La leyenda de Beni

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Abusos en los Maristas_MEDIA_1 / JORDI COTRINA

GUILLEM SÀNCHEZ / BARCELONA

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Joaquin Benítez ha sido Beni para muchas generaciones de alumnos de los Maristas de Sants Les Corts. Un profesor de gimnasia con ínfulas de fisioterapeuta que vivía en el instituto, “un pequeño Nicolás” que se sentía más grande de lo que era en realidad. Era el primero en llegar y el último en irse. Tan larga era su jornada que imaginarlo fuera del centro suscitaba habladurías mal resueltas. “Se decía que estaba divorciado, que no tenía familia, que tenía un hermano gemelo… y que era homosexual”, cuenta un exalumno de 35 años, que formó parte de la última promoción exclusivamente de varones del colegio de Les Corts, la de los nacidos en 1980.

Era un profesor “motivado”, incluso carismático para muchos chicos. Organizaba “campeonatos de Shoot-Ball”. Con este anglicismo bautizó el popular juego del ‘Balón prisionero’ o ‘matar’, una actividad habitual en su clases –y en la de tantos colegios- que se convirtió en su obsesión. Hasta el punto de crear un reglamento, colgado aún en internet, y tratar de impulsar que fuera reconocido como deporte olímpico. En este documento se puede ver en la introducción como le da las gracias a todos “los alumnos y exalumnos” que le han ayudado en este proyecto.

Beni es el profesor que sale “en todas las conversaciones” de amigos que se reencuentran para cenar años después de salir del instituto. Una “institución” dentro de la escuela. Pero solo para los chicos.

CASTIGOS A LAS CHICAS

La percepción de las chicas es distinta. La primera generación mixta que estudió en el centro fue la de niñas nacidas en 1981. Durante los primeros cursos  eran “pocas”, menos que los niños. Y a Beni, concretamente, parecían incomodarle, o al menos, ellas sentían que su presencia las incomodaba. Para él eran cuerpos extraños dentro de un espacio del que ya se había adueñado.

“Una vez nos castigó durante seis meses sin poder acercarnos a la zona de la piscina”, recuerda una exalumna de la segunda promoción mixta. “Nos recriminaba que nos acercábamos demasiado a los chicos para hablar con ellos”, asegura ahora con una sonrisa que deja entrever que aquel razonamiento sin sentido durante tantos años comienza a tenerlo ahora. “Creo que lo hizo para alejarnos del sitio donde él hacía la guardia y quedarse más solo con los niños”.

EL DESPACHO DE BENI

Casi todos los abusos sexuales que cometió Benítez sucedieron en el interior de un despacho que tenía frente a los vestuarios de la piscina. Allí tenía una camilla porque “se las daba de médico”. En realidad, a partir de esas pretensiones tejió una red que atrapó a un número desconocido de víctimas: siempre niños, de entre 9 y 14 años.  

Costará trabajo saber cuántos chicos se quedaron a solas con él en el interior de ese despacho. Resultará aún más difícil averiguar cuántos de ellos fueron engañados por alguien en quien confiaban.

UNA SORPRESA RELATIVA

La noticia de que Beni se ha convertido finalmente en el acusado de un escándalo de pederastia ha despertado reacciones enfrentadas. Han sido numerosos los comentarios en la edición digital de este diario de lectores que se han identificado como exalumnos de este profesor de gimnasia. Abundan los “sorprendidos” y defienden que a ellos siempre les trató “bien”. También están los que admiten que la noticia no les ha extrañado porque “los rumores” circulaban. Incluso han aparecido dos mensajes anónimos (el relato de uno de estos ha podido ser confirmado telefónicamente por este diario) que aseguran que ellos “también” sufrieron abusos a manos del profesor pederasta.

Si Beni ya era célebre en la memoria infantil de miles de barceloneses, ahora será casi eterno, entrará de lleno en la leyenda negra del colegio de su vida.