Gente corriente

Jordi Gómez: «Me dije: '¿Qué me gustaría hacer aunque fuera gratis?'»

Guía al pasado. Harto de la fábrica, ahora muestra la Barcelona antigua a los turistas, que al final del 'tour¿ le pagan lo que les parece justo

«Me dije: '¿Qué me gustaría hacer aunque fuera gratis?'»_MEDIA_2

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GEMMA TRAMULLAS

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Sábado, 10.30 horas. Con su chaleco amarillo de Feelfree Tours (http://www.feelfreetours.com) es imposible no verle frente al Hard Rock Cafe de la plaza de Catalunya. El trato es el siguiente: Jordi ofrece un exhaustivotourpor Ciutat Vella y al final el cliente decide qué vale su servicio.

-¿A dónde vamos?

-Dejamos atrás la plaza de Catalunya y con ella el siglo XXI (Zara, Mango, El Corte Inglés…) y vamos a uno de los rincones más sorprendentes de la ciudad… Ahí la tiene: la iglesia de Santa Anna.

-...

-¡Una iglesia de estructura románica detrás del Hard Rock Café! ¿No es impresionante? ¡No hemos andado ni 100 metros desde la plaza de Catalunya y hemos viajado casi mil años en la historia! Pero más que hacer una explicación cronológica de la iglesia, lo que me llama la atención es esa cruz de término que hay junto al muro de la iglesia, ¿la ve?

-Sí. ¿Qué le pasa?

-Resulta que esta cruz pertenece a Almatret, un pueblo del Segrià. Desde el siglo XV había estado en la plaza del pueblo, pero durante la guerra civil el escultor Apel.les Fenosa la llevó al monasterio de Sant Cugat para evitar que fuera destruida. Al terminar la guerra, no se sabe cómo, apareció aquí, pero hace unos años los vecinos de Almatret la recuperaron. La original vuelve estar en la plaza del pueblo y esta que ve aquí es una reproducción exacta. Ahora, si le parece, vamos hacia la Rambla.

-Un feelfree tour es un intercambio personal entre guía y cliente, ¿no?¿Y si de camino me cuenta su historia?

-Yo estudié electrónica y trabajaba en una fábrica. Empezábamos a las seis de la mañana del lunes deseando que llegara el viernes. Cuando miraba a mi alrededor veía gente que llevaba 30 años amargadísima. Entonces me vi a mí mismo y pensé: «Ah, no; me niego rotundamente, no quiero pasarme la vida amargado».

-Pero la crisis, el miedo al futuro...

-Era una decisión difícil, pero tenía que hacer un cambio. Me dije: «¿Qué me gustaría hacer aunque fuera gratis?». Me apasiona la historia, deambular por el barrio gótico, estar cerca de las piedras y compartir ese conocimiento con los demás; guía turístico reunía todo lo que yo quería.

-Y pim, pam, de la fábrica a la historia local. ¿Así de fácil?

-No podía presentarme a una empresa: «Buenas, quiero ser guía turístico». Me hubieran preguntado: «¿Usted qué ha estudiado?». «Electrónica». Y la respuesta hubiera sido: «Muy bien, pues buenos días». Me matriculé en el ciclo superior de guía, información y asistencias turísticas. Vivo en el Montseny e iba a clase al salir del turno de la fábrica. A mitad de los estudios me quedé en paro, me saqué el título y aquí estoy.

-Hablando, hablando, hemos llegado a la plaza de la Catedral.

-Hemos viajado dos mil años en el tiempo, a los orígenes de Barcelona. Lo que hoy es la calle del Bisbe era la entrada y salida de la ciudad. En Barcelona las piedras hablan, todas. Tienen dos mil años, así que imagínese si han vivido cosas.

-Y pensar que pasamos por aquí mil veces.

-Cuando hicieron las obras arqueológicas en el Pati Llimona encontraron otra de las puertas romanas de la ciudad y muchas monedas, porque resulta que había que pagar un impuesto para entrar en Barcino. Las cosas no han cambiado tanto en dos mil años. En el siglo XXI en Catalunya tenemos los famosos peajes, pagamos por ir por autopista, siempre pagamos, por todo.

-Palau de la Música. Fin del tour.

-Intento ofrecer un viaje en el tiempo y procurar que el turista se olvide del avión, del barco, del tren, del hotel, de su país y de todo. Cuando llegamos al final la gente valora el servicio que ha recibido haciendo una aportación económica.

-¿Cuando el precio lo pone el cliente somos rácanos o generosos?

-Más generosos. La gente suele pagar casi igual que por untourde la oficina de turismo. No te dan 1, 2 o 5 euros; te dan 10, o incluso 20. Pero la recompensa no es solo económica, sino el vínculo personal que estableces con las personas.

-¿Volvería a la fábrica?

-Jamás, ni por todo el oro del mundo. A veces vuelvo a casa con solo 10 euros, pero vuelvo contento.