Las palmeras catalanas sucumben al picudo rojo

La Generalitat calcula que la plaga ha dañado ya a más de 6.000 ejemplares

Jardineros municipales de Sitges revisan una palmera, la semana pasada.

Jardineros municipales de Sitges revisan una palmera, la semana pasada.

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ
BARCELONA

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Seis años después de su primera aparición en Catalunya -el lugar fue El Vendrell (Baix Penedès); la fecha, diciembre del 2005- su avance es implacable. El picudo rojo, gorgojo (sí, sí, también se le conoce como gorgojo) o Rhynchophorus ferrugineus, en su apelación científica, ha castigado ya a más de 6.000 palmeras del litoral catalán, según el registro que lleva la Conselleria d'Agricultura. Aplicar tratamientos fitosanitarios a todo el arbolado dañado cuesta a las administraciones 1,2 millones de euros anuales.

El Baix Penedès y, sobre todo, el Maresme son las áreas más afectadas. Pero el problema es que la plaga viaja tierra adentro. «El caso más alejado de la costa se ha localizado en el Anoia, en Piera, pero de momento la situación allí está bajo control», dice Jesús Altabella, técnico del servicio de Sanitat Vegetal de la Generalitat. Altabella habla del picudo (morrut, en catalán) con un conocimiento de causa que deja boquiabierto. «Hemos aprendido de él a medida que se iba propagando, son muchos años ya trabajando en palmerales», argumenta. Son muchos ejemplares enfermos diagnosticados y muchas tentativas de tratamiento ensayadas, con éxito diverso.

«Es fácil identificar cuándo una palmera está afectada: basta con fijarse en las hojas... Cuando se secan y se abren como un paraguas, malo», precisa Jordi Giné, jefe del servicio de Sanitat Vegetal. «Ahora, en octubre, es cuando los árboles explotan [o petan, como dicen los del gremio]. Eso ocurre porque durante el verano el escarabajo ha ido consumiendo la savia del árbol», relata Giné. Por eso, en las últimas semanas decenas de ayuntamientos catalanes -hay más de 173 poblaciones afectadas- han adoptado, con mayor o menor celeridad, con mayor o menor presupuesto, medidas para combatirlo.

PATRIMONIO VEGETAL / Lo han hecho en Badalona (Barcelonès), en Molins de Rei (Baix Llobregat) y en Sitges (Garraf), que había sido hasta este año territorio libre del picudo rojo. Ya a mediados de verano, algunas palmeras del paseo marítimo empezaron a dar muestras de mala salud. «Son solo seis los ejemplares afectados, pero, por si acaso, el ayuntamiento ha puesto en marcha un plan de choque inmediato para tratar las 116 palmeras municipales», explica Lluís Marcé, concejal de Vía Pública. La actuación, que se inscribe dentro de un plan más amplio de preservación del patrimonio natural sitgetano, tiene un presupuesto anual de 30.000 euros y prevé la aplicación de un producto desinsfectante «en pulverizaciones o a chorro en la copa del árbol, tres o cuatro veces al año hasta el 2013», indica Marcé.

MORIR O TALAR / «Pero tan importante como la acción del ayuntamiento es la colaboración ciudadana», insiste el edil. El contagio entre palmeras es rápido. «Es fundamental que, en cuanto detecten los primeros síntomas, los particulares se pongan en contacto con un especialista e inicien un tratamiento», agrega.

Y aunque ni la Generalitat ni los ayuntamientos culpan directamente a nadie, lo cierto es que la lucha contra el picudo rojo falla en cuanto el insecto entra en terreno privado. Muchos propietarios optan por dejar morir al árbol y luego talarlo, disuadidos por el coste del tratamiento. «Cada palmera supone unos 200 euros al año, a razón de 50 euros por aplicación», indica el concejal.

«También hay quien no sabe identificar la presencia de la plaga o quien simplemente cierra la casa de vacaciones tras el verano y no se preocupa por el jardín hasta la siguiente temporada. Cuando regresa en primavera descubre los estragos del picudo», cuenta Jordi Giné, de Sanitat Vegetal de la Generalitat.