La Compañía de Jesús le ofrece «ideas y personas»

La maleta de Francisco

El vuelo 8Francisco deja el Vaticano a bordo de un helicóptero para acudir al encuentro de su antecesor, Benedicto XVI, en Castelgandolfo.

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R. D.
ROMA

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Reformar la curia o gobierno central del catolicismo y dar a la Iglesia una dimensión más horizontal es una tarea de envergadura para la que el jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, no tiene hoy colaboradores de confianza en el Vaticano. Llegó de Argentina con una maleta y poco más. Pero esta semana le ha salido un aliado, tan obvio como impensado y poderoso: la Compañía de Jesús, lo que puede comportar una segunda revolución tras la elección del primer Papa no europeo.

«He ofrecido a Francisco todos los recursos de la Compañía, dado que en su nueva posición necesitará consejos, ideas y personas», ha declarado el superior de los jesuitas, Adolfo Nicolás, tras visitar esta semana al nuevo Papa.

Si la elección de Bergoglio fue, como cada día está más claro, un golpe de los electores alemanes y norteamericanos contra un gobierno católico anquilosado y poco útil, es posible que Francisco logre el cambio. El tiempo más largo de las reuniones previas al cónclave fue dedicado precisamente al gobierno central o curia. En estos primeros días, el nuevo Papa ha intensificado sus entrevistas con cardenales y obispos latinoamericanos, pero es de los jesuitas de quienes le puede llegar apoyo concreto «con consejos, ideas y personas».

Hasta el punto de que, usando el lenguaje civil, un historiador podría vislumbrar una revancha jesuita sobre las numerosas y en ocasiones violentas vejaciones que los papas infligieron a lo largo de la historia a la Compañía de Jesús, fundada en 1534 por el soldado Ignacio de Loyola, que le dio precisamente el nombre militar de compañía. «Son competentes, tienen un gran espíritu de cuerpo, unión a la orden y capacidad política», comenta el filósofo Massimo Cacciari, muy conectado con el Vaticano.

Varios países, entre ellos España, expulsaron en algún momento de su territorio a los jesuitas y los papas les prohibieron su actividad en favor de los indígenas americanos, diezmados por la colonización española. La orden llegó a ser disuelta en 1773 por Clemente XIV, a demanda de las monarquías borbónicas española y francesa. «Llámate Clemente XV», le sugirieron a Bergoglio algunos de sus compañeros, como símbolo de desquite.

Poderes ocultos o evidentes

Los jesuitas han sido vinculados a toda suerte de poderes, ocultos o evidentes, hasta el punto de que su superior es conocido como papa negro. En las filas de la Compañía de Jesús figuran eminentes científicos y pensadores, que disponen de infraestructuras propias, no vinculadas directamente al Vaticano. Son los que mejor conocen la verdadera situación del catolicismo en China, donde hay una Iglesia nacionalizada y otra clandestina. Se decía que por todas estas razones un jesuita nunca podría ser Papa. «No estamos acostumbrados a tener un Papa nuestro, hasta ahora únicamente les servíamos», apunta Antonio Spadaro, director de Civiltà Cattolica.