La protección de la infancia

La jornada intensiva escolar aboca a alumnos pobres al comedor social

Hora de la merienda en un centro de Santa Coloma de Gramenet (Barcelonès), dentro del programa de apoyo educativo de la Creu Roja, esta semana.

Hora de la merienda en un centro de Santa Coloma de Gramenet (Barcelonès), dentro del programa de apoyo educativo de la Creu Roja, esta semana.

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / TONI SUST / Barcelona

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El verano, ese tiempo sin becas de comedor ni asistencia al colegio, vuelve a presentarse como especialmente inquietante en relación con la nutrición de los niños que forman parte de familias sin recursos. A un mes y medio para que termine el curso escolar 2013-2014, las entidades sociales que trabajan en la preparación de casals, colonias y estades para estos menores hacen balance y lamentan que, pese al esfuerzo hecho por la Generalitat para ampliar este año las becas de comedor, la Administración haya vuelto a quedarse corta. Decenas de adolescentes, alumnos de institutos de secundaria que cierran al mediodía porque hacen horario intensivo, se han quedado sin derecho a la ayuda alimentaria de Ensenyament -simplemente porque el centro en el que estudian ha dejado de prestar el servicio- y se han visto abocados a acudir a comedores sociales.

La implantación de la jornada intensiva fue autorizada por la conselleria que dirige Irene Rigau en el 2012, presionada por sindicatos de profesores de secundaria y como una alternativa de ahorro para los centros que la solicitaran. La consellera calculó, a principios de ese curso, que solo en becas de comedor obligatorio que ya no se tendrían que pagar, el ahorro iba a ser de 4 millones de euros, a los que se sumaba el coste de la factura de luz y calefacción.

Pero la entrada en vigor de esta medida de recorte -en toda Catalunya, este curso hay horario compactado en 449 centros, el 82% de los institutos públicos- ha supuesto un claro golpe contra la equidad. Así las cosas, decenas de menores de 16 años se encuentran en riesgo de malnutrición porque han acabado ya la primaria y han pasado a la ESO.

Adolescentes del Raval

Esta realidad la han constatado, según puso ayer en evidencia la Fundació Pere Tarrés, «algunos comedores sociales, como el que gestiona el centro abierto Joan Salvador Gavina en el barrio del Raval de Barcelona, donde el 60% de los adolescentes usuarios son alumnos matriculados en institutos de la zona que cierran a las tres de la tarde». El 40% restante corresponde, en su mayoría, a niños a los que la beca de comedor no cubre el 100% del precio del menú escolar.

«Y el del Raval no es, lamentablemente, un caso aislado», alertó Maria València, presidenta del Moviment de Centres d'Esplai Cristians Catalans, entidad dependiente de la Pere Tarrés. La inquietud la han expresado también directores de colegios consultados por este diario, que se han encontrado sin saber qué solución dar a los padres de los alumnos que terminan sexto de primaria y se enteran de que el instituto que tienen asignado carece de comedor. A veces, confiesa uno, se les recomienda que hagan la preinscripción en un centro con este servicio, aunque les quede más lejos de casa.

La preocupación por la alimentación infantil no se ha notado solo en una mayor actividad durante el mediodía. Los casals, a los que los menores en riesgo de exclusión acudían hasta hace poco solo por la tarde, han ampliado los horarios para poder dar desayunos. «En algún caso, también a madres que vengan con sus hijos», explica Xavier Campà, presidente de la fundación Joan Salvador Gavina. «Para la merienda, existe el programa que impulsó el Ayuntamiento de Barcelona en que se ofrece una pieza de fruta, un lácteo y un bocadillo», agrega el director del centro abierto, Jordi Balot.

Pilas puestas

Ante la inminencia del verano y el fin del periodo escolar, la Conselleria de Benestar Social se ha puesto también las pilas (el año pasado, el aviso de alerta de las entidades sociales le pilló bastante desprevenida) y esta vez ha comunicado ya a los centros abiertos que sirven comidas que pueden optar a una ayuda específica si deciden abrir durante el mes de agosto y garantizan un servicio alimentario, con el que combatir posibles casos de malnutrición infantil.

Los fondos de esta convocatoria, informó ayer una portavoz de la conselleria de Neus Munté, procederán de la recaudación del sorteo de la Grossa, que prevé destinar 5,8 millones de euros a distintos programas sociales. Algunos ayuntamientos, como el de Terrassa, también abrirán comedores escolares, como hicieron ya el año pasado.