LOS MERCADILLOS CALLEJEROS

La manta mediterránea

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LAURA L. DAVID / VALÈNCIA

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Entre el pillaje, la permisividad y la tragedia humana, así se mueve el fenómeno de la venta ambulante. Aunque sin llegar a las cifras de Barcelona, hay mantas, cartones que se pliegan en un pispás, manteles, sábanas o trozos de tela sin más en todo el litoral mediterráneo. La actividad está presente todo el año, pero es con la llegada del buen tiempo cuando toma totalmente la calle. Aunque la venta ambulante ilegal es -tras la última reforma del código penal impulsada por el PP, que entró en vigor el 1 de julio del 2015- de nuevo un delito que puede acarrear una pena de prisión de seis meses a dos años, hay manteros en todos los centros vacacionales.

“Van donde hay negocio”, corroboran desde el Ayuntamiento de València, ciudad en la que el conflicto pasa indistintamente de los mercadillos de barrio autorizados a las calles peatonales del centro o a las playas en cuanto apetecen los primeros chapuzones. Porque para que haya oferta tienen que darse dos condiciones: una suficiente masa compradora y un escaso control policial.

CONTROL POLICIAL Y RESPUESTA SOCIAL

La dinámica es desigual. En Alicante, la Explanada de España era una suerte de zoco mantero como el del Port Vell de Barcelona. Pero desde febrero, un convenio entre el ayuntamiento y la Autoridad Portuaria permite a la Policía Local actuar en suelo portuario y ha acabado con la zona franca que suponía para unos 200 vendedores, que ahora despliegan sus bártulos en la playa de San Juan o en localidades más pequeñas, con menos presión policial. En cambio, en un plano más social, algunos ayuntamientos, como el de Benalmádena (Málaga), están planteando que se asocien para vender artesanía, hacer trenzas o tocar música tradicional en espacios regulados, pagando una tasa. También se explora la vía de la formación: cursos de manipulación de alimentos, carnets de conducir u otras capacitaciones. Otros consistorios, como el de Torrevieja (Alicante), multarán a los compradores, siguiendo una vez más el poco exitoso ejemplo de varias localidades catalanas.

En Benidorm, donde el turismo 'low cost' es ley, la oferta a la baja de bazares de todo a un euro o tiendas donde se puede comprar a precios ridículos las mismas falsas bambas Air Max 2 de Nike, pero sin marca, que se exponen en la manta ha pulverizado la competencia desleal de los manteros. Además, sin importar el color político del gobierno local, hace años que las policías municipales y la Nacional patrullan cada 10 minutos, con lo que han conseguido expulsar a los manteros a municipios vecinos como Calp, que hacen la vista gorda.

A REBUFO DE LAS GRANDES CITAS DEPORTIVAS

En año de Eurocopa y Juegos Olímpicos, la temporada mantera trae consigo más productos deportivos que otros cursos: camisetas, zapatillas, pantalones y gorras, además de -como definen desde la Asociación para la Defensa de la Marca (ANDEMA)- los clásicos productos “aspiracionales” del “querer y no poder”: bolsos, gafas y relojes. Muchos de ellos, burdas imitaciones. Todavía hay románticos que venden -y compran- películas y discos piratas, artículos que dieron nombre a la actividad del 'top manta', apelando más a la caridad que al poder de reclamo de su producto, devaluado por las descargas de internet. Pero no todo es piratería. Pareos y toda clase de artesanías completan el mosaico de productos de la economía informal que ofrecen los vendedores, la mayoría de ellos de origen senegalés.

El comercio es una actividad muy común en Senegal. También la venta ambulante existe en Dakar y sus zonas costeras. Y para muchos de los que han llegado a España, ante la imposibilidad de desarrollar otra profesión en su situación irregular, la venta es la primera y a menudo la única tabla de salvación. A los recién llegados, les acogen conocidos o familiares de su región porque la cultura senegalesa impide dejar a un compatriota en la calle. Pero la hospitalidad sin pagar nada dura más o menos un mes. Luego hay que aportar y “se les orienta en la labor de la venta; se les da cuatro cosas para que puedan vender algo y puedan sobrevivir”, resume Pierre Gomis, presidente de la Asociación Senegalesa de Alicante.

¿Y LAS MUJERES?

No se ven apenas mujeres en el 'top manta'. Ellas suelen llegar por la vía de la reagrupación familiar. Y, como mucho, se dedican a hacer trenzas. “No solemos admitir que la mujer salga corriendo”, explica Gomis.

Durante un tiempo, los senegaleses que llegaron en la década de los noventa y del 2000 trabajaron en el campo, de mecánicos, en la construcción o la hostelería. Todavía lo hacen, si alguien les da la oportunidad, a días sueltos y en condiciones precarias. Porque si la “crisis” de la burbuja inmobiliaria llegó a todos, todavía más para quienes son negros y no tienen papeles.

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