Gente corriente

José Luis Infante: «Deambular no está bien visto, genera desconfianza»

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MAURICIO BERNAL

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Los secretos de la ciudad hace tiempo que fueron sacados a la luz: por los historiadores, por los arquitectos, por los sociólogos… Por los que han escrito guías para sacarlos a la luz. En estos tiempos en que todo o casi todo está documentado, en que las expresiones Barcelona oculta o Barcelona secreta están a punto de perder sentido, José Luis Infante reivindica el buen sabor del descubrimiento individual. Es peruano, tiene 43 años y se gana la vida trabajando en el departamento de logística de una empresa textil, pero siempre que puede sale de exploración (en esos términos lo formula), y sus descubrimientos los va consignando en un blog (eltano.es).

Prescinde de las guías y deambula por la ciudad en pos de sus secretos; así establece una relación distinta con su entorno.

-¿Exploración? Exploración, sí. Le explico: la gente cuando camina lo hace por lo general para desplazarse de un punto a otro. La ciudad es funcional, está hecha para eso. Yo, en cambio, reivindico la exploración, el descubrimiento. Y las llamo así, exploraciones, porque en cierto modo son un homenaje a las antiguas exploraciones: las que tenían el propósito de descubrir, investigar, divulgar y debatir.

-En versión moderna y urbana. Y cuando ya está todo descubierto. Sí, es verdad, yo lo hago en pequeño, dentro de mis posibilidades. En realidad, se trata de observar la ciudad de otra manera, de explorarla en estado salvaje; así encuentras lo extraordinario en lo cotidiano. Entiendo que lo que veo y descubro ya está documentado, pero a mí me gusta descubrirlo por mí mismo.

-¿Por ejemplo? Hábleme de sus descubrimientos. Por ejemplo… Mire, ya que estamos aquí: un día me metí por esa calle, la 26 de Gener, y descubrí el taller de encuadernación An Car. Lo lleva una señora que se llama Carmen Sánchez, cuya madre también se dedicaba a eso; una saga de encuadernadores. Por supuesto, es un lugar donde encuadernan a la vieja usanza, y todo esto lo supe porque entré allí y hablé con ella y me contó su historia. Para mí tiene más valor que leerlo en una guía. Lo descubrí yo, deambulando. Deambular es la base de todo esto.

-Deambular. Sí. Caminar lento, y no para unir rápidamente dos puntos. Lo que se hace con naturalidad en la playa, o en la montaña, o en el campo, pero que en la ciudad resulta tan raro; porque resulta raro, puede anotar eso. Deambular por la ciudad no está bien visto, genera desconfianza. La gente te mira como si pensara: «¿Este qué hace?»

-Como afición es bastante solitaria. Bueno, no siempre. Por un lado, me interesan las personas, el lugar que ocupa la gente en la ciudad; como Carmen, la encuadernadora. Y por otro lado, de vez en cuando hago un tipo de exploraciones en las que necesito la ayuda de otra persona.

-¿Qué tipo de exploraciones? Por ejemplo, una vez entré en contacto con un ilustrador porque me interesaba... Quería consignar visualmente el uso que la gente hacía de un parque: aquí los niños, aquí los jugadores de petanca, aquí los jóvenes… Quería una imagen de todo ello. Y otra vez salí con un ingeniero de sonido, para grabar eso, precisamente, los sonidos de un rincón de la ciudad: los diálogos, los rumores, los pájaros. Siempre se impone la idea de establecer una relación distinta con el entorno urbano en el que vivo.

-Como otra manera de estar, ¿no? Algo así. Ejerzo mi derecho a descubrir por mi cuenta la ciudad. Haber encontrado aquel taller de encuadernación me llevó a buscar y encontrar otros oficios y negocios tradicionales en Sants, algunos de los cuales no van a tener relevo: los ceramistas, las viejas tiendas de ultramarinos. Les di el nombre de guardianes de la memoria.

-¿Siempre deambula por Sants? De momento, porque es el barrio en que vivo. Pero estoy abierto a hacerlo por toda la ciudad.