Lejos de los dos grados

La gran central térmica de carbónde Gelsenkirchen,en Alemania.

La gran central térmica de carbónde Gelsenkirchen,en Alemania.

ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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La comunidad internacional emplea la convención de los dos grados -un aumento de la temperatura de dos grados con respecto a los valores preindustriales- como el umbral simbólico que separa un calentamiento global asumible, el máximo permitido para evitar interferencias peligrosas en el clima, de lo que sería una catástrofe. Obviamente, no dependerá de una décima más o menos, pero lo que está claro es que el riesgo se incrementa a medida que se aleja el objetivo. Y por ahora, según todas las previsiones, el aumento de las temperaturas a lo largo del siglo se situará en el mejor de los casos entre 2,7 y 3,1 grados, dependiendo de quien haga el análisis. Si no se hace nada y todo sigue como ahora, entonces el ascenso más probable será de 4,9 grados de aquí al 2100, según las proyecciones o escenarios del IPCC, el grupo de expertos en cambio climático de Naciones Unidas.

Los países participantes en la próxima cumbre de Paríscumbre de París, que ha de sentar las bases de la política climática internacional de las próximas décadas, han entregado a la ONU sus respectivas propuestas de acción para reducir emisiones de dióxido de carbono (CO2) y otros gases responsables del calentamiento global, lo que técnicamente se conoce como pledges o compromisos. Pues bien: el Climate Action Tracker (CAT), un organismo asociado a cuatro centros de investigación europeos, ha calculado que las promesas nacionales, en caso de cumplirse, equivalen a un aumento de las temperaturas de 2,7 grados en el 2100. Como la temperatura ya ha aumentado nueve décimas en el conjunto del planeta desde 1900 y es inevitable que suba varias más debido a la llamada inercia atmosférica, es urgente tomar medidas para frenar el proceso.

Por si fuera poco, es muy posible que los países más vulnerables, como los estados insulares del Pacífico, ya empiecen a sufrir estragos con un aumento de solo 1,5 grados, recuerda Mar Asunción, responsable del programa cambio climático de WWF-España.

Los cálculos son complejos porque las promesas no se expresan en los mismo términos. Por ejemplo, EEUU prevé recortar entre un 26% y un 28% sus emisiones de CO2 (y equivalentes) en el 2025 con respecto a los niveles del 2005, mientras que la UE propone un 40% en el 2030 pero con respecto a 1990, «que en fondo no es mucho más que lo que proponen los norteamericanos», como explica el biólogo Frederic Ximeno, socio-fundador del Estudi Ramon Folch.

"FORTALECER OBJETIVOS"

Lo que está claro, según el CAT, es que "los gobiernos deben fortalecer significativamente sus objetivos" y reducir las emisiones mundiales en 12-15 gigatoneladas de CO2 anuales para el año 2025 y en 17-21 gigatoneladas en el 2030, un objetivo ambicioso si se tiene en cuenta que actualmente ascienden a 50 gigatoneladas por año. Como insiste el IPCC, debe evitarse a toda costa que en la atmósfera haya una concentración superior a las 450 partes por millón de CO2». El dióxido de carbono es un gas sumamente persistente puesto que sus moléculas tardan entre 250 y 400 años es degradarse.

ANÁLISIS DE LAS PROPUESTAS

 De las 150 propuestas de reducción que ya se han presentado ante la ONU, el CAT ha analizado 48 países que en total suponen el 78% de las emisiones mundiales de CO». Pocas potencias faltan. Es decir, el margen de error es pequeño. De hecho, en términos similares (2,7 grados) se ha expresado la Agencia Internacional de la Energía (IEA) tras analizar las propuestas de 150 países, que suponen el 90% de la demanda global de combustibles fósiles. La IEA apuntó que la aplicación completa de los compromisos marcados requerirá 13,5 billones de dólares (12,25 billones de euros) en medidas de eficiencia energética y tecnologías de bajo contenido en carbono entre el 2015 y el 2030. Entre otros aspectos, la agencia calcula que para lograr el objetivo de los dos grados sería encesario que el 70% de la generación de electricidad «adicional» (las centrales de nueva construcción) proceda de fuentes renovables.

El CAT pone nota a los respectivos países en función del esfuerzo que, a su juicio, van a realizar. Así, a Australia, Rusia, Canadá, Corea del Sur, Sudáfrica, Japón, Singapur y Turquía, entre otros, los suspende sin paliativos (calificación "inadecuada"). En el segundo grupo (calificación media) figuran la UE, China, México, Estados Unidos o la India. Finalmente, en el grupo de los aprobados solo hay dos: Marruecos y Etiopía.

ALGUNAS ESPERANZAS

 En cualquier caso, Christiana Figueres, la secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (UNFCCC), organizadora de la cumbre de París, se muestra esperanzada pese a reconocer que queda mucho trabajo. Nunca había habido un esfuerzo similar: «[La presentación de los compromisos nacionales] refleja el creciente reconocimiento de que existe una oportunidad sin precedentes para avanzar hacia un desarrollo sostenible de bajas emisiones», comentó.

Tatiana Nuño, responsable de la campaña de cambio climático de Greenpeace, asume que el acuerdo París no será una panacea y habrá que seguir trabajando porque «esto es una lucha a largo plazo», pero observa aspectos positivos. Muy posiblemente, explica desde Bonn, donde esta semana se ha celebrado el último encuentro preparato, el tratado que emane de París incoporará algún mecanismo de revisión por ciclos. "Cada cinco años -pone como ejemplo- se evaluarán los resultados, la evolución de las emisiones, y se podrá decidir si es necesario hacer un esfuerzo suplementario". Nuño confía en un cambio energético en el mundo «que ya está dando sus primeros pasos». "Lo que salga de París quiza sea insuficiente -concluye Mar Asunción (WWF)-, pero algo ya se está moviendo socialmente entre empresas, usuarios, ayuntamientos... hacia ese cambio".