200 AÑOS DE CONSTITUCIÓN

Las Pepas del Cádiz de hoy

Las gaditanas son el sostén de una provincia machacada por el paro. Lo demuestran sacando adelante a sus familias y destacando a base de coraje e ingenio.

Lalia González, directora de 'La Voz de Cádiz' y la primera mujer al frente de un diario en Andalucía.

Lalia González, directora de 'La Voz de Cádiz' y la primera mujer al frente de un diario en Andalucía.

texto: JULIA CAMACHO fotos: JAVIER DÍAZ

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Celebrar?, si las mujeres no estábamos en la Constitución de 1812, ¿qué tenemos que celebrar?», insiste machacona Ana Camelo, pionera del movimiento asociativo y feminista en Cádiz y que todavía hoy no suelta el megáfono de las arengas. Las mujeres fueron las grandes excluidas en esa primera Carta Magna, relegadas junto a los discapacitados y los criados. Pero algunas acabaron revirtiendo esa invisibilidad, y mientras los hombres discutían de política en las trastiendas, en las terrazas ellas hacía visibles florecientes tertulias culturales, literarias o científicas.

También hoy hay mujeres que se esfuerzan por demostrar a base de valentía y coraje que Cádiz es algo más que una de las provincias con la tasa de desempleo más elevada del país (casi el 35%). Son universitarias, investigadoras, emprendedoras y mujeres anónimas que han acabado convertidas en el sostén familiar a causa de los continuos golpes contra la industria local (Astilleros, Bazán-Santa Bárbara, Delphi Altadis).

Fortaleza es lo que define a María del Mar López, burgalesa de 64 años y cofundadora de la asociación Mujeres del Mar. La suya es una vida en soledad como mujer de marino mercante. De hecho, él se embarcó cuando estaba embarazada de tres meses, y volvió cuando el niño ya tenía 4 meses, recuerda.«Somos como viudas de vivos», dice. Cuando los maridos salían por la puerta, a ellas les tocaba«ponerse el pantalón para ejercer de padre y un tutú para no dejar de ser mamá».Había que echarse encima el peso de la casa y de los hijos, las malas notas, las noches eternas de enfermedades o la incertidumbre de si el naufragio que salía en las noticias era el del barco de los suyos.

Intrusas en prensa

Pero cuando los maridos llamaban desde la otra punta del mundo, aunque una acabase de salir del hospital con 12 puntos de sutura, no quedaba otra que mantener la ilusión de una vida estupenda para no preocuparles mientras trabajaban. En esa soledad, otras mujeres de marinos ocuparon el lugar de la familia. La felicidad llegaba cuando en las vacaciones escolares se embarcaba el clan al completo. Sus hijos aprendieron a andar en un buque.«En los barcos de pasaje me aburro si no hay una tormenta que anime», asegura López.

Después de toda una vida sacando fuerzas, cuando la situación se relaja en casa con la jubilación de los maridos, en muchas llega el bajón.«Yo parezco un carrito de chucherías, tengo de todo»,bromea sobre su maltrecho marcapasos y sus válvulas postizas, mientras se abre la blusa y muestra una cicatriz que le atraviesa el escote.

Aunque las cosas han cambiado en la mar, no lo ha hecho la situación de la mujer. En el fondo, siguen siendo ellas las que a menudo sacrifican la vida laboral por cargar con la vida doméstica. Hay excepciones como Lalia González Santiago, la primera mujer directora de un periódico en Andalucía (La Voz de Cádiz).

Con el póster de una remachadora norteamericana de los años 40 sacando músculo y con el lemaWe can do it presidiendo su despacho, reconoce entre risas:«Somos como intrusas en un mundo de hombres, como el chiste del perro bailarín: 'No lo hace mal¿ para ser un perro'».

La de González fue una vocación clara, forjada desde muy temprano en las redacciones a base de muchas horas de trabajo, a veces más que los compañeros hombres.«Yo he sido muy estajanovista, o tonta, según se mire»,dice para explicar su exceso de celo a la hora de impedir que las visitas al pediatra o el ginecólogo, o las reuniones de la asociación de padres, robasen siquiera un minuto del horario laboral.«Al final nos sale el complejo de culpa, estamos todo el rato esperando que nos echen en cara el mínimo fallo».

