El impacto de la crisis en las nuevas generaciones

Juventud sin futuro

EL PERIÓDICO
BARCELONA

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La crisis se llevó por delante casi todos los pactos previos de la sociedad. Hace tiempo fueron los mayores quienes lo denunciaron: se acabó aquel acuerdo tácito por el cual una persona trabajaba toda su vida, se jubilaba, obtenía una pensión y ya no se le reclamaba nada: le tocaba vivir mejor. Hoy muchos abuelos ven con tristeza cómo tienen que mantener a sus menores por la falta de oportunidades de estos. Pero los nietos también han visto roto su contrato. Y ellos están peor que la tercera edad, con un largo futuro por delante que se antoja muy incierto. Los jóvenes, según coincidencia plena en las conversaciones de calle sobre la crisis, son los que se llevan la peor parte.

Esta sensación es confirmada por los afectados, según el estudio 'Crisis y contrato social', elaborado por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), que lo hizo público ayer. Según el documento, nueve de cada diez españoles de entre 18 y 24 años están en una situación igual o peor a la esperada. Más de la mitad, el 53%, cree que está peor, y el 37% se ve igual. Tan solo el 8% de los 1.000 encuestados -entre abril y noviembre pasados- se ven en una situación mejor de la que esperaban estar tiempo atrás. El contrato social roto es aquel por el cual un chico o una chica se esforzaba, generalmente estudiando, y ello redundaba en su integración en el mundo laboral. Eso permitía acceder a una vivienda, tener hijos. Esas cosas que cuestan dinero. Ahora los jóvenes temen quedar despegados del sistema, en posición marginal. Los autores del estudio, Elena Rodríguez y Juan Carlos Ballesteros, sostienen que la crisis ha roto ese contrato social principalmente por tres factores: el desempleo, el freno a la emancipación y la inseguridad y la confusión de los jóvenes.

UNA VIDA PARALIZADA / El rosario de datos crea una imagen inquietante: los jóvenes que iban a empezar a vivir de forma adulta no pueden hacerlo. El estudio lo subraya al resumir la visión de futuro y destacar los rasgos principales del discurso de los más jóvenes. En primer lugar, este grupo poblacional sospecha que habrá un salto entre generaciones, entre la anterior, la de sus padres, y la posterior, la de sus hijos. Y que la suya se quedará en la cuneta, sin haber desarrollado el itinerario deseado, en términos de esfuerzo y resultado correspondiente.

Según el estudio de la FAD, los jovenes creen que el Estado del bienestar desaparecerá progresivamente y no tienen ninguna seguridad sobre la posibilidad de jubilarse, formar una familia, comprar una casa. Los encuestados admiten que se han beneficiado mucho más que sus padres del Estado de bienestar, y tienen claro que sus hijos no lo harán tanto, aunque no llegarán a la situación de partida de sus abuelos, antes de que llegaran políticas sociales universales que ya no lo son.

Por temas sectoriales, los jóvenes citan las áreas en las que creen que se han beneficiado más que sus padres y sobre las que opinan que sus hijos tendrán menos ventajas que ellos: acceso a la educación, a la sanidad, a la estabilidad económica, a la sensación de seguridad, a la sensación de libertad y a la calidad de vida. Ello viene completado en el trabajo por la respuesta a una pregunta clara: ¿qué creen que les pasará y a qué están dispuestos los jóvenes ante el panorama referido? Según los encuestados por la FAD, a muchas cosas a las que no se estaba dispuesto hace diez años. Por ejemplo, el 80% cree que tendrá que depender económicamente de su familia y lo admite como una posibilidad bastante o muy probable. Aún es más alto y elocuente el porcentaje de jóvenes que consideran que tendrán que trabajar en lo que sea: el 84%. El 61,7% ve muy factible que deba irse al extranjero. Es algo que ya está pasando hace tiempo, y que retrotrae a la última emigración económica española, que data de hace medio siglo.

PROLONGAR LA FORMACIÓN / El 79,2% cita la ampliación de los estudios como algo que está dispuesto a hacer y que probablemente deberá realizar. Tiene lógica el porcentaje, porque se constata que ante la falta de salida laboral, los jóvenes estudian por un periodo más largo. Y, a un tiempo, crece la valoración de los estudios. La mayoría, el 53,3% de los encuestados, opina que la formación sirve para encontrar un buen empleo. El 61% afirma que el principal motivo para continuar los estudios es conseguir un mejor puesto de trabajo.