La joven que se suicidó en Madrid denunció 2 veces el acoso escolar

El instituto del barrio de Usera, en Madrid, al que acudía la adolescente que se quitó la vida, ayer.

El instituto del barrio de Usera, en Madrid, al que acudía la adolescente que se quitó la vida, ayer.

MANUEL VILASERÓ
MADRID

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todos estaban al corriente del acoso escolar que sufría la chica de 16 años con discapacidad que se suicidó el pasado viernes en Madrid. Lo sabían sus compañeros, los profesores, los padres de alumnos, la dirección del instituto Ciudad de Jaén, la policía y muy probablemente la Consejería de Educación, pero nadie hizo nada, o al menos algo que fuera suficiente para evitar el trágico desenlace. Sus padres llegaron a interponer no una sino dos denuncias en comisaría, la última pocos días antes de que su hija se arrojara al vacío desde el sexto piso de su casa, y no consta que la policía tomara tampoco ninguna medida preventiva.

La primera denuncia la presentaron hace aproximadamente un mes. Un compañero de clase le mandaba mensajes ofensivos y le exigía que hiciera trabajos y le pagara dinero. También le tiraba agua y le daba codazos. El chico estaba secundado a veces por otra compañera. Así lo hicieron constar los padres en la comisaría del barrio de Usera en el que viven. En la que formularon la semana pasada estuvo también la adolescente, que explicó a la policía que la persecución se mantenía. No les pudo mostrar, sin embargo, los mensajes recibidos porque ella misma los había borrado.

La primera reacción de la Consejería de Educación llegó ayer, tres días después del suceso. Suspendió cautelarmente de sus funciones al director del instituto y le abrió expediente por haber supuestamente «incumplido el protocolo de actuación en los casos de acoso escolar». Este le exigía dar cuenta de los hechos a «la Inspección» escolar o a «la dirección del Área Territorial».

PERPLEJIDAD EN EL CENTRO / La versión de la consejería contrasta con la facilitada por el centro, los profesores y la asociación de padres de alumnos. Las tres partes coincidieron en asegurar que la Inspección estaba al corriente. Como mínimo se lo había comunicado la educadora social. Tras conocer la noticia de la destitución, un profesor mostró su perplejidad. «No entendemos nada. La Inspección se acaba de ir del instituto y nos ha dicho que lo habíamos hecho todo bien», aseguró.

El hasta ahora director, Luis Carlos Pérez, había colgado durante el fin de semana en la web del centro un comunicado presidido por un lazo negro en el que aseguraba tener «la conciencia tranquila por haber hecho todo lo posible por ayudarla». Y añadía que «el centro se ha volcado en esta alumna, se ha atendido a su diversidad, y se ha estado atento a resolver todos los problemas que le han surgido y se han detectado, y se han puesto todas las medidas posibles para resolverlos». También pedía a los alumnos que no actuaran «de manera violenta» contra los agresores, ya que ahora ya no era «posible hacer nada por la fallecida».

Sus compañeros de clase habían sido los más activos en su defensa. Incluso una amiga se encaró varias veces con el acosador. Su víctima tenía un carácter «retraído y apocado» del que se aprovechaba. Tras el acto de homenaje celebrado ayer en el instituto madrileño, una de sus compañeras explicó que «todos sabían lo que le ocurría». De sus amigos más estrechos se despidió por WhatsApp. Les dijo que «no aguantaba más» y que se cuidaran.

ESTABA MUY NERVIOSA / Los profesores habían advertido el pasado jueves a los padres de que la encontraban especialmente nerviosa y habían concertado un encuentro para este lunes en el que debían abordar de nuevo el asunto. El principal acosador también intimidaba a otros compañeros, pero solo la joven lo había denunciado. Antes del suceso la dirección del centro ya se había reunido primero con los padres de la chica y con los del acosador.

El protocolo también obliga a sancionar al acosador por una falta muy grave que puede suponer, entre otras medidas, la realización de actividades fuera del centro para «reparar los daños causados» o que el alumno sea expulsado hasta un mes. La familia de la víctima, que asegura que la menor también trabajó para personas mayores para pagar al chico, señala que este nunca fue expulsado y ni llegó a ser sancionado. La dirección del centro solo le había advertido de que no persistiera.

ATAQUES DE ANSIEDAD / La alumna sufría una discapacidad motora y otra intelectual «de entre el 30% y el 40% que le hacía comportarse como una niña de 10 años», según uno de sus familiares. Repitió un curso y este año asistía a segundo de la ESO, que por edad corresponde a los que tienen 13 o 14 años como máximo. Varios de sus compañeros han tenido que ser atendidos por los médicos por «ataques de ansiedad» tras conocer lo que le había pasado a la muchacha.