VIDA SOCIAL AFECTADA

Los únicos amigos que tiene su hijo

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TIZIANA CAULI / BARCELONA

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Cada día, al volver del trabajo, Floren Calero baja al patio del edificio donde vive en Cornellà de Llobregat y juega con P. a fútbol, baloncesto o cualquier otro juego que le apetezca a su hijo de 8 años. Con 45 años, este policía y su mujer, Yolanda, profesora, son sus únicos compañeros de ocio. Lo adoptaron en Rusia y hace solo dos años fue diagnosticado de SAF. «Lo más difícil para él es relacionarse», explica Yolanda. «Le gustaría, pero no lo consigue. Entra como un elefante en una cristalería».

Cuando decidieron ser padres, Yolanda y Floren sabían que el pequeño de 18 meses iba a necesitar mucha atención y amor, pero no estaban preparados para las dificultades relacionadas con el SAF. «En el orfanato ruso nos dijeron que tenía un retraso psicomotor y quizá miopía», recuerda su madre. «El retraso psicomotor se puede recuperar. Pero los trastornos debidos al SAF son muchos más: dificultad de socialización, déficit de atención, impulsividad...».

PROBLEMAS RELACIONADOS

La vida social de esa pareja catalana se ha visto muy afectada por la enfermedad de P. «Solo hay dos restaurantes donde sabemos que no vamos a tener problemas», dice la madre. «Mi marido ha perdido un amigo de infancia después de pasar un fin de semana en su casa con P».

El niño sufre hiperactividad y cada semana sus padres lo llevan a la psicóloga. «También nos aconsejaron la equinoterapia». La actividad cuesta 200 euros por semana, que se suman al coste de la terapia psicológica y de la medicación. Sabiendo cuánto le gustan a su hijo los caballos, Yolanda y Floren decidieron inscribirlo. «Es un sacrificio, pero no todos los padres pueden hacerlo».