Reconoce que puede haber una cierta mirada femenina que permite atisbar la esperanza en un mundo en crisis.«Más capacidad para sufrir ante la adversidad, mayor serenidad y una visión a largo plazo, sin dejar de ser unas maris, lo que nos permite rebajar tensiones», subraya con la sonrisa perenne en los labios.

Su teoría la comparten la investigadora Carmen Castro y la cineasta Oliva Costa, que con el corto -y más tarde largo-Las Constituyentes, trata de sacar de la invisibilidad a lasmadres de la Constitución del 76, las ponentes de esa primera legislatura moderna que sí dieron su lugar a las mujeres en la Carta Magna.

Circuito alternativo

Costa lamenta la escasa presencia femenina en el mundo del cine.«Es más difícil porque los que escriben contenidos y programan en televisión son hombres y prevalecen sus gustos».Desde su pequeña productora, mueve la cinta en circuitos alternativos.«Supone menos público, pero también menos costes», admite.

Con la ciencia ocurre lo mismo, hay muchas investigadoras pero«brillan los hombres porque la mujer se echa encima tareas domésticas, y este trabajo requiere más horas que ninguno»,explica Castro. Desde el departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina, esta zaragozana de 42 años dirige un proyecto de regeneración neuronal que montó de cero.

Se sabe privilegiada por haber podido formarse en EEUU, la meca de cualquier investigador, y constata que hay un mayor acercamiento ahora a la ciencia porque, con la gente parada y ante la imposibilidad de ganar mucho dinero,«al menos ahora se dedican a lo que les gusta».

Ella pone el acento en el«terrible error»que supone recortar en investigación, que genera conocimiento y, por tanto, desarrollo.«A este paso, la crisis se acabará y no quedará nada -augura-, pero si hay conocimiento y desarrollo suficientes, construiremos una economía más sólida».

Ese carácter fue justo el que permitió a Consuelo Guerra, Raquel Velázquez y Mónica Medina, licenciadas en Ciencias del Mar, montar Suralgae, una pequeña empresa de comercialización de algas para alimentación y cosmética. El hermano cocinero de Guerra fue quien les lanzó el reto en el 2007. Las chicas, que ahora tienen 30 años, se pusieron a investigar la materia prima que tenían en San Fernando, sus usos y tiempos de cocción. Y con mucho tesón para superar barreras burocráticas y«sin pedir un duro a la familia»,lograron alquilar un estero, desde el que surten a diario a restaurantes de todo el país.

Ellas recolectan, limpian, seleccionan, secan, envasan e incluso reparten las algas con sus propios vehículos en establecimientos de la zona. Con las manos marcadas de tanto tiempo en el agua, Consuelo explica que las mayores reticencias las encontraron por su juventud.

«Al principio éramos las locas de las algas, ahora evolucionamos a las niñas de las algas»,explica Mónica sobre cómo acabaron ganándose el respeto de los pescadores. En un año, las tres demostraron la viabilidad del proyecto y ahora intercambian recetas de algas en Facebook para incentivar consumo y ventas.«El que no arriesga, no gana».

El largo de la escoba

Las mujeres han acabado convertidas, en muchos casos, en el pilar familiar, especialmente con la crisis, subraya Ana Camelo. Limpiadora en un colegio público, lamenta que las mujeres no tienen trabajo en Cádiz:«Nos han relegado a la casa, y la mayoría hacen lo que pueden en la economía sumergida».Su vida es un repaso por la historia de los movimientos sociales en la ciudad.«No podía ser menos, naciendo el 8 de marzo en una calle llamada Libertad».

Con su pelo teñido de azul, siempre ha sido la primera en organizar a los trabajadores para reivindicar sus derechos; desde el horario, la carga de trabajo e incluso el largo del palo de la escoba para no acabar con dolores de espalda. También contribuyó a dignificar Cerro del Moro, un barrio asolado por la droga y el desempleo, y llevó al maestro a la asociación de vecinos para que las mujeres«perdieran la vergüenza a ir a aprender a leer y escribir». Y pesimista, reconoce que a las jóvenes les quedan pocas oportunidades, porque se preparan pero no saben para qué.«Tenemos iniciativa y coraje, pero necesitamos un mínimo de infraestructura»,reclama.