Una lacra sin edad

El machismo arrecia entre los jóvenes ante la pasividad social

VÍCTOR VARGAS LLAMAS / BARCELONA
ANTONIO M. YAGÜE / MADRID

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Se afanan en marcar distancias con todo aquello que provenga del mundo de los adultos. Visten diferente, usan su propia jerga y viven en permanente idilio con la rebeldía y la contradicción. Pero la impermeabilidad de la que presumen sufre filtraciones en los aspectos más insospechados. Uno de ellos es el de las relaciones afectivas. Apenas dan sus primeros pasos en el mundo del amor y la sexualidad, y se constata que no son tan diferentes de las tendencias y las miserias que marcan a las generaciones que les preceden. Pueden dar fe cuatro de cada cien adolescentes españolas, las que aseguran haber sido víctimas de agresiones físicas por parte de su pareja.

La cifra es más precupante si cabe al constatar que quintuplica el dato registrado tres años atrás, en el anterior estudio del Ministerio de Sanidad sobre igualdad y violencia machista en la adolescencia. Según datos de la Fiscalía General del Estado, las denuncias por abusos sexistas entre menores pasaron de 473 el 2011 a 632 el año pasado.

Los autores del análisis apuntan a la precocidad como elemento clave para entender la reproducción de estas conductas inadecuadas: la edad media de la primera relación es a los 13,1 años, casi medio año antes que en el estudio del 2010, realizado a chicos de 12 a 16 años.

RIESGO / Este escaso bagaje vital tiene su reflejo en una acelerada forma de «quemar etapas» e incrementa el riesgo de maltrato, como denuncia la coordinadora del estudio, María José Díaz-Aguado, catedrática de Psicología de la Universidad Complutense. Y aquí el carácter de ellos les convierte en un riesgo previsible. «A esas edades son muy inseguros. En lugar de reflexionar como ellas, actúan, sin pararse a pensar en las consecuencias», explica Jaume Funes, psicólogo especialista en jóvenes.

La falta de empatía y de conocimiento de uno mismo tiene su reflejo en conductas de control abusivo: el 28,8% de ellos quieren saber con quién habla su chica, de qué va la conversación y adónde va. La anterior referencia hablaba de un 6,9%. Un 25,1% de las chicas denuncian que sus parejas revisan su móvil, y un 15,1% que usan las contraseñas que ellas mismas les facilitaron.

La evolución a priori negativa de estos parámetros tiene una explicación en clave positiva para especialistas como Pere Marquès, profesor de Pedagogía Aplicada de la UAB. Para Marquès, las cifras evidencian que las víctimas jóvenes de malos tratos machistas disponen ahora de mucha más información y «pierden el miedo a admitir y denunciar su situación». «Son situaciones que también se daban antes, pero ahora hay más conciencia sobre la problemática y aflora más», dice. Por eso, un 9,5% de las encuestadas se atreven a revelar que reciben insultos y amenazas en su móvil o en internet.

CULTURA AUDIOVISUAL / Aumenta la transparencia, fluye la información y crece la sensibilidad entre las adolescentes, independientemente de su condición. Pero también hay un mensaje dominante en la sociedad, una lluvia fina e incesante, que va calando en ellas y ellos. «Hay un discurso absolutamente sexista en buena parte de la cultura audiovisual que consumen. Un discurso en el que se prestigia la agresividad como símbolo de masculinidad. Y es un bombardeo constante, que les llega de programas de TV como Gandia Shore, de videojuegos violentos, anuncios e incluso de estilos musicales como el reggaeton», explica el sociólogo Xavier Martínez  Celorrrio.

Como consecuencia de estas actitudes dominantes, un 36% de las jóvenes consultadas aseguran haber sufrido miedo, un indicador definitivo para detectar casos de violencia machista, según los autores del análisis. Tres años atrás, las respuestas  afirmativas fueron del 15%.

Para invertir la tendencia al alza indicada por el estudio, los expertos coinciden en la necesidad de potenciar las tareas preventivas, aspecto en el que la educación es el factor proritario. Antonio Andrés Pueyo, profesor de Psicología en la Universitat de Barcelona, apunta a la dificultad para cambiar la inercia de un fenómeno y apela a la «responsablidad de todos los agentes implicados»: familia, escuela, medios de comunicación y autoridades.

Marquès incide en el papel de la escuela para llegar «adonde la familia no puede». «Un 30% de fracaso escolar implica que esos chavales no asumen los conocimientos que deberían, entre los que están los que modelan su personalidad, discernir aquello que forma parte del sustrato cultural pero es incorrecto», dice.

Celorrio coincide y destaca que «la enseñanza se ha relajado demasiado en la coeducación», aunque admite que no puede contrarrestar ella sola «la gran influencia negativa de una industria cultural machista». «En la ESO se está demasiado pendiente del resultado académico y muy poco de la educación integral y afectiva», expone. Pero achaca el mal rumbo a las decisiones políticas e ilustra su pesimismo «viendo el contenido de la LOMCE».