Polémica en torno a la memoria histórica

Los obispos catalanes debatirán el papel de la Iglesia en el franquismo

Obispos durante la ceremonia de beatificación de 522 mártires celebrada el domingo en Tarragona.

Obispos durante la ceremonia de beatificación de 522 mártires celebrada el domingo en Tarragona.

JOSEP SAURÍ
BARCELONA

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Los obispos catalanes están dispuestos a mover ficha en el debate en torno al reconocimiento de las víctimas del franquismo y el papel de la Iglesia católica en la rebelión militar y el régimen de Franco. O por lo menos, a abrir un debate interno. Las reacciones contrarias tanto a la oportunidad como al contenido de la macrobeatificación de mártires de la guerra civil del domingo en Tarragona no han caído en saco roto.  El arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol Balcells, «muy sorprendido» por las críticas recibidas, confirmó ayer a este diario  que pondrá sobre la mesa la cuestión y la posibilidad de «algún tipo de gesto» en la próxima reunión de la Conferencia Episcopal Tarraconense -que él preside y que agrupa a las 10 diócesis catalanas-, el 30 y el 31 de octubre.

Pujol considera que el tema es «muy complicado» y debe tratarse «con mucha prudencia», e insiste en que las beatificaciones «no iban contra nadie. Solo fue un acto de reconciliación y de paz, un homenaje a personas que murieron por su fe». «La única pena que tengo es que haya gente que sufra, que se haya sentido dolida. Es todo lo contrario de lo que queríamos», añade. Por ello, vista la reacción de una parte de la sociedad «hay que ver cómo explicar mejor las cosas», apunta Norbert Miracle, vicesecretario de la Conferencia Episcopal Tarraconense.

LUCES Y SOMBRAS / «Es necesaria cierta revisión por parte de todos, desde el mayor respeto a todas las víctimas inocentes. Buscar más claridad y más comprensión mutua», sostiene Miracle. Y no solo eso: «Hay que hacer una reflexión más profunda y serena sobre la historia de la Iglesia en nuestro país en el siglo XX, con sus luces y sus sombras», concluye.

No es esta la única señal en este sentido del arzobispo de Tarragona. En una carta fechada el pasado día 8 y dirigida al historiador Josep Sánchez Cervelló en respuesta a sus críticas a las beatificaciones, Pujol no duda en referirse a «la dureza, la infamia, los silencios y complicidades más o menos explícitas de la Iglesia después de la guerra civil», al argumentar que pese a ello «no resulta intelectualmente aceptable mezclar la persecución religiosa con la represión franquista posterior».

También lamenta el arzobispo «que no se facilite, como se debe y la ley de memoria histórica reconoce, el derecho a la búsqueda de aquellas personas que, pese a haber pasado tantos años, permanecen aún ignoradas en tantas fosas comunes».  Y afirma asimismo que todas las víctimas tienen derecho a ser reconocidas y honradas, «pese a que un largo silencio haya obstaculizado su reconocimiento y haya intentado borrar su memoria».

CON LAS VÍCTIMAS / «Yo soy el primer interesado en que no haya gente en las cunetas», insistía ayer el arzobispo Pujol, quien dijo estar «absolutamente dispuesto» a participar siempre que pueda en los actos en memoria de víctimas del franquismo a los que se le invite, como hizo recientemente en un homenaje a la quinta del biberón en la sierra de Pàndols. «Iré a rezar y a acompañarles», prometió.

Por la mañana, el propio arzobispo Pujol y el secretario de la Conferencia Episcopal Española, Juan Antonio Martínez Camino, habían ofrecido una rueda de prensa de cierre de las beatificaciones en la que se esforzaron por enhebrar un mensaje conciliador sin pronunciar en ningún momento la palabra franquismo. «La Iglesia no olvida a ninguna de las víctimas inocentes de la intolerancia y los totalitarismos del siglo XX, de uno u otro signo ideológico», afirmó Martínez Camino, para quien los mártires beatificados «van a quedar en la historia como una memoria de todas las víctimas».

Para el decano de la Facultat de Teologia de Catalunya, Armand Puig, que en las beatificaciones no se hiciera referencia alguna a las víctimas del franquismo ni a la connivencia de la Iglesia con el régimen no significa «en absoluto» que el tema esté cerrado. Al contrario, el acontecimiento lo ha puesto encima de la mesa, sostiene Puig. «Es una invitación al perdón, dado, ofrecido, pedido y recibido. Es una oportunidad, y entre los obispos catalanes hay un deseo clarísimo de avanzar por ese camino», asegura. «Lo dice el padrenuestro: 'Perdona nuestras ofensas, como nosotros también perdonamos a los que nos ofenden'. Si Jesús habló así, sus discípulos deben hablar así. El perdón forma parte del ADN del cristianismo», concluye.