ADIÓS A UN REFERENTE SANITARIO

Joaquim Barraquer, toda una vida enganchado al bisturí

El oftalmólogo, en la entrega del primer Premio Esperit Barraquer, el año pasado.

El oftalmólogo, en la entrega del primer Premio Esperit Barraquer, el año pasado. / periodico

VÍCTOR VARGAS LLAMAS / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Con el paso de los años, ha quedado claro que no era una mera reacción de orgullo la tenacidad que exhibió tras la muerte de su padre, en 1965, soslayando las voces críticas que cuestionaban que "el chico" sacara adelante el emporio oftalmológico familiar. Una abnegación que Joaquim Barraquer Joaquim Barraquerha mantenido hasta que la salud le ha obligado a relegar su pasión por los quirófanos, cuando estaba apunto de alcanzar la novena década de existencia. 

"Hay muchas personas que querrían jubilarse, pero dado que yo soy independiente y puedo trabajar bien, incluso mejor que antes, para mí la jubilación no existe, no me jubiló", anticipaba ya en el 2007 en una entrevista a este diario. Para entonces, mantenía un ritmo de tres intervenciones diarias. Y eso que aseguraba que ya había comenzado a "delegar mucho trabajo"  en su hijo Rafael, que sobrepasaba el centenar de operaciones al mes.

Hacía efectivo así el relevo generacional de una saga que parece predestinada a ser referencia en el campo de la oftalmología internacional. "Mi padre y maestro, el profesor Ignacio Barraquer Barraquer fue conocido en todo el mundo por su modificación de la cirugía de la catarata para poder sacarla entera, sin que se rompiese", explicaba.

CONSAGRACIÓN

Un orgullo que mantenía cuando se trataba de mirar al futuro, se ilusionaba vislumbrando la incipiente cantera: ""Con 15 años, uno  de mis nietos ya ha entrado en quirófano". Casi tan precoz como él, que comenzó a ayudar a su padre con solo 13 años. Y como sus hijos, que con 10 y 12 años ya tuvieron que cortar y coser un globo ocular, como recordaba. 

Ufano se mostraba también al recordar el calor que la familia recibió de la muchedumbre anónima que fue a dar el último adiós a su padre: "Los floristas llenaron de flores la fachada del tercer piso [de la clínica Barraquer]; llegaban al tercer piso".

Una pasión que se espera en sus propias exequias. Sobre todo para alguien que impulsó la Fundación Barraquer, encargada de prestar asistencia oftalmológica gratuita a personas autóctonas en riesgo de exclusión social y a niños de países del tercer mundo. Su hija Elena da servicio a un millar de personas en los 8 desplazamientos que realiza de media cada año al continente africano.

Generosidad que también parece venir en los genes. Lo demostró el padre de Joaquim, que tuvo el último gesto simbólico al donar sus ojos. El mismo día que falleció, su hijo le enucleó los ojos (extracción de los globos) y los empleó esa misma tarde en dos clientes de dispensario. Joaquim ha ido incluso más allá y ha donado todo su cuerpo, una última aportación a toda una vida consagrada a la ciencia y los pacientes