Gente corriente

Josep Puig: "En seis años he vendido tres Fazioli, que es mucho"

Empezó como un humilde afinador, pero en su local de Gràcia suenan algunos de los pianos de cola más prestigiosos.

GEMMA TRAMULLAS

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Si usted desea escuchar un piano Fazioli en Catalunya solo tiene dos opciones: que le inviten a uno de los cinco domicilios particulares que han podido costearse este instrumento de 100.000 euros -cosa altamente improbable- o acudir a los conciertos de los viernes en Pianos Puig, en la calle Progrés de Barcelona. Desde esta callejuela del barrio de Gràcia se distribuye para toda España una de las marcas de pianos de cola más apreciadas del mundo.

-¿Cuántos Fazioli ha vendido?

-Aquí la gente no entra y dice: «¡Póngame un Fazioli para llevar!». Soy distribuidor desde el 2008 y en seis años solo he vendido tres, que es mucho considerando que de la fábrica Fazioli en la región italiana del Friuli apenas salen 120 pianos al año. ¡Cada uno tarda dos años en fabricarse!

-¿Por qué no se ven estos pianos aquí?

-Deberían estar en el Palau, en el Liceu y en los lugares más importantes, porque son buenísimos, pero compiten con gigantes como Steinway y en este contexto de crisis su precio es un obstáculo. Por eso organizo los conciertos, para que los músicos puedan saber lo que es tocar un piano que no podrían tocar en ninguna otra parte.

-¿Usted es del barrio de Gràcia?

-De toda la vida. Aquí  hay mucha tradición de tiendas de venta y reparación de pianos. Mis padres le alquilaron mi primer piano a Lluís Camps, que tenía un local en la plaza del Sol y que acabaría siendo mi maestro. Yo trabajaba de ingeniero en una empresa de alimentación y cuando salía me iba a verle trabajar. Todo un señor ingeniero pasando las tardes en un taller.

-Así se inició en el oficio de afinador.

-Era la única manera de aprender, porque las escuelas más cercanas están en Le Mans (Francia) y Newark (Inglaterra).

-Cae un poco lejos, sí.

-También tiene que ver con la historia del piano en Catalunya. A principios del siglo XX había 30 fábricas de pianos solo en Barcelona. Dos de las mejores marcas de Europa se hacían aquí: Chassaigne Frères y Ortiz-Cussó, que luego fue solo Cussó. ¿Sabía que el barrio del Camp de l'Arpa se llama así por el arpa de los pianos de la fábrica Cussó?

-No tenía ni idea.

-El negocio se vino abajo después de la segunda guerra mundial. Las familias eran muy pobres y en lugar de comprar un instrumento nuevo desempolvaban el de la iaia. Así surgieron muchos talleres de reparación. A los 26 años me aburría mucho en el trabajo, pedí el finiquito y con otro afinador montamos un taller en Vallcarca.

-Trabajo no les faltaría.

-No parábamos. Estuve 17 años en Vallcarca y en 1998 me trasladé a Gràcia. Ahora mismo tengo dos pianos de cola y uno vertical en el taller, pero poco a poco me he ido dedicando más a la venta de pianos de segunda mano Yamaha, que traigo de Japón y de Holanda. La mayoría de mis clientes son padres de niños que empiezan a tocar y no quieren dejarse una fortuna.

-Pero también Fazioli.

-Tiene su explicación. Soy un obseso de las cosas bien hechas y además siento que me une algo especial con Paolo Fazioli. Él empezó en 1978 con una fábrica de pianos para hacerle la competencia a un gigante como Steinway y para mí eso tiene un mérito tan increíble que desde el primer día le seguí la pista. Hace seis años él me eligió a mí como su distribuidor en España.

-¿Qué dicen los músicos que vienen a tocar los viernes?

-Están enamorados de Fazioli. Tocar el piano no es hacer puntería con las teclas, sino tener buen gusto, sensibilidad, elegancia, y eso solo se logra con un buen instrumento que responda a lo que tú quieres hacer.