ir a clase de gimnasia, pero poco más”, recuerda. “Nos dijeron que se trataba de un caso de 'bullying' y nosotros nos lo creímos”, lamenta. Cuando salió del instituto empezó a estudiar cursos de formación profesional, que “no pudo terminar”, e intentó buscar trabajos, que “no tardó en abandonar”. Al final, “se encerró en casa”. Hasta que, gracias al Whatsapp, encontró el coraje necesario para pedir ayuda. No sabían “cómo ayudarle”.
La confesión hizo que lo pusieran en manos de psicólogos porque recordar las humillaciones sexuales a las que fue sometido por parte de este profesor le dejó “muy tocado”. El padre no denunció los hechos por eso. Los mismos terapeutas lo desaconsejaron debido a que “no lo veían con fuerzas" para soportar un proceso judicial que avivaría todas sus pesadillas. “Ahora está mejor”, y ahora es cuando han decidido ajustar cuentas.
DESTROZADO
Robándole tiempo a su “trabajo” y su “familia”, lleva días intentando tirar de la manta hasta el final y hacer el trabajo que cree que tenían que haber hecho los profesores y la dirección de este colegio. A través de EL PERIÓDICO pide a todas las personas que lean la noticia que si conocen otros abusos se pongan en contacto con él o que los denuncien a los Mossos.
Las heridas íntimas que “las violaciones” que este profesor de gimnasia llevó a cabo en el despacho que tenía junto a la piscina “han destrozado" a su hijo. Pero, según asegura, también a los cuatro exalumnos, de edades comprendidas entre los 20 y los 40 años, también víctimas del profesor de gimnasia que hasta la fecha ha encontrado.
“Quiero que sobre él caiga todo el peso de la ley”, concluye mientras recoge los papeles de una investigación que sigue tan de cerca como los propios Mossos. Va enfundado en un traje de instalador. Repara calderas mientras busca justicia para su hijo.
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