Gente corriente

Magda Oliver: «Un rali no es un mundo de hombres, sino de personas»

La enfermera piloto. El fin de semana cambia la bata blanca por el uniforme negro de carreras.

«Un rali no es un mundo de hombres, sino de personas»_MEDIA_1

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GEMMA TRAMULLAS

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Los pacientes del ambulatorio donde trabaja esta enfermera de 42 años ignoran que cuando termina su jornada laboral se enfunda el traje de piloto. Esta misma mañana ella y su copiloto, Magdala Prats -las dos son conocidas popularmente como «las M&M»-, saldrán del Arc de Triomf de Barcelona a bordo de un Mercedes Clase A 200 diésel con el que participarán en la EcoRallyRACC, una prueba para coches en la que el ganador no es el más rápido, sino el más regular y el que consume menos combustible.

-Una categoría de esta prueba es la de EcoDamas, en la que piloto y copiloto tienen que ser mujeres. ¿Es necesaria esta distinción?

-Supongo que este tipo de categoría existe para animar a las mujeres a participar porque aún somos pocas. Pero en cuanto la competición se haya normalizado estas categorías dejarán de existir. Un rali no es un mundo de hombres, sino de personas.

-¿Quién es su referente al volante?

-Admiro a pilotos como Laia Sanz pero mi ídolo es Gabriele Tarquini, que con 53 años ha ganado el Campeonato Mundial de Turismos. Él es un ejemplo de que el sector de la velocidad no tiene edad.

-¿Siempre le interesó el mundo de las cuatro ruedas?

-No, ni siquiera tenía prisa para sacarme el carnet. Cuando me lo saqué mi padre me hizo cambiar la rueda y poner la de recambio para que no me quedara tirada. Cuando he pinchado en carretera se han acercado hombres diciendo: «Yo le ayudo». En estos casos soy un poco brusca: «Gracias, pero no le he pedido ayuda», digo. Quizá no se paran por el hecho de que sea mujer, pero me gusta pensar que en esto soy autosuficiente.

-Entonces, ¿de dónde le viene la afición a las carreras?

-Soy la mayor de cuatro hermanos y siempre vi a mis hermanos montando y desmontando coches y motos en el garaje de casa. El tercero, Óscar, fue copiloto de ralis y el pequeño, Raúl, corrió la Copa Hyundai dos años. Yo le hacía de ayudante a Raúl y mi madre se encargaba del avituallamiento. Así empecé a conocer este mundo por dentro.

-Su pareja también es piloto.

-A Dani [Mesalles] le conocí en una Copa Clio y empezamos a salir. Aquello ya era otro nivel. Él tenía un preparador y mecánicos que le asistían y yo me aburría en los circuitos. Soy una persona muy inquieta y estaba acostumbrada a cargar con ruedas y destornilladores para mi hermano y a preguntarlo todo. «¿No me dejaréis ni enganchar una pegatina?», me lamentaba.

-¿Qué hizo para dejar de aburrirse?

-Me dediqué a observar la relación entre los pilotos y sus preparadores, escuchaba atentamente cómo hablaban del coche y de las sensaciones que les provocaba la velocidad. «¡Súbeme 200 gramos de presión!», decían. Y yo en aquel momento no entendía nada pero me encantaba y, aunque no estaba dentro del coche, sentía como unas cosquillas en el estómago. Observando a Dani aprendí mucho. Con él subí por primera vez a un coche como copiloto.

-¿Cómo fue aquella primera experiencia?

-Era en el circuito de Montmeló y a la tercera curva pensé que tendría que pedirle que parara porque me estaba mareando. Con las inercias y las frenadas provocadas por la velocidad me entró vértigo, pero enseguida hice un clic. Entonces empecé a sentir una emoción que no se puede comparar con nada, un subidón, una sensación de felicidad plena. Se me pone la piel de gallina.

-¿Hay alguna relación entre manejar un coche y manejarse en la vida?

-Soy una persona muy analítica, nerviosa y autoexigente; me fijo más en las cosas negativas que en las positivas. Pero desde que soy piloto he aprendido a confiar más en mi intuición y a dejar fluir las cosas, tanto en el circuito como en la vida cotidiana.