Juan Cifrián y Cláudia Mendes: «Las rutinas no cambian, cambia la ciudad»

Profesores de inglés, dan clases a sus alumnos a través de Skype

Juan Cifrián y Cláudia Mendes, profesores de inglés a distancia, en su piso de BCN.

Juan Cifrián y Cláudia Mendes, profesores de inglés a distancia, en su piso de BCN.

C. J. / BARCELONA

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Para Juan Cifrián, viajar no es raro. Nacido en Nueva York, de padre santanderino y madre ecuatoriana, se trasladó a Miami y de ahí a Brasil, con 31 años, donde conoció a Cláudia Mendes, su pareja. Era su primer destino como nómada, y allí descubrió un empleo que le permitiría convertir el viaje en forma de vida: dar clases de inglés por internet. «El tráfico en Sao Paulo es tan complicado que a mis alumnos les costaba desplazarse para ir a clase, así que empezamos a vernos por Skype. Comencé con siete y ahora son 27. Todo por el boca a boca", dice. Además, edita textos para editoriales y escribe para revistas de viajes.

Cuando Cláudia, periodista, se sumó a la aventura, recorrieron juntos EEUU. En Barcelona han estado tres meses, el límite que le otorga a ella su visado de turista brasileña, porque a Juan, con varios pasaportes (uno de ellos español), la burocracia le permite más alegrías.

El pasado viernes llegaron a Zagreb (Croacia), donde esperan pasar el verano recorriendo el país. «Tenemos que salir de la zona Schengen al menos tres meses y no queríamos irnos de Europa, así que optamos por Croacia, de donde es parte de mi familia, a la que no conozco. A ver si encuentro a algún descendiente».

Cada país es una nueva logística. El alojamiento lo contratan por Airbnb o alguna web que les permita pequeñas fianzas y contratos cortos. «La rutina no cambia, solo la ciudad. Hacemos vida local, vamos al mercado, a lugares no turísticos, cocinamos en casa. Si queremos conocer gente, nos apuntamos a eventos por Meetup», dice Juan. «Cuando me voy quiero poder decir que conozco la ciudad, pero hasta que no pasan seis meses no la empiezas a conocer», apunta Cláudia.

Sus rutinas, sin embargo, se han de adaptar a los horarios de sus alumnos en Brasil, con quienes se conectan para dar clases: en Barcelona, del mediodía a las cuatro de la tarde y de las 11 de la noche a las tres de la madrugada. «Para nosotros es imprescindible una buena conexión a internet, e intentamos probarla antes de quedarnos con un piso», explica Juan.