Los déficits de la justicia

Jueces 'lost in translation'

El anecdotario sobre las traducciones en los tribunales es variado e inagotable

ANTONIO BAQUERO
BARCELONA

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No es raro que las interpretaciones simultáneas generen situaciones surrealistas en los juzgados. Así, Juan Miguel Ortega, de la ATPIJ,  recuerda una ocasión «en que se juzgaba a dos chinas por un hurto en una tienda y no había traductor. Al final, la jueza pidió a una acusada que tradujera a la otra. Al final las condenaron. 'Total, es una multa', dijo el fiscal, quitando importancia a lo ocurrido». Ortega recuerda también cuando vio a un supuesto traductor de francés «traducir 'puñetazo' como 'puñalada'; obviamente, no es lo mismo y en un juicio esa diferencia no es broma».

Las traducciones a ciudadanos chinos son de las que más anécdotas deparan. «Siempre pasa igual. Le haces una pregunta al procesado. Responde con una parrafada de dos minutos y va el traductor y dice: 'Ha dicho que no', y se queda tan ancho», comenta el abogado Jorge Navarro. Aunque lejos quedan aquellos tiempos en que las secretarias judiciales buscaban en las páginas amarillas los números de restaurantes chinos para que viniera el dueño o el camarero que hablara mejor castellano.

Terminología específica

El fiscal Álvaro García Ortiz asistió una vez a cómo un abogado, que no se fiaba de la interpretación del traductor, se trajo a su propio intérprete. «Estaba sentado entre el público y hacía una contrainterpretación», explica. No siempre esas situaciones se producen por la falta de profesionalidad del intérprete. «Recuerdo que en el juicio a la red de dopaje de la operación Puerto vino una traductora que debía traducir al mayor experto mundial en hematología. Pero a la mujer, que era una buena profesional, no la habían avisado sobre el contenido de lo que iba a traducir y no pudo hacerlo», explica Ortega.

Algo similar ocurrió en el juicio del 'Prestige'. «Costó mucho encontrar un intérprete capaz de traducir declaraciones con términos marítimos extremadamente técnicos», recuerda el fiscal García Ortiz, que estuvo en ese proceso.

Algunos jueces, cuando dominan un idioma, se prestan ellos mismos a hacer de traductores. «Es lo que hace un juez instructor de Barcelona: si el acusado solo habla francés, se lo traduce él mismo», explica el abogado.

A veces esas situaciones no hacen gracia. «Una vez tuve que intervenir al oír la traducción que se hacía del testimonio de una joven inglesa víctima de una violación. Me levanté y dije que la joven había dicho muchas más cosas que las que estaba traduciendo el intérprete», dice el abogado Navarro. Por eso algunos jueces, como Pilar de Luna, exigen siempre los mismos traductores. «Yo pido que me envíen a quien sé que es un buen profesional, cuyo trabajo a mí me da garantías», explica la magistrada.