LA EVOLUCIÓN DEL MOVIMIENTO 15-M

Los indignados se trasladan a los barrios ante la agonía de la acampada

Un joven descansa en una hamaca en la plaza de Catalunya, ayer.

Un joven descansa en una hamaca en la plaza de Catalunya, ayer.

FIDEL MASREAL
BARCELONA

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A la misma hora en que el miércoles poco más de 300 personas protagonizaban la reunión de indignados más caótica y reducida de la plaza de Catalunya, en la segunda asamblea de indignados del barrio de Sant Antoni 200 vecinos debatían constructivamente cómo «dar continuidad a la indignación cuando desaparezca de los medios de comunicación». Esta asamblea es una continuidad de la de la plaza de Catalunya. En Sant Antoni, como en el Forat de la Vergonya (Casc Antic) o la plaza de la Mercè (Gòtic), afloran muchos de los ingredientes que originaron la indignación que acampó en el centro de Barcelona y muchas otras localidades catalanas y españolas.

Surgen en forma de lluvia de reivindicaciones: problemas como lo que sucede en la escuela Ferran Sunyer de Sant Antoni que, según los indignados «pasará a tener tres líneas dado la falta de escuelas públicas y no está preparada para acoger a tantos niños»; ideas como las de una vecina del Gòtic, que propone colgar de los balcones textos con las razones de los indignados como la lucha contra los desahucios; o propuestas respecto a la profundización democrática como la lanzada por uno de los miembros de la asamblea del Casc Antic: «Experimentar procesos de votación y participación respecto a cosas locales, manejables, trabajar en pequeño y luego pasar a la red».

«Trabajar en pequeño», una frase que define lo que muchos indignados piensan para dar continuidad a un movimiento que, en lo que respecta a la plaza de Catalunya, ha entrado en un callejón sin salida.

INCAPACES DE DECIDIR Es impensable que la asamblea de la plaza de Catalunya de anteayer generase la lluvia de ideas intergeneracionales que de está dando en los barrios (hay ya hasta 22 asambleas constituidas en Barcelona y el germen de muchas más en poblaciones del área metropolitana y el resto de Catalunya). En la reunión de la plaza de anteayer hubo tensión (acusaciones mútuas de desinformación), gritos para descalificar intervenciones, reproches constantes respecto a la decisión de abandonar o no la acampada y discursos contra los que quieren resistir en la plaza a toda costa. «Resistir no es anquilosarse en un lugar, porque entonces empieza la decadencia», afirmó una representante de la comisión de feministas indignadas.

Tal es el nivel de tensión que, como explicaba ayer uno de los representantes de la asamblea del barrio de Sants, «mucha gente viene de plaza de Catalunya aquí porque se puede trabajar mejor». «La acampada, incluso la que tenemos aquí en el barrio, no es una meta. La plaza de Catalunya es un lugar muy simbólico pero desgasta. Aquí hay más participación y el ambiente es relajado», añade una acampada de Sants, que lleva desde el día 21 organizando asambleas y grupos de trabajo. en Sants, el protagonismo también recae en desafíos de barrio, como el objetivo de recuperar Can Batlló, para lo cual hay convocada una manifestación mañana por la mañana.

LIDERAZGO DESCENTRALIZADO En los barrios existe la convicción de que es en ese nivel más micro donde se puede mantener la esencia inicial de la indignación. «No debemos abandonar el espíritu del 15-M, es nuestra razón de ser», proclamaba Gonzalo en la asamblea del miércoles en la plaza de la Mercè. Sus palabras recibieron un unánime aplauso silencioso, consistente en levantar ambas manos y agitarlas, el sistema de signos adoptado por todas las asambleas. Los barrios también asumen la necesidad de impulsar las grandes manifestaciones unitarias. Es decir, sigue el trabajo en red, especialmente para la concentración ante el Parlament de los próximos días 14 y 15 y la manifestación del día 19.

También respecto a estos grandes eventos la compleja red interna de comisiones y subcomisiones de la plaza de Catalunya, algunas de ellas ya enfrentadas abiertamente sobre su nivel de legitimidad, avanza muy lentamente en la toma de decisiones. El miércoles se produjo un encendido enfrentamiento para conseguir aprobar una propuesta aparentemente menor: notificar a las autoridades la manifestación del próximo día 19. Algo que para los máspuristas fue juzgado como una cesión intolerable al poder.

La poca asistencia a las asambleas nocturnas de la plaza de Catalunya, donde el perfil mayoritario es el de jóvenes radicales, es otro problema. En contraste, las reuniones de los 22 grupos de barrios ya constituidos, congregan a menos ciudadanos pero permiten asistir a mujeres y hombres de mediana edad como la que en la asamblea de Sant Antoni bromeaba sobre si estaba dispuesta a pernoctar: «¡Con el reuma que tengo, no puedo acampar!».

Los grupos de barrios están reproduciendo vicios estructurales ya vividos en el núcleo inicial («Si hay tanta organización yo me pierdo», confesaba un señor en la reunión de la plaza de la Mercè). Pero la mayoría son conscientes, como se dijo en Sant Antoni, que la clave es «que no se queden las propuestas en el aire». De ellos depende hoy, más que de plaza de Catalunya, que la indignación siga creciendo.