Los pedagogos defienden el parvulario como espacio de socialización y estímulo

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MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / IMMA FERNÁNDEZ / BARCELONA

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Porque aprenden a relacionarse con niños de su misma edad. A compartir, a jugar con ellos. Porque los profesionales que los atienden están capacitados (al menos lo están más que muchos padres) para tratar a los pequeños, para estimularles y para detectar, llegado el caso, si tienen algún problema de aprendizaje. Y porque "papá y mamá son también personas que necesitan, ¿por qué no?, tener sus propios espacios y algo de tiempo para sí mismos", argumenta Beth Galindo, técnica de Proyectos Educativos en el departamento de Pequeña Infancia de la fundación Pere Tarrés.

Por todo ello, y porque "los parvularios son tan flexibles, en horarios, en espacios y en metodologías, como los padres consideren necesario", la crianza con apego es perfectamente compatible con el hecho de llevar a una escuela infantil a un niño de entre cero y tres años, sostiene Galindo, que también ha sido directora de un jardín de infancia. "No estamos defendiendo un modelo, el de la escolarización, y criticando el otro, el de la educación en casa... Creemos que todo suma", agrega la técnica de Pere Tarrés.

"Es obvio que, aunque como padres y madres nadie recibe una formación, hay familias con más recursos personales, culturales, donde los estímulos son más fáciles y los niños disponen de referencias positivas en el entorno inmediato", prosigue Josep Oriol Pujol, director general de la fundación, que trabaja con menores en riesgo de exclusión social.

"Precisamente es para aquellos que no tienen estos modelos para los que la guardería se convierte en un marco fundamental para favorecer la igualdad de oportunidades", subraya Pujol. La pobreza de estímulos y la falta de hábitos, por no mencionar, en algunos casos, las dificultades alimentarias, "marcan el desarrollo posterior de un niño", afirma.

En Catalunya hay este curso 2016-2017 un total de 1.709 escuelas infantiles que cubren la etapa educativa no obligatoria de cero a tres años, el 60% de ellas de iniciativa pública. Allí los niños, además, se familiarizan con el que será, más adelante, su segundo marco de referencia después del hogar familiar: la escuela.

"Sin poner en duda la valía de las familias que crían a sus hijos en casa, lo que está garantizado es que en las escuelas hay unos controles físicos, de seguridad y de espacios, además, por supuesto, de unos trabajadores titulados", subraya Maria Vinuesa, miembro de la ejecutiva de la asociación pedagógica Rosa Sensat.

NO SOLO LO ACADÉMICO

Pese a los recortes sufridos en los últimos años, que han obligado -entre otras medidas- a aumentar el número de alumnos por aula, en los parvularios se presta "una atención individualizada, que fomenta el desarrollo cognitivo, emocional y social del niño", detalla Ariadna Soto, directora de la escuela infantil Collserola y profesora también en el Instituto de Ciencias de la Educación de la UAB.

Por si todos estos argumentos no fueran suficientes, en cada una de sus ediciones, el informe internacional PISA se reafirma en lo importante que es la educación infantil. Los resultados del estudio, que realizan alumnos de 15 años, demuestran que en prácticamente todos los países de la OCDE, los estudiantes que asistieron a una escuela de educación infantil obtienen resultados superiores a aquellos que no lo hicieron. De hecho, la diferencia entre los alumnos que asistieron durante más de un año y aquellos que no asistieron es de 54 puntos de media en la evaluación lectora, lo que equivale a una diferencia de casi dos cursos escolares. 

"Pero no se trata solo de lo académico", añade Beth Galindo. El niño también aprende a gestionar emociones, a convivir con sus iguales, concluye. Y a aceptar que no siempre va a ser el rey de la casa.