Gente corriente

Júlia Ojuel: «Deberíamos quejarnos más y no tomar tanto ansiolítico»

Feminista y médica de familia, en su consulta del CAP se habla igual de sexo que de colesterol.

GEMMA TRAMULLAS

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Su consulta en el CAP del barrio de La Salut, en Badalona, es un espacio en blanco: no hay nada -ni un póster, ni un lápiz- que lleve publicidad médica; incluso el fonendo se pasa más horas en un cajón que en sus manos.

-Hablar de sexo en una consulta de ocho minutos es muy poco habitual.

-Esto no es una consulta de sexología, es una consulta de medicina de familia en la que yo introduzco la sexualidad. Preguntando a las personas cómo viven su sexualidad les abro un espacio, las legitimo para hablar de ello, si quieren. Si no se habla abiertamente es porque se considera algo íntimo, pero también son íntimos los mocos y las cacas, ¿no?

-¿Cómo reaccionan los pacientes?

-Con interés. ¿Por qué no puedes hablar de cómo llevas tu sexualidad después de una intervención de próstata o si tienes Parkinson? Yo tenía una mujer de 70 años que se masturbaba y quería saber si una operación que tenían que hacerle cambiaría sus sensaciones. ¡Cómo mola oír estas cosas!

-El sexo puede ser liberador o dañino.

-Hay múltiples maneras de vivir la sexualidad y por eso suelo empezar cuestionando los patrones de género y lo que implica nuestra feminidad o masculinidad a nivel sexual.  Si les quitas el peso del patriarcado, la gente se siente profundamente liberada.

-¿Por ejemplo?

-Si al hombre le quitas el peso de tener que cumplir como un campeón -de tener erecciones enormes y largas-, si en lugar de darle Viagra le dices que ser un hombre no es eso, se relaja. Igual que la mujer: si le quitas el peso de tener que ser seductora y estar siempre dispuesta, empieza a disfrutar.

-¿Su estilo médico le trae problemas?

-Me han dicho que hago ideología, pero todos hacemos ideología en la consulta. La ciencia no es neutra. A veces dices cosas que parece que sean tabú y se te echan encima.

-¿Como qué?

-Hay que decir ya que las mamografías no salvan vidas. Si un tumor es malo de verdad, no ganas nada por diagnosticarlo antes; te matará igual y en el mismo tiempo. Se están diagnosticando tumores que no matarán y vuelan tetas que no deberían volar. Por cada muerte que evitamos hay diez pechos intervenidos y diez mujeres sometidas a quimio y radioterapia por un tumor que no las matará nunca.

-No se muerde la lengua.

-No hay derecho que las mujeres tengamos que estar supervisadas médicamente desde los 14 hasta los 70 años: reglas, anticoncepciones, embarazos, menopausias, mamografías... La osteoporosis no es una enfermedad. ¡No se pueden tener 75 años sin que te duelan las rodillas! Se puede hacer más ejercicio para no caerse tanto, pero los medicamentos no sirven de nada.

-La de fármacos que se ahorrará...

-Soy la que menos receto del ambulatorio.

-En plena crisis, el CAP es una trinchera.

-Estamos derivando hacia la medicina problemáticas sociales. La gente no puede dormir porque teme perder su casa. Los hombres dejan de llevar el pan a casa y ven cuestionada su masculinidad, lo que deriva en una disfunción eréctil y en una demanda de antidepresivos. Deberíamos quejarnos más y no tomar tanto ansiolítico.

-¿Qué dice si le piden una pastilla?

-«Vaya a una mani y tómese unas hierbas». ¿Qué tengo que hacer? ¿Recetar un diazepam para que cuando le pase el efecto aún se le caiga más el mundo encima? ¿Para que no moleste? Los antidepresivos no funcionan en estas situaciones, solo las tapan.

Toc, toc, toc. «Perdón -interrumpe la médica de la consulta contigua-. Tengo un paciente aquí... La Plataforma de Afectados por la Hipoteca, ¿dónde está?»