Gente corriente

María José Rojas: «Aprendí catalán en Argentina con copias del 'Digui, digui' »

Esta argentina con alma catalana llegó a Sabadell hace siete años y ya es 'voluntària per la llengua'.

«Aprendí catalán en Argentina con copias del 'Digui, digui'»_MEDIA_1

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GEMMA TRAMULLAS

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Poco después del desplome mundial de las bolsas, en el 2008, esta profesora de matemáticas de Córdoba (Argentina) aterrizaba en Sabadell con la intención de mejorar su calidad de vida. En apenas siete años, su proceso de catalanización ha sido total. Ha levantado castells con la colla de los Saballuts y desde el 2012 forma parte del ejército de 14.000 voluntaris per la llengua que ayudan a practicar el catalán a los recién llegados. Como ella, 300 personas que empezaron de aprendices en este programa de parejas lingüísticas que gestiona el Consorci per a la Normalització Lingüística de la Generalitat se han convertido al cabo del tiempo en enseñantes.

-Usted ya llegó a Catalunya con nociones de catalán.

-Por suerte, en Córdoba existe un Casal Català y empecé a estudiar allí con un profesor de 82 años, Carles Padró. Sus padres habían nacido en Sabadell, que casualmente era donde yo iba a vivir, y él nunca quiso sacarse la nacionalidad española; esperaba la declaración de independencia para sacarse la catalana. Su pasión por la lengua y la cultura catalanas compensaba la falta de recursos del casal y gracias a él descubrí qué era Sant Jordi o los panellets.

-¿Qué materiales de estudio tenían?

-Traer libros nuevos desde Cataluya era muy caro, así que allá aprendíamos catalán con fotocopias del Digui, digui.

-¿El Digui, digui? ¡Es una reliquia mítica!

-Era útil para cosas básicas como pagar una cuenta o preguntar una dirección. Cuando estoy en una cola y escucho a alguien decir «l'últim?» aún me acuerdo del Digui, digui.

-Al llegar a Sabadell siguió estudiando hasta sacarse el  nivel C de suficiencia.

-Gracias a mi primera pareja lingüística, Gisela, me ha sido muy fácil aprender catalán. Ella no se limitaba a hablar conmigo una hora a la semana, sino que buscaba ocasiones para que yo pudiera practicar: me llevaba a comer con sus sobrinos, me invitaba a calçotades, íbamos a exposiciones, a fiestas populares... Yo no sabía que aquí había una cultura tan viva. Es un patrimonio que no sé si todo el mundo valora lo suficiente.

-Ahora es usted quien enseña a los recién llegados.

-Gisela me ayudó tanto que siempre sentí que de alguna manera tenía que devolver a la sociedad todo lo que ella me había dado. Por eso me apunté al Voluntariat per la Llengua [www.wxl.cat], para ayudar a las personas que estaban comenzando con el catalán. Este intercambio cultural absolutamente desinteresado ha tenido resultados totalmente inesperados, al menos en mi caso.

-¿A qué se refiere?

-Mi primera pareja lingüística se ha convertido en mi mejor amiga de aquí. Luego yo he tenido como parejas a una chica ucraniana y a otra cubana, a través de la cual encontré mi actual trabajo como captadora de socios de Acnur [la agencia de Naciones Unidas para los refugiados]. Conozco a mucha gente que no estudia catalán porque, al ser el castellano lengua cooficial, considera que no es necesario. Pero para mí, además de ser una cuestión de respeto, el catalán ha sido una herramienta fundamental para poder desarrollarme.

-Así que usted es de esas personas que te paran por la calle para pedirte que te hagas socio de una organización benéfica.

-Sí, ¡y me encanta! Para mí no es solo un trabajo, sino una satisfacción personal. Esta mañana he conseguido hacer un socio y si esta tarde consigo hacer otro será un día muy completo. Piense que con la ayuda de una sola persona podemos salvar la vida de un niño. ¡Esto es muy fuerte!

-¿Pero usted  no era profesora de matemáticas en Argentina?

-Sí, y quizá algún día vuelva a ser profe. Pero para mí no es un problema. Estoy muy contenta con el trabajo que hago.