Gente corriente

Manuel Bueno: «Quería demostrar que yo era el mejor encuadernador»

Maestro encuadernador. Desconocido para el gran público, sus libros están en manos de ricos y reyes.

«Quería demostrar que yo era el mejor encuadernador»_MEDIA_1

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GEMMA TRAMULLAS

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A sus 81 años sigue yendo cada mañana a su taller del barrio barcelonés de Sant Gervasi, ya cerrado al público. Allí, armado con sus preciadas herramientas de encuadernador, continúa esforzándose para alcanzar la perfección. De esta lucha que ha dado sentido a su vida desde que era un adolescente han surgido verdaderas obras de arte que en su mayoría lucen en librerías privadas. Él protege celosamente medio centenar de estos libros-joya pero, si las autoridades culturales no actúan, es muy posible que su legado acabe pronto en manos de un jeque árabe.

-Su padre era encuadernador y a los 20 años usted ya había ganado todos los premios de encuadernación habidos y por haber.

-El premio al mejor encuadernador de España me lo dio el mismísimo Franco en la Escuela Industrial. Yo tenía 19 años y recuerdo que le sostuve la mirada un largo rato. Podía haber hecho que me fusilaran, por desafiarle. Qué quiere usted, a esa edad…

-Empezó como dorador [artesano que decora el canto de los libros con oro].

-Amo mis hierros de dorar aún más que los  libros. A mí me encantan los dulces y cuando era un chaval mi madre me daba dinero para que me comprara chocolate para la merienda. ¿Sabe qué hacía yo? Merendaba pan solo y ahorraba el dinero del chocolate para comprar mis propios hierros.

-Pronto dominó todas las técnicas. Menos escribir los libros, lo hacía todo.

-Tampoco los leía; no he leído ni uno de los libros que he hecho. Lo único que he leído es la revista Don Miki [el popular cómic de los años 70 y 80 con los personajes de Disney].

-Lectura sencilla para compensar una manera de trabajar tan obsesiva.

-Los Bueno tenemos un instinto de superación que nos obliga a ir siempre más allá. Yo nunca tuve tiempo para mis hijos, he sido un hombre de taller y jamás salí a tomar una cerveza. Un día llegué a casa excepcionalmente temprano y abrió uno de mis hijos: «Mamá, hay un hombre en la puerta», dijo.

-Exagera.

-[En este punto interviene su esposa, Marina, que aprendió el oficio a su lado: «¡No, no, dice la verdad! Cuando empezaba un libro no volvía a afeitarse hasta que lo terminaba y ni sus hijos le reconocían»].

-Por su taller han pasado artistas, banqueros, ministros, aristócratas…

-Menos pobres ha pasado mucha gente, sí. Pero si ha venido alguna familia sencilla le he hecho el trabajo igual de bien.

-Antoni Tàpies era un asiduo.

-Fuimos grandes amigos, aunque el primer día salió de aquí muy enfadado.

-¿Por qué?

-Entró con varios libros y dijo: «Necesito esto, esto y esto para mañana». Yo no le reconocí y le contesté: «Claro, porque encuadernar es tan rápido como ir a mear, ¿no?»

-Ese carácter de los Bueno...

-Cogió sus libros y dijo: «¡Jamás volveré a esta casa!» Fue a ver a todos los encuadernadores de la ciudad, pero ninguno le convenció. Al cabo de unos días volvió: «¿Encuadernará para mí, señor Bueno?»

-Ha encuadernado libros incluso para la familia real española. ¿De qué trabajo se siente más orgulloso?

-De una edición francesa de Platero y yo. El dibujo está hecho en mosaico, grabado punto por punto... Quería demostrar que yo era el mejor encuadernador. Tras meses de trabajo casi enloquecí y tuve que dejarlo reposar antes de poderlo terminar.

-¿Según usted, quién es o ha sido el mejor encuadernador de Catalunya y España?

-Manuel Bueno, sin ninguna duda.

-¿Usted?

-No. Mi padre.